Por tercera reunión consecutiva, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo decidió el pasado jueves no subir los tipos de interés en la Eurozona. Una medida que supone dejar las tasas en el nivel actual (4,5%), a la espera de que la coyuntura de la economía presente mejores perspectivas. En términos generales, la inflación ofrece visos de consolidar su desaceleración, con un porcentaje del 2,9% al cierre de 2023 en comparación con el 9,2% del año precedente, pero aún no se ha logrado el objetivo de que se reduzca al 2%, que es el propósito en el que insiste una y otra vez la presidenta del BCE, Christine Lagarde. Las previsiones apuntan a que los baremos de la inflación no van a variar demasiado en los próximos meses, por lo que hasta verano, presumiblemente, los tipos de interés no cambiarán.

“La directriz del BCE es que la inflación tiene que caer al 2%, lo que probablemente no ocurrirá hasta el año que viene. La inflación general va cayendo, pero la subyacente sigue siendo muy alta”, explica Massimo Cermelli, profesor de Economía en la Universidad de Deusto. El descenso en la inflación en la Eurozona a lo largo de 2023 ha sido sostenido, lo que ha reforzado a Lagarde en su convicción de que las subidas de tasas de interés aplicadas desde verano de 2022 están surtiendo efecto. Esos incrementos han frenado la demanda -elemento básico para así contener los precios-, si bien el crecimiento ha sido algo raquítico, de apenas el 0,6% en el último trimestre de 2023. Dato que se explica por los retrocesos en el crecimiento de Alemania, Países Bajos y las naciones nórdicas, mientras que la zona meridional (España, Portugal, Italia, Grecia y también Francia) experimentaron un movimiento inverso. Sus economías funcionaron mejor que las de sus vecinos septrentionales, lo que ha provocado que en recientes cumbres europeas los responsables de finanzas de estos países hayan elevado su voz para quejarse de que las subidas de tipos impiden una mejoría en sus tasas de crecimiento. Y, para este año, el existe el riesgo de que este frenazo se extienda a toda la Eurozona, lo que está reforzando las posiciones de los que defienden una bajada de tipos que no ahogue el crecimiento. “Pienso que este año habrá unas tasas de crecimiento como las de 2023, con cierta ralentización en la economía”, pronostica Cermelli.

“Lo que pretende Lagarde, antes de acometer una rebaja en los tipos de interés, es comprobar que existe una mayor seguridad y certidumbre en todo el entorno económico”, expone la profesora de Economía de la UPV-EHU Ana Blanco. Ciertamente, a las estadísticas que ofrece la renqueante economía alemana, con una industria estancada -lo que perjudica a las empresas vascas y navarras-, se suma desde hace casi dos años la guerra en Ucrania y los más de tres meses de conflicto en Gaza. 

Este último está ejerciendo una onda expansiva sobre otras tensiones geopolíticas en la zona. Así, los asaltos de los rebeldes hutíes apoyados por Irán contra navíos e intereses occidentales en el Mar Rojo están obligando a modificar las rutas de transporte marítimo, de forma que los barcos evitan esa zona y llegan a Europa bordeando el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica. Esto incrementa los costes para las navieras y está provocando problemas en los suministros, como se pone de manifiesto en la falta de caucho que está sufriendo la fábrica de Michelin en Gasteiz. Un encarecimiento que repercute en toda la cadena y afecta finalmente al consumidor. En definitiva, un componente más que añadir a los episodios de inflación. Por el Mar Rojo transitan más del 12% de las cargas marítimas globales, según las estadísticas de la Autoridad del Canal de Suez. “Una rebaja de los tipos de interés, en un momento de crisis del comercio mundial en esa zona, podría llevar de nuevo al alza la inflación”, indica la profesora de la UPV-EHU.

Sin grandes cambios para hipotecas y depósitos

Los movimientos en los tipos de interés también tienen consecuencias en todo lo referente a hipotecas y ahorros, dos espectros vinculados a los mercados financieros que preocupan a todos aquellos clientes que tienen suscritos préstamos para la compra de vivienda y depósitos bancarios. 

“El euríbor se está suavizando y en la segunda mitad del año puede descender hasta quedar en un entorno del 3%, lo que va a dar un respiro a quienen tengan contratada una hipoteca a tipo variable”, subraya Massimo Cermelli, docente de la Universidad de Deusto. “No se espera que el euríbor suba de nuevo, sino que podría seguir bajando”, apunta Ana Blanco, de la UPV-EHU, aunque la profesora de la universidad pública relativiza el descenso que puedan registrar las cuotas hipotecarias, puesto que “al final las entidades financieras acaban trasladando esas variaciones con algún diferencial o en forma de comisiones”. 

“Esperamos que este año los bancos sigan apostando por la hipoteca mixta y aumenten su apuesta por la fija. Además, la banca tiene una visión positiva de lo que nos va a deparar este 2024 y creen que habrá un leve crecimiento del mercado hipotecario respecto a 2023, aunque no sea muy grande, y que se produzca sobre todo en el área digital”, subrayó en un comunicado Simone Colombelli, director de Hipotecas del comparador financiero iAhorro.

En lo que respecta a los productos de ahorro, Ana Blanco cree que ya está produciendo el traslado de una mejor remuneración a los depósitos, una vieja demanda de los ahorradores. “Están surgiendo productos interesantes y puede ser un buen momento para aprovechar el tirón si se quieren invertir algunas cantidades”. Para Massimo Cermelli, “el consumo privado se ha sostenido en estos años gracias al ahorro acumulado en pandemia, pero es un indicador que está dando visos de agotamiento. Es probable que en este año vuelva a subir el ahorro” como forma de prevención ante futuras complicaciones, si bien la buena marcha del mercado laboral está actuando también como uno de los garantes de la actividad.

La inflación, a pesar de que sigue alta, ahora está bajo control. Los países se han acostumbrado a vivir con ella”, subraya Massimo Cermelli, que ve en lo que pueda decidir la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos una señal anticipatoria de lo que más tarde resuelva el BCE. Es decir, que si la Fed acomete una bajada de tipos el BCE puede imitar el movimiento, tal y como hizo en el pasado. En marzo de 2022, la Fed, ante los primeros avisos de que la inflación se estaba descontrolando en Estados Unidos tras la reactivación postpandemia, ordenó incrementar el precio del dinero después de casi dos años al 0%. El BCE no secundó el movimiento hasta cuatro meses después, una dilación que Cermelli y otros analistas creen un error, ya que la inflación se disparó en esos meses. 

Ana Blanco, por su parte, no cree que lo que decida la Fed tenga tanta influencia. “Las condiciones del mercado laboral allí son muy distintas. Se habla de pleno empleo en Estados Unidos, pero es que hay personas que tienen tres o cuatro trabajos”, un elemento que distorsiona los análisis sobre la economía del país, que no obstante está transitando la actual época de vacilación con mejores datos que Europa. Sin embargo, y a pesar de que la propia Christine Lagarde ha reconocido que la inflación se va moderando en los márgenes que el BCE esperaba, no se prevén cambios por lo menos hasta abril, un mes después de que el BCE actualice sus proyecciones macroeconómicas, que podrían propiciar un nuevo giro en su política.