HAN pasado los fastos del primer aniversario del Gobierno socialista y la sucesión de entrevistas del lehendakari López, declaraciones de intenciones y actos públicos ha dejado un corolario de mensajes que permiten analizar este tiempo desde la perspectiva de sus propios protagonistas. Hemos visto a un López autocomplaciente. Natural si se hubiera acompañado de un mínimo espíritu crítico que concediera mayor credibilidad. Hay que admitir que de nadie más que de su propio entorno cabía esperar ese tono y en política es difícil mantenerse a base de quina sin endulzarse un poco el trago. Más habida cuenta de que su socio de gobierno, el Partido Popular, no le reconoce mucho más que su capacidad para cumplir con las indicaciones que le han venido dictando desde un marcaje estricto. Además, el urgente y forzado terremoto de las medidas económicas de Zapatero ha frustrado en gran medida la campaña de proyección pública del lehendakari López, en la que ha estado incluida la celebración del primer Día de la Ertzaintza. O quizás en realidad le ha evitado un juicio más crudo de sus propios mensajes ante la opinión pública.
Tampoco la retórica debe sorprender. Aquello de gestionar más y mejor o de sustituir por consenso la crispación y abandonar el debate identitario es parte del relato electoral de las autonómicas que, un año después, deja al aire el flanco de la demostración empírica. Se han identificado retos alternativos pero no su solución. Y el ritmo pausado y cadencioso del que se ha dotado este gobierno contrasta con las premuras que dice estar capacitado para corregir.
Una de las expresiones más contundentes de cuantas se han escuchado estos días es que este gobierno gestiona mejor que el anterior con menos recursos disponibles. El asunto de los recursos es cuestionable. Es obvio que la caída de la recaudación fiscal motivada por la crisis ha reducido sensiblemente las arcas públicas: el pasado año, cerca de un 19%. Sin embargo, la gestión realizada ante esta situación se reduce aún hoy a cubrir el diferencial con una emisión de deuda. Está por conocer el calado de las medidas que van a incidir sobre la sostenibilidad del modelo porque es evidente que no se pueden comprometer 2.000 millones de euros más cada año.
Se ha hecho una curiosa aplicación de presunta economía doméstica. La justificación oída al propio lehendakari de que cualquier familia, cuando no le llegan los ingresos, recurre al endeudamiento sí resulta preocupante. Bien porque realmente crea que es normal financiar gasto corriente con deuda extraordinaria; bien porque piense que esa es una solución para las familias en dificultades. Éstas saben demasiado bien que menos ingresos exigen menos gastos y que el endeudamiento para mantener el nivel adquisitivo es la antesala del embargo.
Nadie pretende un milagro de panes y peces ni socialmente estamos preparados para un recorte radical de servicios, pero casan con dificultad prioridades de gasto asociadas a, pongamos, una línea de Metro a Cantabria, mientras se ven venir recortes en sanidad, educación o Ertzaintza.
La retórica adormece el reto de la gestión y este gobierno imita al de Madrid en su respuesta coyuntural para afrontar retos estructurales o directamente con silencio. Un silencio que le ha permitido que UGT y CC.OO. no se sumen en Euskadi a las movilizaciones que sí parecen propiciar en el Estado. Pero en Lakua no nos han dicho aún si creen en acomodar los servicios a la recaudación fiscal vigente o en elevar la presión impositiva al nivel de coste de los servicios actuales. Si optan por lo primero, deberán admitir que el endeudamiento es un parche y vendrá un recorte de gasto y servicios. Y si admiten que hay que actuar sobre la presión fiscal, que en todo el Estado es inferior al entorno europeo, hay que hablar de reparto equitativo. A años luz del modelo recaudatorio que nos subirá a todos por igual el IVA dentro de un par de meses.
Y, en todo caso, restablecer el equilibrio en las cuentas mediante políticas de relanzamiento de la economía. Industriales, formativas, innovadoras y comerciales en lugar del eslogan, muy logrado y sin duda en adelante muy repetido pero aún hoy hueco, de propiciar una "metrópolis del talento".
Es sorprendente un año después la insistencia en proyectar como virtud casi única del cambio de gobierno su enfoque a superar los debates identitarios. Con lo que está lloviendo sobre la economía, los salarios, las pensiones y el empleo, la atención de la Euskadi real tan ostentosamente ondeada por los estrategas electorales del PSE no tiene mucho que ver con las polémicas generadas en torno a la educación, la Ertzain-tza o la simbología institucional, que han ocupado la práctica totalidad de los titulares propiciados por este gobierno. Además, la sustitución de un modelo identitario abiertamente vasquista por el que se fomenta hoy es, en todo caso, esfuerzo compartido por PP y PSE, pero si algo ha quedado de manifiesto en la estrategia prioritaria del PSE en estos momentos es una larga precampaña para las municipales y forales y eso está muy lejos de un clima de consensos que sí es necesario para afrontar la situación socioeconómica.
El PSE ha orientado sus baterías hacia Bizkaia, con un peso pesado mediático como José Antonio Pastor de ariete y el aparato institucional del que dispone desde el Gobierno para intentar el desgaste de José Luis Bilbao. Patxi López está por presentar en los próximos días su alternativa al Guggenheim de Urdaibai y este asunto se convertirá en uno de los ejes de ese desgaste pese a que la Euskadi real sigue reclamando de su gobierno una gestión de esta crisis diferente de la que se dicta en Madrid. Por cierto, desde que Bilbao planteara hace dos años este proyecto al anterior Gobierno no ha habido propuesta del PSE sobre la revitalización de la comarca ni una alternativa cultural, industrial, de investigación y conocimiento o de cualquier otro ámbito susceptible de responder a las necesidades de infraestructuras y empleabilidad.
El segundo año del cambio arranca con malos mimbres. Empezarlo calificando de vieja cotilla al principal rival político, como hizo Pastor en la fiesta socialista de la rosa, da la medida de la profundidad del debate político que cabe esperar en los próximos doce meses, forzados, quizá por la pérdida del efecto Zapatero, que ni es el activo electoral que fue ni tiene a sus correligionarios vascos entre sus prioridades como puso de manifiesto su ausencia del BEC.
* Periodista