SUPUSO una convulsión, todo un terremoto que movió los cimientos del arte vasco, anclado hasta entonces en un universo figurativo y llano. Cuentan las crónicas que todo empezó algo antes, quizás desde el regreso en 1948, de Jorge Oteiza de su exilio. Ahí comenzaron a verse los primeros amagos renovadores en la plástica vasca. En 1951 Eduardo Chillida regresó de París y un año más tarde, en 1952, volvieron de su exilio Agustín Ibarrola y Néstor Basterretxea. Así, poco a poco, fueron creándose las vanguardias, grupos como Gaur, Hemen y Orain, embrión de lo que fue dado en llamarse la Escuela Vasca de Arte, allá por los años sesenta. Eran días convulsos en los que el arte vasco alzó la voz. No podía, no debía, seguir callado.
En la conmemoración del cincuenta aniversario de la Escuela Vasca de Arte, la galería Lumbreras ha decidido organizar una exposición homenaje a aquellos tiempos, donde se produjo una ingente concentración de talentos y, sobre todo, de genialidad, ese punto extra que permite dar un paso adelante cuando el talento ya no alcanza. La muestra presentada ayer por Juan Manuel Lumbreras junto a su hija, Begoña Lumbreras, acoge obra de Amable Arias, José Luis Zumeta, Rafael Ruiz Balerdi, José Barceló, Bonifacio Alfonso, Iñaki García Ergüin, Agustín Ibarrola, Juan Mieg, Carmelo Ortiz de Elguea, Ramos Uranga, Teresa Peña, y los escultores Eduardo Chillida, Néstor Basterretxea, Vicente Larrea, Rafa Mendiburu y del propio Jorge Oteiza, padre del movimiento, fue todo un recreo para los ojos, un suculento banquete para los sentidos.
amor al arte Numerosos amantes confesos del arte acudieron ayer a la puesta de largo de la maravillosa exposición, desde el cineasta Pedro Olea a Carmen Erdozia, viuda del pintor Gabriel Ramos Uranga, pasando por Alfonso Carlos Saiz de Valdivielso, Rosa Rozadilla, Víctor Allende, Maribel Aiarza, el escultor Mikel Lertxundi; Karmele Ayo, y Javier Imaz, promotores del museo Teresa Peña de Entreambasaguas de Mena, Teresa Querejazu, Jesús Jauregi, Alberto Ipiña, Begoña Bidaurrazaga y así toda una corte de admiradores de aquellos pioneros que rompieron las barreras del silencio, las más duras murallas para el derribo.
No fueron los únicos presentes en una tarde para los recuerdos y la recreación en la contemplación de la muestra. A la cita tampoco faltaron María Villaverde, Ignacio Lumbreras, Tim Janz, Concha Badiola, Begoña Bilbao Antepara, Alicia Garmendia, Javier Artetxe; Agueda, Esteban e Ibone Ramos, Yolanda Arduengo, Txabi Palacios, Gorka García Ramos, Anton Hurtado, Juan Moreno Lombardero, María José Darriba, José Luis Otaegi y así toda una legión de nombres propios que desfilaron por la galería para regodearse en la ensoñación de aquellos transgresores años sesenta, donde el arte alcanzaba su punto de ebullición en estas tierras y, de paso, rendir tributo a unos hombres y mujeres que dejaron huella en el camino, una pisada que no se borrará jamás de la memoria.