Autogobierno para el desarrollo
El primer ministro escocés, que hoy visita Euskadi, reivindica el modelo de autogobierno vasco como fórmula para desarrollar las potencialidades de su país, en el camino hacia un status de miembro independiente en el seno de la UE
EL autogobierno ha permitido a Euskadi no solamente poner las bases para recuperar sus especificidades culturales, en especial su lengua, vapuleadas durante décadas por sucesivos regímenes políticos españoles, sino cimentar con solidez una estructura económica para crear riqueza e impulsar el desarrollo social. El autogobierno, en Euskadi, es sinónimo de bienestar, por mucho que algunos dirigentes políticos de partidos de obediencia española pretendan reducir las reivindicaciones de mayor poder político a supuestos delirios identitarios. Así, reclamar más competencias para su gestión en Euskadi, es apostar por el desarrollo de este país, mientras que tirar de la cuerda en sentido contrario, práctica a la que están acostumbrados los partidos que gobiernan en Madrid y sus delegados aquí, es lastrar sus potencialidades. El primer ministro de Escocia, Alex Salmond, visita hoy Euskadi y, en un artículo escrito por él para DEIA, que publicamos en la sección de Politika, explica de forma diáfana qué supone el autogobierno, en lo económico, para un país que se encuentra sometido a las directrices políticas de otro. Y lo hace remitiéndose al modelo vasco. Salmond recuerda que Euskadi "ha resistido bien" la actual crisis económica, "mientras que el conjunto de España ha sufrido como el resto de Europa". El primer ministro escocés apunta, asimismo, que la tasa de paro se sitúa en torno al 10% en nuestro país, mientras que en el Estado es del 19,5%. Esto le lleva a constatar que "el modelo económico vasco se caracteriza por poder fijar las políticas que mejor se ajustan a sus propias necesidades, una ventaja que nos gustaría emular en Escocia". Salmond repasa el potencial de su país, principalmente por su condición natural en el campo de las energías renovables, y concluye que "para que podamos obtener los máximos beneficios, Escocia debería obtener una situación fiscal similar a la que disfruta el País Vasco". En este sentido, el mandatario escocés hace una lectura, pegada al terreno de lo práctico, sobre lo que supone el autogobierno; una lectura que, como decíamos antes, quieren eludir en Euskadi con cortinas de humo identitarias los partidos constitucionalistas españoles. "Yo mismo y el Gobierno que encabezo -dice Salmond- creemos firmemente que Escocia solamente florecerá y alcanzará todo su enorme potencial si obtiene el status de miembro completamente independiente e igual de la Unión Europea". Y el primer ministro escocés apostilla que, hasta que se materialice esa independencia, es necesario contar con instrumentos de avance, como la gestión de la fiscalidad. El autogobierno de las naciones sin estado, por tanto, no es una reivindicación del pasado, como quieren hacer ver algunos, sino una cuestión que va a estar muy presente en la agenda política de la Europa del siglo XXI.