El 48º aniversario de la masacre del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz, en la que murieron cinco trabajadores que participaban en una asamblea en una iglesia de la capital alavesa a consecuencia de los disparos efectuados por la Policía Nacional, se conmemora hoy en un contexto especial en el que muy recientemente se han dado pasos importantes en la preservación de la memoria de las víctimas y la denuncia de los hechos que tuvieron lugar en las postrimerías del franquismo. Como ha sucedido en otros casos de graves vulneraciones de derechos humanos por parte de las fuerzas policiales del Estado -muertes por torturas como las de Joxe Arregi o Mikel Zabalza o por la brutal represión como en los Sanfermines de 1978, entre otros-, los crímenes del 3 de Marzo han quedado impunes, han sido ocultados o silenciados por las instituciones españolas y sus víctimas no han sido reconocidas y están consideradas de facto como de segunda, lo que ha agudizado y perpetuado la injusticia de lo sucedido. Sin embargo, este nuevo aniversario del 3 de Marzo se celebra bajo la perspectiva de iniciativas de memoria democrática que se han sustanciado, por una parte, en el convenio de colaboración suscrito entre el Instituto Gogora y la asociación de víctimas Martxoak 3 y, por otra, en la constitución de la Fundación que gestionará el Memorial -integrada por el Gobierno vasco, la Diputación de Araba, el Ayuntamiento de Gasteiz y el Obispado de Vitoria, con la presencia en el Patronato de las víctimas a través de Martxoak 3 y Memoria Gara- cuyo objetivo es dotar de recursos históricos, materiales, documentales y expositivos al lugar de recuerdo de aquellos graves sucesos. Este Memorial, de carácter participativo, tal y como pedían las víctimas, es clave en la exigencia, aún vigente, de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición bajo el principio del respeto a la centralidad de quienes sufrieron aquella grave vulneración de derechos. Junto a ello, la presencia en Gasteiz del titular de Memoria Democrática en el Gobierno español -primer ministro español en acudir a los actos por el 3-M tras la protagonizada en 1976 por Manuel Fraga y Rodolfo Martín Villa, de infausto recuerdo- supone un reconocimiento explícito de unos crímenes doblemente ilegítimos que sacudieron -y aún estremecen- a la sociedad vasca.