Bilbao

Las migajas de sus generosas meriendas permanecen sin barrer en los pliegues de la memoria colectiva. Los obsequios intangibles, en cambio, ocupan un lugar preferente en el corazón. Una mano tendida al recién llegado, una felicitación susurrada al oído, un tirón de orejas con afán corrector... Antes de bordar sus crónicas, siempre al filo del cierre, José Luis Iturrieta se entregaba sin prisa a sus compañeros de DEIA, con quienes compartía, además de su sabiduría, pequeñas porciones de cariño y atención. Agradecidos, ahora son ellos quienes le dedican unos renglones, que serán publicados en su integridad en el libro que saldrá a la luz la próxima semana. Sirva esta selección de extractos como aperitivo.

Mª Jesús Gandariasbeitia

Amistad y cercanía

Recuerdo sus pasos al entrar en la Redacción. José Luis traía en las manos un libro como un tesoro, porque era un bibliófilo total. Se acercó a mi mesa y repasamos aquel incunable acariciando las páginas, mientras él me ilustraba sobre el origen de ese volumen que tanto le había costado conseguir. Como siempre, quería compartirlo todo con sus compañeros, también amigos. Lo mismo ocurría con aquellos detalles comestibles con que nos obsequiaba, a pesar de algún aspaviento (de pega). "No traigas eso, que engorda", se oía por allí. "Pero bueno, ¿es que no hay tallas más grandes en las tiendas?", respondía él, riéndose. Las tardes se animaban en cuanto José Luis llegaba y alrededor de su mesa se notaba una algarabía inusual que rompía el peligroso aislamiento ante la pantalla del ordenador. Por eso, desde la nostalgia de su ausencia, estoy segura de que trabajando a su lado los textos salían mejor: más esponjosos, más vivos. No sólo por lo que sabía, que era mucho, sino porque se interesaba por todos y además era un comunicador nato que, como buen periodista, siempre tenía cosas para contar.

Jose Uriarte

Desprendía ironía de txakoli

José Luis extendía la amistad como el paté, con tanta profusión como mimo, y desprendía una ironía de txakoli... o, si prefieren, mitad tempranillo, mitad garnacha. Quizás porque su txapela era el corcho de una cabeza privilegiada que guardaba hechos, anécdotas y nombres y hombres de la que salían textos para catar, despacio, degustando, el aroma de la diferencia entre unos y otros. No sé si disfrutaba más al escribir, al dar de leer, o al leer él mismo; pero sí creo creer que le llenaba llenar la mesa de viandas. Más que comer incluso. Y organizar-desorganizarlo todo. También que sabía ser tan duro como el membrillo y tan blando como aquel mendrugo de pan que de vez en cuando perdía a propósito por la Redacción. Sí, tenía label Itu.

Jon Mujika

¿Discursos o gambas?

"¿Tú qué prefieres, discursos o gambas?". DEIA cumplía 25 años de existencia, el Teatro Arriaga se engalanó para el acto central de conmemoración y tanto José Luis Iturrieta como quien esto escribe hacíamos guardia para el recuento de invitados y el adorno de la crónica. Él era un culopelao y yo un aprendiz de oficial, así que me quedé de piedra cuando me lanzó esa pregunta. De piedra pero no idiotizado, así que le respondí la verdad: las gambas. Me cogió del brazo y fuimos hasta la Plaza Nueva. Trasegarnos una docenita con sus respectivos blancos, mientras las autoridades, bla, bla, bla... Al día siguiente, solventado con alivio el reto de contar lo nunca visto, me dijo: "Vas por el buen camino". ¡Carpe diem!

