Zeanuri - Aunque su profesión es la de profesor, el autor del libro Arratia en la tarjeta postal pasa gran parte de su tiempo en una pequeña estancia de su casa de Zeanuri, que ha pasado a convertirse en su despacho. Allí, frente al Txoko Sagarna, piensa en la forma de dar a conocer fuera de sus fronteras el valle en el que ha vivido siempre y del que es su familia. “Es que aquí hay muchas cosas pero muy poco conocidas”, explica siempre. La nueva publicación que ha hecho llegar a las librerías le está ayudando a difundir el patrimonio de la comarca por toda Bizkaia. Y es que, el libro ya se vende fuera de Arratia, en tiendas como Astarloa o Kirikiño. Los 500 ejemplares que ha editado, además, están escritos íntegramente en euskera. “Es una apuesta personal mía”, confiesa.

¿Cómo se le ocurrió la idea?

-Siempre he tenido afición por la fotografía y las antigüedades. Cuando iba de viaje, veía en algún mercado alguna fotografía o postal de Arratia y la compraba. Me llegué a juntar con muchas y empecé a coleccionarlas. En el libro hay 89, aunque algunas no las tengo yo, las he tenido que pedir.

¿Por qué postales?

-La postal es una fuente iconográfica esencial para conocer paisajes, costumbres, monumentos, a qué se dedicaba el tiempo libre... Por ejemplo, hay imágenes de cómo jugaban a cartas en Lemoa o Zeanuri, a los bolos, cómo trabajaban el campo con los bueyes o imágenes que muestran las sencillas maneras en las que pasaban las tardes de los domingos. También se muestran las escuelas de barriada que levantó la Diputación de Bizkaia en los años veinte. En Arratia había once de estas instalaciones, una de ellas en el barrio de Oba, Dima.

Ha estructurado el libro por pueblos. Aparecen todos desde Bedia hasta Zeanuri.

-Sí, es una forma de ver cómo han evolucionado. Muchos de los cambios que ha sufrido Arratia en cien años están recogidos en las postales. Antes no era como ahora que mandamos mails, antes se enviaban postales. Era un gran negocio. Se publicaban millones de ellas con millones de imágenes.

Pueblo a pueblo, ¿cuáles de estos cambios se pueden apreciar en el libro?

-En Bedia se pueden ver los caseríos, cómo estaban entonces, en la década de 1910. Cómo eran las calles, de tierra, y la vestimenta de los vecinos.

¿En Lemoa?

-En Lemoa hay una foto muy bonita a color de la iglesia y otra curiosa que está editada por foto Lux y que es especial porque tiene un fallo: se titula Amorebieta, camino de la romería, y resulta que es una imagen de Lemoa. Nos hemos dado cuenta porque hemos identificado el árbol que sale detrás de un grupo de personas así como a esta gente que aparece y que están delante del caserío de la familia Betzuen. También se puede ver la trinchera de Peña Lemona, retratada por Ojanguren, un fotógrafo nacionalista pero que al entrar el bando nacional tuvo que trabajar para ellos sacando fotos. Hay otra postal, esta es un dibujo, que muestra el viejo puente del municipio sobre el río Arratia.

De Dima hay postales curiosas.

-Sí, hay hasta una de una corrida de toros, de las que se hacían en la plaza de Ugarana en fiestas. También aparece la antigua bolera de la plaza, esta ya no existe, como la escuela de barriada en Oba.

De Igorre tiene una postal muy antigua.

-Es anterior a 1906 y muestra la iglesia del municipio. Esta y otra de Areatza, son las más antiguas que tengo. La de Areatza, además, tiene un punto a favor que es que fue enviada a Alemania, está escrita por un alemán que quizá fue a Villaro al balneario, al que antes iba cantidad de gente, la mayoría pudiente. De Igorre también hay una en la que aparece la escuela de Santa Lucía.

¿También ha encontrado postales de Arantzazu?

-Sí, la colección incluye dos imágenes del puente, aunque una tiene mal puesto el título ya que sitúa a Aránzazu en Yurre. De Artea y Areatza hay más, a cuenta del seminario que había en el primero y del balneario del segundo.

¿Un seminario en Artea?

-Era el Seminario Menor de Nuestra Señora de Begoña que se situaba por donde está el batzoki, más o menos. Para hacerse publicidad, publicaron una tirada de 15 postales en las que enseñaban sus dependencias: las cocinas, las habitaciones, a los niños jugando en el patio... Luego pasó a manos de los gabrielistas, que lo convirtieron en colegio. De Artea también destacan las imágenes generales, en las que se ve que no hay árboles, porque antes se trabajaba más la tierra, no se dedicaban a la explotación forestal.

En Areatza, el balneario era lo más visitado.

-Sí, hay una imagen de un grupo de jóvenes de clase alta, que han acudido a Areatza por el balneario. Se les reconoce por su forma de vestir, totalmente diferente a las txapelas y camisolas de los lugareños. Pero también se inmortalizaron más cosas. Una es anecdótica porque sale una pareja, de en torno a 1.910, que salía de casa para ir a la feria ganadera que había todos los sábados. Y están identificados en la postal como Eustáquio y Nicolasa, pero no es cierto. Él sí es Eustáquio Orue pero ella es Sotera Agirrezabala del barrio Egileor, de Zeanuri, que seguramente acudió a Areatza a vender lechones.

¿Hay más vecinos identificados en el libro?

-Sí, en Zeanuri. Está Esteban Astondoa, de chaval, trabajando en el campo. Luego el pobre murió en un bombardeo que cayó en el municipio en la Guerra Civil. También están mi abuelo y mi bisabuelo, Gregorio y Gabriel Bengoetxea, con los bueyes. Además, sale la antigua bolera, y un montón de imágenes de principios de siglo. Muchas tenemos que agradecérselas a Felipe Manterola, el fotógrafo de Zeanuri que regentaba el estanco y el café. En Zeanuri tuvimos la suerte de tener a este vecino que hasta hizo fotografías para casas de postales extrajeras, de Alemania o Francia.

¿Cómo ha conseguido editar el libro?

-Está autoeditado. He contado con el apoyo de la Diputación de Bizkaia. También agradezco al Ayuntamiento de Areatza, que ha comprado libros para regalar a las visitas.

¿Cuál es su próximo reto? Porque usted no es de quedarse quieto.

-Hay que vivir el presente, mirando hacia el futuro pero conociendo el pasado. Ahora estamos viendo que las ciudades están volviendo a los tranvías. Por ello, creo que merece mucho la pena hacer un homenaje al tranvía de Arratia.

¿Por qué ahora?

-Se va a cumplir el 50 aniversario de su desaparición. Tenemos material, sobre todo fotográfico, sobre este medio de transporte. Quisiera abrir una exposición, pero conlleva un coste. A ver si alguien ayuda.