Sus primeras incursiones fueron en el teatro pero su popularidad le llegó de la mano del cine. Fue una presencia potente y carismática en pantalla y uno de los rostros clave de los 90 en títulos como Días contados, de Imanol Uribe; Tierra, de Julio Medem; El perro del hortelano, de Pilar Miró, o Entre las piernas, de Manuel Gómez Pereira.

En 2015, Carmelo Gómez cortó por lo sano, se desvinculó de los pocos contactos que mantenía con el cine y se refugió en su compañía teatral. Porque del escenario no se ha retirado, lo lleva en la sangre. Este sábado, a las 19.00 horas, representará en el Arkeologi Museoa de Bilbao A vueltas con Lorca, en el marco de la segunda edición de MusEkintza, una iniciativa de la Diputación Foral que tiene su origen en la fusión de los museos del territorio y las artes escénicas. Las entradas están ya agotadas.

La inspiración para este proyecto le llegó a Carmelo Gómez mientras compaginaba la interpretación con la docencia. En este espectáculo, el actor y el pianista ucraniano Mikhail Studynov nos acercan al universo de Federico García Lorca de la mano de la directora Emi Ekai. Un paseo por la obra del poeta granadino partiendo de lo personal, esa forma de entender los versos desde la libertad, el simbolismo y la abstracción.

No es un recital de poesía, ni teatro al uso. ¿Qué es ‘A vueltas con Lorca’?

Empezó siendo una lectura de poemas que nos encargaron en Santander y pensé que podíamos darle una idea teatral. Y ya llevamos tres años con este formato, como dijo Vicente Aleixandre a Lorca no se le puede separar su vida de su obra. Voy a decir versos, prosas, retazos de aquí y de allá de toda su obra para encontrar que él fue oráculo de sí mismo. Llegó a escribir prácticamente su biografía escribiendo personajes a lo largo de su vida, incluida, la muerte. Lorca vivió al límite y su poesía también está al límite; por allí hemos construido una dramaturgia. A través de la vida de Lorca vamos encontrando su poesía.

Ha confesado que ninguna función es igual a la anterior...

Es un espectáculo que se ha ido haciendo con el público, con los tiempos, está vivo. Hemos pasado una pandemia, se han ido colando palabras actuales, como confinamiento, pandemia, metaverso... El pianista es ucraniano y por supuesto, la guerra también ha entrado en el espectáculo, que es abierto, porque depende de las asociaciones que yo quiero hacer cada día. 

¿Ha actuado más veces en un museo? 

Sí, varias veces. Hemos estado al aire libre, en plazas públicas... Refleja un poco la idea de La Barraca, que fue un grupo de teatro universitario de carácter ambulante y orientación popular, dirigido por Federico (García Lorca). Nuestra vocación es ir también a espacios y a públicos que no están habituados a este tipo de espectáculo. Los grandes programadores no nos han elegido a nosotros, pero sin embargo, A vueltas con Lorca funciona muy bien y en cualquier sitio. La gente está encantada.

¿Le hubiera gustado estar con Federico García Lorca en La Barraca?

¡Cuántas veces lo he pensado! Cada vez que enganchamos el remolque al coche y nos ponemos en marcha los tres en ruta, la directora, el pianista y yo, y no sabemos adónde vamos es como si reviviéramos los momentos que vivió Lorca. Nosotros tres montamos el espectáculo lo desmontamos... No soy un actor a quien que se le caen los anillos por hacerlo.

Es como si hubiera vuelto a sus orígenes. Se le ve feliz.

Totalmente, ser itinerante, no saber dónde vas es fascinante porque me recuerda cuando empecé en una compañía pequeña en León, luego en Salamanca. Cuando iba en un furgón con un grupo de gente a representar obras me parecía muy emocionante. Al llegar a la Escuela de Arte Dramático me di cuenta de que iba a perder todo eso y me daba una cierta nostalgia. Lo confieso, después hubo momentos en los que me pregunté por qué no volvía a la carretera con una compañía semiprofesional o amateur porque se hacían cosas muy interesantes.

¿No se ha arrepentido nunca de retirarse del cine?

En este momento, pienso que si no hubiera hecho esto, me hubiera faltado una pata de la silla. Esta es la parte de juglar que yo he estado buscando durante tantísimo tiempo y la he conseguido porque he hecho un espectáculo a mi medida que cualquier otro productor no hubiera aceptado. Se lo he ofrecido a otros productores que lo han rechazado y me han dicho que esto no vende. Quieren la obra típica, con la cabeza del cartel, el autor famoso y con un director más o menos conocido. Y poder hacer esta obra me ha despertado algo que yo creía que no tenía y estaba allí, escondido, deseando salir. La verdad es que me siento muy satisfecho de hacerla. Nunca sabes el motivo por el que pasan las cosas, pero a veces hay fuerzas inconscientes que se unen para que pase lo que tiene que pasar. Si yo no hubiera dejado el cine, esto no habría tenido lugar en mi vida. Es imposible cuando eres una estrella de cine, cuando estás acostumbrado a un glamur, a los coches de marca... No te vas de repente con un remolque, montas, descargas, recibes a la gente, la abrazas, las saludas en la puerta... Y, en realidad, eso es a lo que hemos venido los actores. 

¿Y cómo ve la situación del cine actual? 

El divorcio ha sido total y absoluto, no veo mucho cine, tengo que confesarlo, todavía me duele. Procuro ver clásicos, cine bien hecho, como ejercicio de terapia. El que se hace ahora no sé si está bien o mal, pero veo que tiene la misma pauta que el teatro y que no me gusta, una concesión permanente a un público, que encima no va a las salas. Es alucinante; es lo único que me atrevo a decir visto desde fuera.

Volviendo a Lorca, ¿qué tal se hubiera llevado Carmelo Gómez con el poeta granadino?

Ja, ja, ja... Yo hablo con Federico como si fuera un hermano. Incluso me dejo reprochar a veces, porque sé que hay cosas que no le hubieran gustado nada y otras que sí, pero en el fondo, todo lo que estamos haciendo él lo suscribiría, porque es una obra generosa, entregada, que no espera nada a cambio. Creo que era lo que él buscó y tuvo en su vida.