Transporte a la modernidad

Pronto se cumplirán 125 años de la llegada del tren a Balmaseda. Desde el 5 de diciembre de 1890 el Ferrocarril del Cadagua conectaba la villa encartada con Zorrotza. Solo dos años más tarde, entraba en servicio el tramo del tren de La Robla comprendido entre Balmaseda y Espinosa de los Monteros. Construido “sobre todo para llevar el carbón de las cuencas mineras del norte de León y Palencia a los centros industriales de Bizkaia”, según explica el historiador y primer director del Museo Vasco del Ferrocarril, Juanjo Olaizola, acabaría transportando algo más: un profundo cambio en la localidad.

Supuso “abrir Balmaseda al mundo, facilitar los intercambios de personas, mercancías e ideas”. En definitiva, “pasar de un mundo rural a otro industrial, el desarrollo de la conciencia de clase, la aparición de los primeros sindicatos, etcétera”. Otra vez la ubicación geográfica de la localidad jugaba a su favor, consolidando su “papel estratégico” dentro del trayecto que terminó por cubrir 284 kilómetros al completarse toda la línea en 1894. Balmaseda sirvió de enlace entre dos empresas, el Ferrocarril del Cadagua y el de La Robla y, además, allí se situaron los talleres principales de esta última “para el mantenimiento de todas sus locomotoras, trenes y vagones tanto de mercancías como algunos coches de viajeros para su propio servicio y de terceros, lo que generó un importante centro industrial”, señala Juanjo Olaizola.

En su etapa más productiva, la fábrica llegó a emplear a “unos dos centenares de trabajadores”. Muchos se mudaron a la villa desde otros municipios por los que discurría la línea por las mejores perspectivas que ofrecía una mayor actividad. Durante la jornada laboral no tardarían en adoptar un plato integrado desde entonces a la identidad del municipio hasta el punto de contar con un monumento al lado del frontón. No es otro que la putxera de alubias. “En absoluto se cocina exclusivamente allí”, puntualiza Juanjo Olaizola, que conoce ingenios similares en museos ferroviarios de Gran Bretaña y Portugal.

También abundan a lo largo del trazado del tren de La Robla concursos como el de las fiestas patronales de San Severino, que tendrá lugar el 23 de octubre -el año pasado se batió el récord de participación con 200 cuadrillas inscritas-. “En Cistierna o Mataporquera hay certámenes de putxera, aunque allí al recipiente se le llama olla”, compara. En cualquier caso, su funcionamiento no varía: “se forra una olla metálica de modo que se conforma una cámara en la que se introducía el vapor de la caldera”. Con el traqueteo de la locomotora “se cocinaban lenta y pausadamente los mejores cocidos”.

El Ferrocarril del Cadagua y el de La Robla “funcionaron de forma independiente durante más de ochenta años, aunque a veces se los confunda”. Los trenes que llegaban a Balmaseda procedentes de la localidad leonesa continuaban por la línea del Cadagua, después Santander-Bilbao, hasta a estación bilbaina de La Concordia cuando transportaban pasajeros o los muelles de Zorrotza si se trataba de mercancías.

Debido al desacuerdo con los peajes que la línea de Santander-Bilbao, más enfocada a viajeros que a industria, cobraba a La Robla por usar su vías hasta Bilbao, La Robla inauguró en 1902 su propio tendido de 28 kilómetros desviando por Lutxana los trenes que se dirigían a la ría y Altos Hornos con un nudo de conexión en Irauregi, perteneciente a Alonsotegi, “para los viajeros que seguían hacia La Concordia”. Por último, en 1923 la compañía extendió la ruta a León capital.

El tren de La Robla, que se sobrepuso a la voladura de los puentes sobre el río Kadagua, claudicó ante otros factores que precipitaron su declive, al menos con un fin industrial: el desarrollo de las comunicaciones por carretera y la competencia que representaban “el desfase que generaba el incremento de los gastos de explotación, la progresiva sustitución del carbón por otras fuentes de energía y la consiguiente caída de la demanda”, enumera Juanjo Olaizola.

En 1972 el Ferrocarril Bilbao-Santander y La Robla se integraron en FEVE. La empresa estatal prescindió del trazado entre Balmaseda e Irauregi de La Robla, por lo que la actual línea de cercanías de pasajeros, ya gestionada por Adif, discurre a lo largo de 32 kilómetros “a través de las vías de Bilbao a Santander”.

Por las mismas vías Podrán ver los mismos paisajes que viajeros y maquinistas de entonces las personas que se apunten a la excursión en tren prevista para el 17 de octubre en el marco de las Jornadas Europeas del Patrimonio, organizadas por la Diputación Foral de Bizkaia, municipios y entidades culturales y con el mineral de hierro como hilo conductor de las actividades previstas.

A las 10.00 horas partirán de la estación de La Concordia en dirección a Balmaseda. Durante el viaje miembros de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública resumirán la historia del ferrocarril de La Robla antes de visitar sus talleres al llegar a la estación de destino. Después, degustarán una putxera de alubias en Boinas La Encartada -para lo cual habrá que pagar 18 euros- y verán en funcionamiento maquinaria de la antigua fábrica textil reconvertida en museo.

Además, el 15 de octubre Juanjo Olaizola impartirá una charla a las 19.00 horas en la kultur etxea de Balmaseda sobre los trazados ferroviarios de vía estrecha de Bizkaia fundidos en su momento con la industria del hierro. Al margen de las líneas que han podido adaptarse, “en Enkarterri existen otras hoy fuera de servicio, como el tren que enlazaba Castro Urdiales y Alén, un barrio minero de Sopuerta, el Sestao-Galdames o el desaparecido ferrocarril minero que conectaba Castro Urdiales y Traslaviña, en Artzentales”, precisa. Justo hoy una marcha atravesará lo que fueron las vías de este último, transformado en vía verde para el senderismo. Para las actividades de Balmaseda se requiere concertar una reserva previa llamando al teléfono 946800778.