Josetxu Rodríguez

El bibliotecario vocacional

Si la Biblioteca de Babel existe en alguno de esos universos paralelos que nos circundan, Iturrieta estará ahora desempolvando para leer con auténtica devoción el segundo libro de la Poética de Aristóteles, aquel manuscrito envenenado que se describe en El nombre de la rosa y que todo amante de las letras anhela conocer. La obra de Eco fue el primer regalo que le hice. Él correspondió con las Coprógenas, ese muestrario de versos escatológicos que a principios del siglo pasado medio mundo le recitaba al otro medio en colegios y seminarios. En una ocasión puse en sus manos La cocina caníbal, de Roland Topor, para que elaborara en sus fogones La cabeza de patrón con puré, El vasco a la vasca o El gordinflón sobre su propio culo, y reíamos imaginando a quién de nuestros enemigos elegiríamos como materia prima. Alguna de las recetas debió gustarle, porque durante años me agasajó con pequeños talismanes de madera, trozos de pan, llaves o cantorales gregorianos atesorados en sus extravagantes viajes, por la mañana, a La Rioja; y por la tarde, a Moscú.

Merche Peña

Mejor que la Wikipedia

Itu tenía algo que no es habitual entre los periodistas: interés y curiosidad por los temas de los compañeros. Con alguna observación casual o pregunta demostraba que nos había leído e incluso nos felicitaba. Siempre estaba dispuesto a orientar a los novatos. Recuerdo su ayuda en mi verano de prácticas para el concurso gastronómico de Aste Nagusia o para la restauración de la colegiata de Zenarruza, temas en los que era una autoridad. Entonces no existían Google ni Wikipedia y recurríamos a él... Pero hoy haríamos lo mismo.

Juan Carlos Ibarra

Su palabra inclinaba la balanza

La foto no tiene fecha, pero amarillea desde aproximadamente el año 1994. Cena en una sociedad de Algorta. Bacalao al pil-pil. Empiezan a correr los platos y las opiniones: "Está muy bueno…". "Para chuparse los dedos…". "¡Vaya salsa!". José Luis calla. Se hace el silencio. Todas las miradas convergen en él. Prueba, se limpia con la servilleta y sentencia: "Salado". Esa palabra inclina el fiel de la balanza, por mucho que el resto nos apiñáramos en el otro platillo, untando pan sin parar. Aquel bacalao estaba salado. Y así pasaría a la historia.

Olga Sáez

Vivió siempre al cien por cien

Conozco gente que piensa que hay que vivir hoy como si te fueras a morir mañana. Al perder a Iturrieta me queda el consuelo de que mi gran amigo vivió siempre al cien por cien. Sin dejar nada para el día siguiente. Por eso con él me queda por hacer todo y nada.

Juanvi Baeza

Muchas horas de sueño

Los sábados por la mañana ambos debíamos cerrar nuestros suplementos. Yo llegaba sobre las diez para revisar los textos y entregar a tiempo el trabajo. ¡Imposible! Él aparecía sobre las diez y media y ya no había manera. "¡Txiki, búscame una foto!". "¡Txiki, revísame este artículo!". "¡Txiki, qué coño le pasa al ordenador!". "¡Txiki, vamos a comer un pintxo!". "Txiki, ¿qué tal anoche?". ¿Solución? Madrugar, con lo que aquello suponía para quien gustaba de disfrutar la noche del viernes. Hubo días en los que llegué a las ocho para finiquitar lo mío y dedicarme, con gusto y muchas legañas, a José Luis. Si algo me dejó a deber fueron horas, muchas horas de sueño.

Concha Lago

"Itu" alimentaba el espíritu

Itu no sólo alimentaba el estómago, también el espíritu. Un otoño llegó a la Redacción con varias hojas de un legajo en latín rescatado de algún volumen devastado por el tiempo. Devoto como era de los libros antiguos, repartió los pergaminos entre los compañeros como si hubieran salido del arca de la alianza. Acostumbrada a sus dádivas, arrinconé el manuscrito, un canto gregoriano del siglo XVII, sin imaginar sus poderes. Hoy, lo tengo enmarcado. Y cuando lo miro, las letras dibujan siempre su cara.

