Axel y Laura esperan un bebé para primeros de julio. Un momento de felicidad que viven con total "angustia y preocupación". Como ellos, al menos una decena de parejas vascas, que están a la espera del proceso de gestación subrogada en Ucrania, se encuentran en esta misma situación.

El bebé de Axel y Laura se llama Mikel. La preocupación de esta pareja no es solo por el hijo que esperan, sino con toda la familia de Yulia, la gestante, residente en la localidad de Jersón, al sur del país. Mantienen un contacto diario con ella y su familia. "Estan bien, pero la ciudad está ocupada por el ejército ruso. No se puede meter ayuda humanitaria, tienen horarios para salir de casa. Están secuestrados; por eso la situación es muy angustiosa", narra Axel quien insiste en que lo están pasando "fatal, tanto por nuestro bebé como por la propia Yulia y sus dos hijos". "No podemos ni dormir por la noche", reconoce.

El contacto que mantienen desde el inicio del proceso les ha llevado a considerarse como familia. "Hay una relación muy cercana, un vínculo muy especial. Y, de hecho, es para toda la vida", explica la pareja. Su mayor deseo ahora es que a Julia y sus dos hijos, los hombre no pueden salir del país, puedan acceder a un corredor humanitario y salir de Ucrania. "Sé que todo va a salir bien, pero no sé cuando", se estremece Axel.

La pareja habría acudido en diferentes ocasiones a Ucrania, como hacen habitualmente las que recurren a este método de reproducción asistida. Pero esa imposibilidad y la propia guerra, les mantienen ese estado de angustia constante. "Ahora, en esta situación yo no puedo ni salir de trabajar e ir a tomarme una cerveza. Mi conciencia no estaría limpia", describe. "Cada segundo del día estoy pensando en Yulia y su familia", insiste.

El de Axel y Laura es el caso de decenas de familias que han recurrido a la gestión subrogada en Ucrania, un país muy exigente a la hora de iniciar el proceso. Las parejas deben ser heterosexuales, estar casas y justificar medicamente no pueden concebir hijos, además de que la gestante debe dar el "visto bueno" a la pareja. "Tengo una enermedad crónica, estuvimos seis años intentándolo, pero no puedo gestar", explica Laura. De ahí que recurrieran a esta técnica de reproducción asistida.

Además, entre los requisitos que pone Ucrania, los óvulos en ningún momento pueden ser de la gestante, sino de la futura madre o de una donante, el semen siempre tendrá que ser del futuro padre.

También las familias que han sido madres y padres con anterioridad al conflicto viven en la misma situación. "Tenemos una relación diaria. Nuestra gestante es nuestra familia", explica Itziar, una madre, desde hace cuatro años, por gestación subrogada, residente en Basauri. "Hemos querido ir a la frontera a por ella, para que viva aquí con nosotros, aunque, finalmente Tatiana, ha podido trasladarse a Polonia con su bebé de un mes y una niña de 10 años", explica.

"Nuestra gestante es maravillosa, es mi ángel, nos ayudó a todo", expresa Itziar. Es, en resumen, la estrecha relación existente entre las gestantes y las parejas. "La relación queda para siempre"corrobora Pablo Bilbao, portavoz de Gure Umeen Ametsak