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Una matanza sin sentido

El 11 de noviembre de 1918, a las 10.59, el soldado de Estados Unidos Henry Gunther se lanzaba sobre el enemigo alemán. A las 11.00 terminaba, oficialmente, la Primera Guerra Mundial. Quedaba tiempo para una última hazaña

Una matanza sin sentido

Aquel 11 de noviembre de hace cien años, Alemania, última de las potencias centrales que se mantenía aún en pie y que dos días antes había visto caer al káiser Guillermo II, declaraba el fin de la guerra. A las 05.15 los alemanes firmaban el armisticio a bordo de un vagón de tren en el bosque de Compiègne, al norte de París. Oficialmente, entraría en vigor a las 11.00 horas. Para algunos mandos y soldados aún quedaba tiempo para lograr las medallas que no se habían logrado en cuatro años de guerra.

La Primera Guerra Mundial sembró Europa y parte del mundo de sangre y fuego. La Gran Guerra, como se la denominó en un principio, terminó con todo un siglo de paz de las grandes potencias europeas, que no habían vivido una guerra entre ellas desde las guerras napoleónicas. Además, cambió completamente el mapa europeo, desintegró tres imperios y sembró las semillas que en 1939 condujeron al mundo a otra guerra mundial.

La chispa que hizo estallar el conflicto fue un atentado perpetrado en Sarajevo. En aquella época Bosnia formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Gavrilo Princip, un joven serbobosnio de 23 años, perteneciente a un movimiento que abogaba por la unión con la República de Serbia, disparaba contra el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austríaco, acabando con su vida. El tío de Francisco Fernando, el emperador austrohúngaro Francisco José, decidió dar una dura lección a los serbios, que según él apoyaron la acción cometida por Princip.

Aquel movimiento haría que las fichas de dominó del tablero internacional comenzaran a caer, una tras otra. Austria-Hungría declaró la guerra a la República de Serbia. Rusia se posicionó a favor de los serbios, sus aliados tradicionales. Alemania apoyó a los austrohúngaros, por lo que también entró en la guerra. Todo ello arrastró a Francia y al Reino Unido a posicionarse junto a Rusia.

Se inició así una guerra en la que fueron apareciendo nuevos actores. Al bando de Alemania y Austria-Hungría se le unirían, con el tiempo, el Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria. En el otro bando, junto al Imperio Ruso, Reino Unido y Francia, se irían sumando Italia, Japón y los Estados Unidos. A pesar de que la guerra se localizó en gran medida en el escenario europeo, también se libró en las colonias de los distintos países protagonistas, dando un carácter mundial a la guerra.

Cada país intervino por intereses propios, entendiendo la guerra como una oportunidad para saciar sus deseos estratégicos. Las potencias centrales trataban de superar la asfixia geopolítica de verse rodeadas por dos potencias como Francia y el Imperio Ruso. Mientras que estas, veían la oportunidad de debilitar a los alemanes, verdadera potencia en todos los ámbitos en aquella época. Por otro lado, el conflicto también fue un intento de arrebatarse las colonias entre los distintos países, teniendo en cuenta que las potencias occidentales se habían repartido gran parte del globo entre ellas.

Invadir Francia Los alemanes basaban su esperanza en una victoria rápida sobre los franceses. Siguiendo el plan Schlieffen, un memorando redactado en los primeros años del nuevo siglo por el jefe del Estado Mayor del mismo nombre, los alemanes intentaron una victoria rápida mediante la invasión de Francia por Bélgica. Era claro que sólo una guerra rápida podría conducir a una victoria germana. Si esta no llegaba pronto, la contienda se abocaría a un estancamiento del que sería muy difícil salir. Y eso es lo que ocurrió.

En los primeros meses de guerra hubo avances tanto en el frente occidental como en el oriental. Pero esos avances eran retrasados por los problemas de logística del invasor. Una vez que los ejércitos se adentraban en zona enemiga, era muy difícil manejar aquellos grandes ejércitos, estableciendo líneas de comunicación, creando rutas de abastecimiento y acarreando artillería y suministros. Esto conducía a que los defensores siempre tuvieran ventaja sobre los invasores, lo que conllevó a un impase en ambos frentes.

