BILBAO - Claret Enea, en el corazón de San Francisco, ya tiene todo preparado para convertirse en el hogar de veinte personas en riesgo de exclusión para quienes este alojamiento quiere ser algo más que un techo. Las trece habitaciones habilitadas para albergar a este colectivo se preparan estos días con la esperanza y la ilusión de que esta casa sea el tránsito hacia la normalización de sus vidas. Vivirán con autonomía y en convivencia y contarán con el apoyo y el seguimiento de su estancia tanto por educadores en la casa como por los asistentes sociales municipales. El objetivo que persigue esta iniciativa es ayudarles a superar una etapa y ofrecerles recursos para la recuperación de la normalidad.

Los propios responsables de los servicios sociales del Ayuntamiento de Bilbao valoran los casos de quienes van a inaugurar este servicio de alojamiento para personas en riesgo de exclusión. La casuística es tan variada como los derroteros que llevan a la pobreza o la marginación. Los primeros inquilinos que se valoran son el caso de un padre de 62 años con una discapacidad que vive con una hija de 29 años. También se incluye el caso de dos hermanas de 26 y 23 años, en donde una es la cuidadora de la otra.

Junto a ellos están los expedientes de otras familias para entrar en Claret Enea: el caso de una madre con tres niños, y también el de un matrimonio con cuatro menores. Podrían integrar esta nueva comunidad familiar una madre que está sola, pero tiene un hijo en los servicios de la Diputación de Bizkaia, y un chico joven que está solo.

Pueden ser estos grupos u otros de perfiles parecidos. Solo hay algo que tendrán en común, además de la necesidad de ayuda para tener un techo digno, y es el compromiso de realizar un itinerario de inclusión social y sociolaboral u ocupacional. El concejal de Políticas Sociales, Iñigo Pombo, resume con claridad la complejidad de estas situaciones, “Este es un paso, pero no el definitivo”.

Y es así como nace este nuevo servicio de alojamiento que gestionará la comunidad de los claretianos en el edificio que ya tienen en la plaza Corazón de María y por donde estos días pasan muchos peregrinos.

La casa se irá habitando poco a poco bajo el esquema de vivienda tutelada para este colectivo de personas castigadas por la pobreza. Ya está prácticamente finalizado y acordado con los claretianos el contenido del proyecto y ahora se ultiman los retoques para que la convivencia resulte fácil y la casa, un hogar.

Las trece habitaciones de las que dispone este recurso municipal son de diferentes tamaños, de manera que puedan acceder personas individuales, parejas sin especificar el parentesco, es decir, madre e hijo, dos hermanas, padre e hija... que son, precisamente, algunos de los casos que se están valorando a propuesta de las asistentes sociales. En cualquier caso, los usuarios empezarán a entrar en Claret Enea de manera progresiva, “porque la experiencia dice que en los recursos residenciales hay que hacer una ocupación progresiva, ya que el ambiente que se crea es importante, así como la vinculación con las personas”, expone Pombo. “No es un almacenaje de personas ni de familias, por lo que se debe hacer poco a poco. No es un hotel que se abre y se puede llenar todo”, añade Txema Duque, subdirector de Servicios Sociales. Por eso mismo, el proceso de selección de los habitantes de Claret Enea está siendo muy personalizado de manera que se cree un vínculo a través del cual se construye la confianza y toda la relación.

El funcionamiento

El diagnóstico social que determina qué personas son idóneas para entrar en este alojamiento utiliza el instrumento del Gobierno vasco que define quién está en riesgo de exclusión. Los servicios municipales de base serán los profesionales que gestionarán su ingreso y también dirigirán un plan de atención personalizada.

Una vez formalizado el ingreso se establecerá un periodo de adaptación de en torno a un mes. El profesional que sea referencia en este tiempo en el centro, con el plan personalizado de la trabajadora social y su diagnostico, hará una programación individual para concretar con ellos los objetivos propuestos.

Claret Enea está concebida como un centro de estancia media en el que sus inquilinos pasarán una media de seis meses prorrogables a otros seis. “Como vamos a hacer un seguimiento del proyecto bastante cercano, mensual, iremos viendo las necesidad de estas personas o familias”, señala Duque.

“Hay que tener en cuenta que estamos en un proceso de inclusión, por eso no puede ser el paso definitivo. El objetivo es la vivienda autónoma”, aclara Pombo. La valoración mensual que hagan los educadores sociales estará contrastada con otras reuniones cada tres o cuatro meses con la trabajadora social que acompañe cada caso. Los responsables municipales quieren que personas que se encuentran en una situación muy precaria de alojamiento y que además necesiten un apoyo y acompañamiento social para desarrollar sus propias habilidades y llegar a una situación de normalización no solo a nivel de vivienda también en formación, habilidades personales e incluso a nivel económico. De hecho este tipo de recursos se caracterizan por tener una baja intensidad de apoyo, “es decir que la gente es autónoma”, aclara Pombo.

En la casa habrá personal pero no las 24 horas el día. “No queremos que sea nada estático. Puede haber un apoyo en las primeras horas de la mañana, cuando la gente empieza sus actividades; habrá algo de apoyo en los horarios centrales del día y puede que al atardecer también haya presencia profesional. Este es el esquema con el que partimos”, explica Duque.