Fernando de Vicente ha convertido su pasión por la pintura en su forma de vida y desde hace casi cuatro años transmite y comparte sus conocimientos en Beittu Art Factory, un espacio que es su rincón de estudio, academia y a la vez punto de encuentro del mundo del arte.

Situado en la calle Artecalle de Durango, en este pequeño negocio ofrece clases de dibujo y pintura, cuadros y obra gráfica, enmarcaciones y material de bellas artes y los pocos ratos que tiene los aprovecha para pintar distintos rincones de Durango.

Licenciado en Bellas Artes, asegura que sus ilustraciones y creaciones son lo más simples posibles porque "estoy en un momento en el que no quiero romperme la cabeza porque me paralizo y no avanzo. Me cuesta mucho hacerme a un espacio, mi taller está en Berriz y me costó hacerme a este estudio, en el que te pueden interrumpir en cualquier momento. Cuando me fui acostumbrando necesitaba tener un tema y me fijé en aquello que me quedaba a 10 minutos".

De esa forma y en el último año, ha podido recrear con una profundidad, exactitud y realismo similares al de una fotografía, distintos puntos emblemáticos de Durango como Pinondo, el pórtico del ayuntamiento, Tabira o el kiosko de Ezkurdi. En cuanto a la técnica empleada relata que "lo que hago es sacar fotos, puedo tener miles y elijo en base a la luz, los rincones y detalles que quiero hacer, dibujo bien las sombras y ajusto al máximo la pincelada, por lo que puedo tardar entre 3-4 días por cuadro".

El artista, de 54 años y residente en Berriz, recuerda sus inicios en el mundo la pintura cuando apenas tenía 14 años cuando sus padres le regalaron "una caja de pinturas que les había obsequiado el pintor Eguiluz por haber adquirido un cuadro suyo". Sus primeras pinceladas fueron para recrear "un bodegón de una manzana, una naranja, una botella de vino y de fondo un cuadro donde aparecía un monte y mi ama todavía lo conserva" y lo que empezó como una actividad extraescolar se fue convirtiendo en su gran pasión y forma de vida.

Cuatro décadas después sigue afirmando que "disfruto pintando, me gusta mancharme y salsear con la pintura, aprender también de los fracasos y de los cuadros que se quedan a medias, ver ángulos y formas donde otros solo ven un árbol".

Amante de los pintores del siglo XIX y del XX, reconoce que en los últimos años el mundo de la pintura ha podido perder el valor que tenía en sus inicios. "En los últimos años, todos sacan fotografías y todo se mira de otra manera y para muchos igual un cuadro deja de tener sentido, pero para mí la pintura y el hecho de trabajar despacio te obligan a ver las cosas de otra manera. Es la química de los pigmentos, cada pincelada y no vale cualquier cosa".

Fernando de Vicente tiene claro que "ahora mismo si pienso en vender o en exponer cuadros, no pinto" por lo que sigue inmerso en el disfrute y esta devoción por la pintura le ha llevado a compartir sus conocimientos y técnicas incluso con los más pequeños.

Todas las tardes, compagina sus horas de trabajo enseñando las distintas formas de ver y entender la vida a través de nuestros ojos. "Son clases para desarrollar la habilidad y la técnica. Cuando ves una figura en vez de ver una persona estás viendo cilindros, cubos esferas y tengo distintos grupos de edad. Por ejemplo, hay muchos chavales que quieren dedicarse a la creación de videojuegos y vienen aquí a coger unas primeras técnicas y herramientas. Por otro lado, a los más pequeños que es el grupo de 6-12 se les enseñan cosas básicas de la pintura, más de iniciación, como primera toma de contacto con la pintura", apunta.

Entre sus asignaturas pendientes, asegura que tiene en mente el poder pintar la Basílica de Santa María por dentro y comenzar a contar historias a través de sus cuadros con personas para que "la gente sea lo importante y que la imagen pase a ser el fondo".