Gaizka Insunza: frágil, vulnerable y emotivo en ‘IAZ’
Músico impetuoso y expresivo sobre los escenarios, Gaizka Isunza, colíder del grupo gernikarra Audience junto a su hermano Ager, ha aprovechado un tranquilo 2024 para el grupo y ha rescatado viejas canciones propias grabadas hace cuatro años. Las ha agrupado en IAZ (Bidehuts), su segundo disco, grabado casi en solitario y que se revela sobrio y crudo en arreglos, emotivo y frágil, mostrando el lado más vulnerable de un rockero que disfruta también con el folk, el country y unos hasta ahora menos conocidos aires souleros y jazzísticos.
Gaizka, un culo inquieto sobre el escenario a quien nos gustaría ver cómo se desenvuelve como profesor en sus clases en la Escuela de Ingenieros de Bilbao, lo tiene claro: lo prioritario es Audience. Ya en su debut homónimo, editado en 2019, nos hablaba de su carrera en solitario como “una curiosidad en el contexto de mi desarrollo” con el grupo, una etapa en un desarrollo artístico a la que solo da alas cuando “la actividad de Audience me da un respiro”.
Tras publicar con Audience el doble Tolesdurak en 2021, que incluía 16 canciones, y un álbum magnífico con versiones de Bob Dylan en 2023, ya acabada la aclamada gira de este último y con un 2024 tranquilo, ha aprovechado el hueco dejado por su proyecto principal para publicar su segundo disco en solitario a finales de 2024.
IAZ es, al igual que su predecesor, una gozosa rareza en la carrera del compositor, guitarrista y cantante gernikarra, ya que agrupa un número escaso de canciones que se grabaron casi cuatro años antes de que hayan visto la luz. Y no podía menos que firmarlo él, ya que Gaizka, un curioso multiinstrumentista, ha tocado (casi) todos los instrumentos que suenan en él, a excepción del acordeón que aporta en dos canciones su compañero en Audience Rubén Garatea.
Del inglés al euskera
IAZ incluye dos diferencias primordiales respecto a su predecesor. De un lado, Gaizka ha optado por cantar sus composiciones –un total de ocho, una de ellas instrumental– en su idioma, el euskera, en lugar de en inglés, que aprendió cuando estudió en Estados Unidos y que usó en su debut; del otro, en lugar de grabarlo en el estudio de Martin Capsula, en Bilbao, con su apoyo, esta vez ha optado por llevar (casi) al extremo su trabajo en solitario, a excepción del apoyo del ingeniero Iñigo Etxebarrieta, ya que lo ha registrado alternando su casa con el local de ensayo de Audience.
En IAZ, cuya portada y diseño es obra de Iban Sainz,Gaizka lo toca todo: guitarra, batería, bajo, dobro, armónica, piano, clarinete y saxofón. A lo largo de 25 minutos, con las teclas del piano como elemento central, el gernikarra nos lleva por un sueño musical evocador que arranca en Kalifornia y concluye en Pasadena, un viaje intimista y frágil de producción seca y cruda, a lo Joe Henry, ese gran desconocido como intérprete pero reputado dueño de los silencios, las pausas y las notas justas en su pecera de productor.
Hasta jazz y soul
El disco arranca sobre terreno seguro, con ecos la música de raíz estadounidense, armónica polvorienta incluida. Ese que descubrimos –y Gaizka reconoce– en su obra y en la de Audience heredera del folk y el country, en la que se pasean los fantasmas de Neil Young y Dylan, caso también de Kantu bat zuretzat, en la que se juntan los juegos nocturnos, los cuentos, las canciones… y el añadido posterior del balbuceo y las risas de su hija, Enare, que transforma totalmente el trasfondo final del tema.
Tras ese homenaje a su hija, aparece Toki bat niretzat, otro canto de amor, a ritmo de country y vodevil, donde Gaizka parece buscar refugio “zure ondoan”, ya sea en el coche o “a tu lado de la cama”. Otro referente del gernikarra, Randy Newman parece cobrar vida en Iaz (la canción), con el piano rodeado de tenues guitarras acústicas y bellos coros. Es una de las canciones, junto a Ez dakit ezer, cuyo texto parece evocar los tiempos de pandemia –allí surgió el repertorio– cuando “los besos, abrazos y caricias” estaban prohibidos.
Ahí ya se advierte el tono soul de los coros, que pervive en Behin ta berriz, una canción sobre no cejar y resistir a pesar de las caídas y el dolor, que a su bonita mandolina le suma el aire vocal de los grupos femeninos de los 50 y 60, de inspiración doowoop. En el caso del instrumental Iazz, que se lee como jazz, la sección rítmica, el piano y el clarinete lo emparentan con dicho estilo musical, al igual que su guitarra con trémolo nos retrotrae al rock más primitivo y vintage.
El final del viaje –y del sueño– llega con la citada Pasadena, que arranca folk, acústica y con armónica, y luego se pasea por terrenos country y fronterizos, a lo Ry Cooder, con Gaizka requiriendo apoyo y refugio. En definitiva, un disco de otra época, de aliento clasicista y vintage, y alejado de las tendencias de la música actual.
Un disco evocador, frágil y emotivo alejado de referencias temporales, estilísticas, de grabación y presentación –no ha lanzado single alguno– ligadas al presente. Su autor asegura que habrá conciertos de presentación en 2025, aunque no concreta ni cómo ni cuándo. Lo dicho, sin prisas y a su aire. Paciencia y a disfrutar.