EL Gobierno de España, dirigido -es un decir- por el Partido Socialista, acaba de rectificar. ¿Y? ¿Dónde está la noticia? Zapatero se ha pasado cinco años rectificando. Después de un prometedor inicio, con la salida de la guerra de Irak y el matrimonio para todas las personas, independientemente de su orientación sexual, Zapatero ha sido la improvisación permanente. Un presidente de gobierno que ha iniciado muchos proyectos y ha tenido que rectificar una y otra vez.
Hay muchas rectificaciones que son sonadas. Por ejemplo, la concerniente al Estatut. Es sonada aquella de "respetaré lo que salga del Parlament de Catalunya". No lo hizo, claro. Y ahí sigue el Estatut, cuatro años después de su aprobación, en el limbo jurídico de un Tribunal Constitucional con el prestigio del Prestige y la claridad de ideas del chapapote del barco aquel.
Después de Catalunya, la rectificación vino a Euskal Herria. Primero, en Nafarroa, donde el Partido Socialista foral renunció a gobernar la Comunidad no porque sus dirigentes y militantes no creyeran que eso era lo mejor para la sociedad navarra. Les obligaron a renunciar porque, en contra de lo que en sus inicios pregonaba Zapatero, no se quería repensar el modelo de Estado para que éste llegara a ser verdaderamente un Estado plurinacional. La segunda parte de esa función llegó después en la Comunidad Autónoma Vasca.
Y así, podríamos seguir hablando de rectificaciones hasta aburrirnos. Así que centremos la cuestión.
Zapatero ha llevado a cabo una última rectificación, esta vez en el ámbito social y en el económico. El presidente que aseguró, hasta convertirlo en mantra, que no se iban a recortar los derechos sociales, ha dado un gran paso atrás y está dispuesto a recortar los derechos sociales. Tampoco es que sea nada nuevo entre los presidentes socialistas, ya que, por ejemplo, Felipe González, único presidente de gobierno socialista antes de Zapatero, recortó la prestación de desempleo; con el anterior presidente socialista, los parados dejaron de tener un mes de subsidio por cada dos trabajados, para pasar a tener un mes de prestación de desempleo por cada tres trabajados. También en aquella época, en la primera mitad de la década de los 90, se aseguró que la medida se tomaba por la crisis económica, poniendo un componente coyuntural a la decisión. Sólo que más tarde, cuando la crisis se superó, aquella reducción de derechos tomada en un contexto coyuntural se convirtió en definitiva. (En definitiva hasta hoy, porque está por ver que este presidente socialista no recorte también este derecho más adelante).
Zapatero ha decidido bajar el sueldo a los funcionarios. Zapatero ha decidido congelar las pensiones. ¡Congelar las pensiones! En un país escandalizado por el fenómeno del mileurismo que afecta a tantos y tantos jóvenes desde hace ya demasiado tiempo, el presidente socialista ha decidido no actualizar las pensiones a partir del año que viene ni siquiera en lo que toca por la inflación. Así que los pensionistas se verán condenados a seguir teniendo, como media, una pensión que no llega a los ochocientos euros.
No terminan ahí las medidas adoptadas por el presidente socialista. Ha decidido también que hay que recortar el gasto en inversiones. Desde luego, no parece que en adelante el Estado español vaya a ser el ejemplo que el mundo mire para ver cómo organizar la red ferroviaria. Qué se le va a hacer: Obama no irá a España a aprender del modelo de tren de alta velocidad. Son dignas de enmarcar las declaraciones que esta misma semana ha hecho el ministro de Fomento en el Congreso de los Diputados. La mejor perla, sin duda, es esta: "Es el momento de la racionalidad, del sentido común y de la responsabilidad". ¡Muy buena! No como hasta ahora, que se podía hacer cualquier cosa porque, al parecer, no era el momento de la racionalidad, ni del sentido común ni de la responsabilidad. Como la Y vasca, por ejemplo. Una infraestructura que no se debía haber empezado, que ahora está en el aire, que ya se sabe que, si se acaba, no se va a terminar en el ya de por sí largo plazo que se preveía. Una infraestructura innecesaria y desarticuladora que, si algún día se termina, nos va a dejar como legado una infraestructura ferroviaria de alta velocidad. ¿Saben cuánto cuesta de media el mantenimiento de un kilómetro de red de alta velocidad? 100.000 euros al año si es en superficie (multipliquen por los 90 kms. de la Y vasca y los 183 kms. del corredor navarro en superficie). O 200.000 euros anuales si es en túnel (multipliquen por 104 kms. de la Y vasca y los 37 kms. del corredor navarro). Esa cifra que han obtenido es el coste de mantenimiento anual.
Evidentemente, si es verdad que ahora estamos "en el momento de la racionalidad, del sentido común y de la responsabilidad", es el momento de tomar decisiones racionales, responsables, de sentido común. No me refiero sólo a parar las obras del TAV, que también, ya que la inversión pública necesaria para reactivar la economía puede centrarse en otros sectores: al igual que hay empresas que saben hacer vías de tren, también las que saben hacer escuelas, hospitales o viviendas para después gestionarlas en régimen de alquiler social. Me refiero a no congelar las pensiones, a no quitar la retroactividad a las pensiones de dependencia, a subir los impuestos a quienes más tienen. Es la hora de cambiar las equivocadas medidas fiscales de los últimos años, la hora de regular de una vez el mercado financiero para acotar la especulación, la de no reducir el gasto social justo cuando la crisis hace dicho gasto más necesario que nunca. No es de recibo pedir a los ciudadanos que se aprieten el cinturón que arrimen el hombro, pero pedírselo sólo a ellos.