BILBAO. El niño Ibai Uriarte, de cuatro años, vecino de Galdakao, se debate estos días entre la vida y la muerte con la esperanza de que llegue un trasplante que le permita recordar estos momentos como un mal sueño. Necesita un intestino, un páncreas y un bazo, casi nada. A cambio, le sobran ganas de vivir.
La carta a Olentzero de Ibai Uriarte es muy distinta de la que están escribiendo estos días los niños de su edad. La angustia de esta familia de Galdakao tampoco tiene punto de comparación.
Ibai, de 4 años, nació como cualquier otro niño o niña. Hace dos semanas, le llevaron a su pediatra en Galdakao, quien detectó que el niño tenía un bulto en el costado de la tripa. Sus padres, inmediatamente, fueron al hospital de Cruces donde descubrieron que Ibai tenía un feto. "Al parecer el niño tenía un gemelo que no llegó a nacer pero que quedó dentro y que ha ido aumentando su tamaño a medida que Ibai crecía", relata su tío, sin ocultar la extrañeza que a la propia familia le ha supuesto todo esto. En estos momentos tenía ya un cuerpo extraño de 700 gramos.
Lo que parecía que iba a ser un caso extraño de esos que recogen las revistas científicas pero para los que la cirugía tienen una solución rápida se ha complicado.
Hace dos semana el niño fue sometido a una operación en el hospital de Cruces. "Parecía que todo se resolvería extirpándole ese tumor que había crecido en el interior de Ibai, pero las cosas se complicaron", dice su padre, consternado. Los médicos se dieron cuenta de que ese cuerpo extraño había generado otras lesiones más complicadas de resolver al pequeño Ibai. Inmediatamente fue trasladado al hospital La Paz en Madrid. "Fuimos de madrugada y pudimos llegar a pesar de la nieve. Aquí se encuentra, según nos han dicho, el mejor especialista en trasplantes. Pero la situación es muy complicada", dice Javi, su padre, que aprovecha estas páginas para hacer un llamamiento en busca de los órganos que necesita su hijo.
Ibai tiene estables las constantes vitales. "Es una carrera contra el tiempo", advierte. La naturaleza es sabia y de momento ha hecho que Ibai desarrolle unas defensas que son las que mantienen sus constantes. Sus padres y su hermano Gorka no pierden la esperanza.