Proteger las captaciones de agua de los destrozos forestales, que las enfangan y ciegan, perdiendo así unos litros de agua básicos para barrios rurales y pequeñas explotaciones agrarias, es el objetivo del catedrático de Hidrogeología de la Universidad del País Vasco, Iñaki Antigüedad. Actualmente trabaja en el proyecto Life Urbaso, patrocinado por la Unión Europea, para medir la influencia de la política forestal sobre la calidad de las aguas.

Cuando llueve siempre se arrastran sedimentos, "eso pasaba ya en la época de Noé", bromea Antigüedad. El problema hoy se agrava porque con malas actuaciones de política forestal se remueve la tierra y se duplica o triplica el fango que llega a los pequeños manantiales. "En muchos sitios donde hay captaciones hay plantaciones de árboles detrás, y la extracción maderera se hace con un incumplimiento importante de las normas. Se abren pistas de cualquier manera, se saca la madera con maquinaria pesada, todo eso implica que cuando llueve fuerte se produce un chocolate que acaba en la captación". La consecuencia son manantiales de agua cerrados por exceso de turbidez, depósitos enfangados y plantas potabilizadoras pequeñas que no tienen capacidad de limpiarla.

Clausurar el manantial unos días supone renunciar a cinco o diez litros por segundo, una cantidad pequeña, pero que para un municipio rural "no tiene precio, sobre todo en verano". Las aguas turbias de fangos también producen, al entrar en contacto con el cloro de las potabilizadoras, unos compuestos llamados trihalometanos que en Europa son considerados contaminantes emergentes", que antes no se tenían en cuenta "y pueden ser nocivos". Un motivo más para evitar que los limos lleguen a las captaciones.

"Queremos establecer unas zonas de protección a diferentes distancias encima de las captaciones, unas zonas de prioridad hidrológica donde el objetivo no sea sacar madera sino producir agua de calidad", explica el catedrático. "Alemania protege sus captaciones: si tienen bosque alrededor, el objetivo de ese bosque es producir agua de calidad y no se puede hacer intervención maderera. No estamos en contra de producir madera, pero limitemos lo que se pueda hacer, cualquier sitio no vale para plantar", añade.

Más con el cambio climático: "tener cuatro o cinco litros por segundo para barrios, eso es un recurso que no tiene comparación. Hay que dar prioridad a la calidad del agua sobre la explotación maderera". Antigüedad mide este problema en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, una zona con docenas de pequeñas captaciones. El proyecto Life Urbaso aspira a demostrar en cuatro años con datos este problema y regular la gestión de las plantaciones forestales, porque "la madera puede tener sustitución, el agua no la tiene", concluye.

"No estamos en contra de producir madera, pero cualquier sitio no vale para hacer plantaciones"

Catedrático Hidrogeología de UPV/EHU