BILBAO. Trikitixaren historia txiki bat es “un regreso a la esencia” del folk vasco. Por ello, ayer, en su presentación pública, el músico bilbaino también regresó a su cuna, a Errekalde, el barrio en el que descubrió el pandero y la trikitixa. Y sus antiguos vecinos y amigos respondieron, al igual que el alcalde de Bilbao, en una cita que estuvo marcada por la emoción y que revolucionó el barrio. Al igual que Beatles, pero a pie de calle en lugar de en el tejado, Kepa y sus brujas ofrecieron varios temas en directo. “’ son una metáfora de la emoción y la ilusión de la juventud”, explicó. Foto: Oskar Martínez

BILBAO- Han pasado 35 años desde que aquel adolescente melenudo bilbaino empezó a tocar la trikitixa, partiendo del legado de clásicos como Rufino Arrola o Fasio pero sorprendiendo al circuito más tradicional del instrumento con sus ansias de renovación. Hoy, Kepa Junkera sigue “con la misma ilusión” gracias a su último proyecto, Trikitixaren historia txiki bat (Fol Musica), un CD-libro grabado junto al grupo Sorginak en homenaje a la triki y a sus pioneros. “Son casi 40 años de un viaje apasionante”, asegura el de Errekalde, para quien “la triki y nuestro folk son lo más exportable de Euskadi; me oyen y saben que es música vasca”.

35 años ya?

-Así es. Nunca he celebrado ninguna efeméride pero aprovechando que voy a cumplir 50 años en 2015 y que me di cuenta de que estoy aquí desde los 14 años, quise unir a la celebración este nuevo proyecto, en el que trabajo pandero, voz y triki.

Una triki que peina canas ya.

-(Risas). ¡Y bien que lo sabes tú! Las tengo hace tiempo, sí. Es un viaje largo, pero todavía continúa.

Impensable a finales de los 70 ¿no?

-Ni me lo planteaba. Fue una llamada, algo vital. Con 12 o 13 años, en Errekalde no me planteé hacer un disco siquiera. Estaba con la triki en romerías, pasacalles, tocando en cenas, bodas, txokos? hasta que subí a un escenario, grabé, viajé? Ha sido algo increíble.

Canas ahora, pero ¡vaya pelos se gastaba en la adolescencia!

-(Risas). Tenía las típicas peleas con mi ama, para que me cortara el pelo. Después siempre he buscado la comodidad para tocar en directo. Me bastan una camiseta y el pelo corto porque he desarrollado una fórmula de interpretación muy física. Necesito estar cómodo, aunque esas fotos de época son increíbles.

Melenudo y con una forma de tocar poco ortodoxa. ¿Recuerda aquellas suspicacias en los campeonatos de la época?

-Sí, fue un choque bastante grande. Alucinaban conmigo por los pelos y porque era de Bilbao. Iba con Zabaleta y Motriku, y resulté extraño para el mundo de la triki al ser de ciudad, ya que se relacionaba con lo rural y yo venía de Errekalde, un barrio de mezcla. De hecho, dos de mis aitites eran vascos, el resto de Santander y La Rioja.

Llevaba el folk vasco en la sangre.

-Sí, mi aitite tocaba el pandero y mi ama bailaba. Yo recuerdo a mi aitite y los fines de semana solía bajar de tocar en alguna fiesta y se tomaba unos txikitos al lado de casa. Allí escuchaba la triki, una música muy alegre que me atrapó.

¿Es esa la primera imagen que recuerda ligada a la triki?

-Sí. Por eso he hecho un montaje en el CD nuevo, con mi aitite tocando el pandero. Era allí, en la calle Goya. Y luego estaba mi ama, bailando siempre. Esa imagen es muy poderosa.

¿Y cuándo tuvo su primera triki en las manos?

-La primera la compré bastante más tarde. Yo vengo de una familia humilde y mis aitas hicieron un esfuerzo para que estudiáramos música, pero no había dinero para comprarla. Yo estaba en el grupo Beti Jai Alai, de Basurto, allí tenían bastantes y aprovechaba para tocarlas cuando iba a ensayar el txistu. Motriku (uno de sus primeros colaboradores) tenía un acordeón muy viejo y me lo dejó. Recuerdo ese día, en el que me volví loco en mi casa, sacando una canción de oído y tocándosela a mis amigos del barrio en la escalera.

Tuvo, por fin, “el ritmo en las manos”.

-Sí, eso es. Para mí, es un instrumento nervioso y rítmico. Trabajo melodías también, pero el ritmo es lo predominante en la triki. Dentro de la familia del acordeón, el bandoneón, por ejemplo, incita más a la melodía.

Las personas fallamos, pero la triki, como compañera de 35 años, imagino que no. ¿Siente necesidad de tocarla a diario?

-Sí, sí? tengo a la triki en la mente. Hay días que vas o vienes de viaje, o estás de promoción, y no la tienes cerca, pero está en la cabeza, la siento, la toco en la imaginación. Es algo muy bonito. Y yo, al contrario que los trikitilaris clásicos, no toco una canción igual nunca. Intento crear, no repetirme.

Y una forma de ponerse las pilas.

-Por eso estoy todavía con más ganas que nunca, sin aburrirme. No siento la rutina. Es que la motivación es vital, te da un plus de alegría importante para alguien que lleva tantos años tocando. Tuve la suerte de vivir la época dorada de la trikitixa con Fasio, Rufino, Laja? La motivación y la búsqueda de la ilusión deben ser vitales. Y eso me sucede ahora con este nuevo grupo, Sorginak, y este libro-disco nuevo.

Tras su aventura en ‘Galizia’ y las anteriores con músicos estatales e internacionales, ¿necesitaba ahora volver a las raíces?

-Sí, son contrastes que se buscan. Tenía esa necesidad de volver a la raíz de la triki y aportar algo más. La posibilidad era usar mi forma libre de tocar y jugar con las panderetas. Hay tonos no habituales en la triki en este disco.

El título se refiere a “una historia pequeña de la triki”, pero es un lanzamiento ambicioso.

-Me refiero a mi punto de vista. Es un trabajo divulgativo, mi pequeña historia. Cada música tiene la suya, y la mía está todavía por hacer.

Pero es reconocida fuera de Euskadi ya.

-He tenido suerte, sí. Me decía Antonio Carmona (Ketama) que los fandangos sonaban muy bonitos con la trikitixa. Él habla del Habichuela o el Güito y nos suena, pero no a ellos Laja, Epelde o Rufino. Debido a ese público que tengo en otros territorios, creo que tengo la obligación de intentar divulgar a los grandes de la triki, para que la gente los siga.

Con un sonido diferente, pero fiel a la tradición ¿no?

-Sí, este disco aporta matices diferentes, aunque a alguno le pueda sonar clásico. He jugado con la potencia y buscando un desarrollo en directo, gracias a las chicas. No quiero perder el factor de calle, pero con matices. Ya he tocado con baterías o bajo, he buscado la esencia.

En tiempos de Internet y globalización, ¿le ve recorrido a un disco que apela a las raíces y al polvo de las plazas en una romería?

-Yo tengo claro que es lo más exportable que tenemos. Tras tantos años de viajes, este patrimonio ha llegado al punto actual que, en mi caso, cualquiera que me siga sabe al escuchar la triki que es música vasca. Eso es una gozada. Busco esa raíz para crear y este disco es eso, quien lo oiga va a saber que está hecho aquí, en esta pequeña parte del mundo.