Surgió así la imagen tradicional de la guerra de trincheras, característica de la Primera Guerra Mundial. Ante la paralización de los frentes, los alemanes comenzaron a construir trincheras por todas las líneas de combate. Por una parte, resguardaban al ejército de la artillería enemiga, además de ayudar a proteger el terreno conquistado. Y por otra, servían para que un número no muy grande de soldados pudiera defenderlas de manera efectiva.

El sistema de trincheras obligó a que la artillería fuese la principal arma para lograr vencer al enemigo. Antes de lanzar a la infantería a la toma de las posiciones enemigas, se disparaba toda la artillería posible sobre ellas. La mayor parte de las bajas de la guerra fue debido a la artillería. Cañones de largo alcance, obuses y granadas serían las principales armas de la gran guerra.

El avance tecnológico también se trasladó a otros campos. Se utilizó por primera vez el lanzallamas, que fue usado para la toma de fortines. Y también aparecieron los primeros tanques, que ayudaban a cubrir a los soldados al salir de la trinchera. Pero quizás la utilización del gas venenoso fuera la principal novedad en la contienda. Usada por primera vez en la batalla de Ypres (Bélgica) por los alemanes, se calcula que durante la contienda se lanzaron más de 120.000 toneladas de gas venenoso por ambos bandos.

Aviones y submarinos Otros avances como la utilización de aviones y submarinos también buscaron romper el estancamiento de la guerra de trincheras. De esta manera, la guerra se convirtió en un pulso por ver quién conseguía soportar el desgate de aquella carnicería. Lo que no esperaban las distintas potencias era que las consecuencias de la guerra sobre la población influyeran tan enormemente en el devenir de la contienda.

La primera gran consecuencia de la conflagración fue la revolución rusa de 1917, el surgimiento de la Unión Soviética y el abandono de la guerra por parte del imperio ruso. Las consecuencias para las potencias centrales también serían importantes. El Imperio Austrohúngaro se deshizo, rompiéndose en el crisol de nacionalidades que la conformaban. Lo mismo ocurriría con el Imperio Otomano, perdiendo gran parte de sus dominios. Y, por último, Alemania, que claudicó bajo el peso de una revolución que hizo caer al emperador, dando paso a un nuevo período que culminaría con la fundación de la República de Weimar.

Pero el completo cambio del panorama político y territorial de Europa y de parte del mundo no fue la única consecuencia del conflicto bélico. Lo peor fue el enorme número de víctimas de una carnicería que se prolongó por cuatro años. Se estima que los distintos países involucrados movilizaron a unos setenta millones de soldados, de los que unos diez millones murieron durante la guerra. Unas cifras que reflejan la magnitud de la tragedia de aquella matanza a escala mundial y que sólo serían superada por la siguiente guerra mundial.

Aquel 11 de noviembre de 1918, a las 11.00 horas, terminaba oficialmente la gran guerra. La mayoría de los soldados intentaron pasar el momento de entrada en vigor del armisticio sin enfrentarse al enemigo. Pero, al contrario de estos, muchos mandos y soldados trataron de realizar acciones espectaculares para volver a sus hogares con medallas y condecoraciones.

La muerte de Gunther Harry Gunther había sido degradado de sargento a soldado raso por una carta que escribió criticando la guerra. Un minuto antes de que terminase la guerra, en contra de lo ordenado por sus mandos, se lanzó contra el enemigo, buscando limpiar con una hazaña la mancha de su degradación. Los alemanes le dispararon por encima de su cabeza para advertirle de que no se acercase y para que retrocediera. Sin embargo, Gunther continuó disparando contra el enemigo, que terminó respondiendo y abatiéndolo.

El soldado Harry Gunther murió a las 10.59 horas, un minuto antes del final oficial de la guerra. Fue la última víctima de la mayor matanza de la humanidad hasta aquel momento. Su muerte fue la metáfora perfecta que resume aquella guerra, una matanza sin sentido. Pero quizás lo más trágico de la Gran Guerra fuera que con aquel 11 de noviembre no llegara el verdadero final de la matanza, sino un pequeño intervalo de veinte años de descanso para el segundo acto, que comenzaría en 1939 y que dejaría una masacre aún mayor.