Encarna Herrera es comerciante por vocación. "Llevo toda la vida dedicándome a asesorar a la mujer, vistiendo fundamentalmente a las madrinas de boda", relata la protagonista de esta historia. Tras casi cuatro décadas al frente de la boutique Modas Gay de Bilbao, a Herrera, le ha llegado el momento de jubilarse. "Me da pena cerrar porque son muchos años tratando con la gente y moviéndome en este mundo. He vivido por y para esta tienda. Me he dejado el cuerpo y el alma, pero los ciclos se terminan", afirma Herrera. Con tan sólo dieciséis años le dijo a su padre, también comerciante, que no quería estudiar sino trabajar en la tienda que regentaba su familia en la bilbaina calle Conde Mirasol. "Mi padre quería que fuese maestra como mis tías, pero a mí no me gustaba estudiar. No lograba concentrarme y tampoco tenía capacidad para ello", relata Encarna.Tenía tan claro lo que no quería ser como a lo que deseaba con fervor dedicarse.
Pasaría tiempo hasta lograr su sueño. Con sacrificio, esfuerzo y dedicación, Encarna lo consiguió. A sus padres no les quedó más remedio que hacerle un hueco en la tienda que tenían en Bilbao La Vieja. Pero eso sí, la jovencita no tendría privilegios por ser la hija del jefe. "Mi padre fue claro: No te creas que por ser hija del jefe lo vas a tener más fácil, ¿eh?, le dijo su progenitor. "Nunca me faltó de nada, pero tenía que trabajar si quería ganar. No pienses que vas a comer de la sopa boba", era otra de las frases de su padre.
Y así fue. Su sudor le costó conseguir hacerse un hueco en este complejo mundo del comercio al que hay que dedicarle mucho tiempo y en el que hay que aguantar otro tanto. Su padre cumplió con lo dicho: "¿Qué quiere dejar de estudiar? Pues bien, te vas a ganar el sueldo a base de trabajo". Pero a Encarna el trabajo nunca le ha dado miedo.
Aparcó los lápices y el cuaderno para aprender con rigor los entresijos de una profesión que le ha reportado grandes satisfacciones y también "algún pequeño disgustillo", pero están superados, comenta la mujer. Se queda con lo bueno. Con 16 años empezó a trabajar en los almacenes El Faro, un negocio muy conocido en el Bilbao de los años 60. "En general mi experiencia ha sido muy positiva. He conocido a mucha gente y he labrado grandes amigos", hace un inciso en la conversación. En los primeros años trabajando de comerciante le tocó hacer un poco de todo. Desde colocar escaparate a golpe de martillo, a levantar pesadas baldas de madera, limpiar cristales, barrer, cargar cajas... "Soy comerciante de vocación y sé lo que cuesta ganar unos duros", afirma con orgullo.
Con el tiempo la joven comerciante fue ganando en experiencia y fidelizando a los clientes. Pero quería crecer profesionalmente. Necesitaba abrirse a nuevos horizontes y decidió abrir otra tienda. Encarna se enteró de que en la calle Víctor una señora mayor traspasaba una boutique que se llamaba Modas Gay. Se acercó una mañana al Casco Viejo y le dijo a la señora que estaba interesada en quedarse con el negocio. "A Pilar le caí bien. Era una mujer selecta, una señorita elegante que llevaba muchos años atendiendo a la gente y que no quería traspasar su negocio de moda de mujer a cualquiera que se presentase por allí", cuenta.
Encarna se ganó su confianza y continúo labrando su carrera, pero especializándose en ropa de mujer. Se puso en contacto con proveedores de ropa de calidad y firmas internacionales. Llenó la boutique de camisas de telas exquisitas, de trajes con diseños variados, coloristas y exclusivos que hicieron las delicias de las mujeres de Bilbao y alrededores. El local era pequeño. Los vestidores eran diminutos, pero por allí pasaban señoras a las que les gustaba vestir bien. "Recuerdo cuando vendía trajes de 39.995 pesetas, que sentaban en el cuerpo de las señoras como guantes de seda".
Encarna necesita estar activa. "Si me aburro, tengo que cambiar", reconoce. No sabe estar quieta, por eso, a principios de los ochenta aprovechó que el local de al lado se vendía para agrandar la boutique. "Fue una inversión muy importante, pero necesitaba hacerlo", cuenta. Pero lo que no esperaba es que las inundaciones del 83 destrozarán prácticamente su local y dejará invendible la ropa que tenía en su interior: "Aquello fue un golpe duro. Yo estaba en Brasil y recuerdo cuando llegué a Bilbao. Todo lleno de barro. La ropa hundida... Frente a la tienda, montañas de prendas de vestir...", recuerda.
Pero Encarna se hizo aún más fuerte. Con renunciar no iba a conseguir nada. Volvió a empezar y sus clientas de toda la vida regresaron a su boutique. "Una madre y su hija, a las que les había fiado una prenda, vinieron para pagarme porque me iba a hacer falta. Recuerdo la imagen en la puerta de la tienda, como si fuera hoy", cuenta con la voz entrecortada.
Con los años, Modas Gay se especializó en madrinas de boda. "No sabría decir a cuántas madrinas he asesorado. Son innumerables", indica. "Algunas madrinas piensan que cuanto más llamativas van más guapas van a estar, y eso no es así. Siempre les he dicho que en la sencillez se esconde la elegancia", aconseja. Ella sí que es toda un hada madrina, pero de la moda.