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Las réplicas del 11-S

Nueve años después de los atentados que causaron 2.700 víctimas, la unidad y la solidaridad de entonces han derivado en polémica y escándalo; los inspiradores de los ataques estarán satisfechos y eso debe llevar a una reflexión

NUEVE años después de los atentados que pusieron al mundo con el corazón en un puño, la unidad y la solidaridad que surgieron de los escombros de las torres del World Trade Center de Nueva York, han derivado en desunión, polémica y hasta escándalo. La situación que se ha vivido estos días en torno a la conmemoración de ese aniversario constituye una réplica del azote que supuso aquel ataque; un eco que, nueve años después, puede tener unos efectos incluso más peligrosos que los que provocaron los terroristas al estrellar los aviones causando la muerte de más de 2.700 personas. Los autores de los atentados buscaban causar daño a la sociedad estadounidense y a sus mandatarios, pero seguramente no llegaron a calcular que su acción sembraría una semilla que, con el tiempo, llegaría a hacer enraizar la discordia en el seno de la sociedad de aquel país. Las dos manifestaciones que ayer tuvieron lugar en Nueva York, a favor y en contra de la construcción de una mezquita en las inmediaciones de la Zona Cero, es un amargo fruto más de aquellos atentados. Como lo es también la aparición de personajes como el pastor radical Terry Jones, que con su delirante llamamiento a quemar ejemplares del Corán, demuestran que basta un loco para encender la mecha del polvorín sobre el que, hoy por hoy, se asientan las grandes culturas del mundo. Un loco, o un reducido grupo de personas, ordenó los atentados del 11 de septiembre de 2001, y un loco, con un reducido grupo de personas a su lado, ha estado a punto de dar otra patada a un avispero que no conoce la calma desde hace una década. Unos y otros se encargan de convertir en papel mojado discursos como el que lanzó ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afirmando que su país "no está ni estará nunca en guerra con el Islam", o el que repiten los líderes moderados de países del mundo musulmán, sobre la necesidad de una convivencia con Occidente acorde al siglo XXI. A la cabeza de esos agitadores se han situado también políticos como George W. Bush y los aliados que le bailaron el agua. Su estrategia belicista en Oriente Medio se ha convertido en el mejor caldo de cultivo para el desarrollo del radicalismo islamista. El aniversario del 11-S era visto ayer desde Afganistán con otros ojos. El autodenominado Emirato Islámico de Afganistán (antigua denominación del estado talibán), liderado por el mulá Omar, aseguró que su país lleva "nueve años ardiendo en las llamas de la invasión estadounidense". La explosiva situación que vive Irak es también un eco, una réplica, del 11-S. Han pasado nueve años y ha llovido mucho desde entonces. Una lluvia ácida política que ha empapado la escena mundial. Los inspiradores de aquellos atentados estarán hoy satisfechos. Y ése debe ser un muy serio motivo de reflexión para la comunidad internacional.