Laura Buján

Siempre de su mano

Hubo una época en la que quiso buscarme novio y tenía varios candidatos. Casi me convence un año para ir a Urkiola a dar vueltas a la piedra... Al final no hizo falta, pero su interés por las cosas le salía de dentro, de lo más hondo y así lo transmitía. Era capaz de convencerte para hacer cualquier cosa... siempre de su mano. Pura pasión. No te olvido Itu.

Raquel Ugarriza

Sus críticas nunca destruían

Hace poco un hostelero me confesó que echaba de menos críticas gastronómicos de la talla de las de Iturrieta, cuyas crónicas siempre aportaban y nunca destruían. Itu era Bizkaia, al menos, eso me pareció cuando le conocí. Luego aprendí que era mucho más, que defendía con la misma pasión el euskera de Araba como la navarridad de la pelota vasca o la historia de Zuberoa.

Xabier Aja

Periodista de raza

Iturrieta era el encargado oficioso del capítulo BBC (bodas, bautizos y comuniones) en el periódico y, con motivo del nacimiento de mi segunda hija, le encargué que organizara un pequeño piscolabis. Me preguntó por el nombre y le dije que yo quería llamarla Leire y mi esposa, Itziar. Como la madre de la criatura estaba en la clínica, inscribí a mi hija con el nombre de Itziar, qué remedio, Leire. Feliz de mi Itziar Leire cometí el desliz de contárselo a Iturrieta cuando ni siquiera lo había comentado en la familia. Como periodista de raza que era, no dudó en publicar la buena nueva en el periódico antes de que yo hubiese explicado el entuerto en casa. El resultado se lo pueden imaginar.

Elvira Álava

Un hombre espléndido

Era un hombre tan espléndido en todos los ámbitos de la vida y una persona a la que le gustaba tanto recompensar lo mismo la buena comida como la buena atención en la mesa, que una vez llegó a dejar 8.000 pesetas de propina en un restaurante. Sucedió hace unos 20 años en una cena que parte de la plantilla de DEIA organizó en los salones de un hotel bilbaino para celebrar una Aste Nagusia. Así era Itu.

Alberto García

Nunca dejó un poso amargo

Nunca dejó un poso amargo, una mala palabra, una crítica del ausente. Siempre recordaré una visita de obra a ese edificio que albergaba la maquinaria de un viejo molino en Euba y que él convirtió en su hogar. Le costó varios años de esfuerzos, lo hizo poco a poco, con mimo, como sólo él sabía hacer las cosas.

Beatriz Sotillo

A mí también me adoptó

A mí, como a muchos compañeros, José Luis Iturrieta me adoptó, me llevó a su pueblo, me dio de cenar en su casa, me presentó a su familia y a sus amigos... Conociendo mi afición por la cocina me apabullaba con recetas y recomendaciones de cosas para probar y sitios estupendos para comer, pero siempre me echó en cara que no me gustase el vino y me tomaba el pelo dándome recuerdos de sus amigos birrotxos.

Fernando Ibáñez

Gran conocedor del arte de vivir

Siempre que veo cangrejos me acuerdo de José Luis. Yo no los había probado nunca y, como los criaba en un remanso del río que pasa junto a su casa, me trajo ni sé los kilos en una bolsa y me dijo: "Esto está buenísimo con piperrada y jamón". A lo que contesté que con tanto aliño yo mismo estaría exquisito. Así que me dejé aconsejar por quien tantas veces me había demostrado ser un gran conocedor del arte de vivir. Estaban buenos, pero no los he vuelto a probar. Eso sí, desde entonces siempre que los veo, me acuerdo de Itu.

Javier Díez

Te debo una, "Itu"

Tuve la suerte de juntar mis primeras letras en esta casa bajo su paternal y conciliadora mirada, junto a la eterna torre de babel que construía con sus libros, recortes, fotografías y un sinfín de historias vividas por él y soñadas por nosotros. Gracias a Itu me abstuve de trabajar un día de fiesta en mi Balmaseda natal. Él era jurado en el Concurso Internacional de Putxeras y debía ser quien aquel 23 de octubre de 1998 me acercara hasta la Redacción pero, afortunadamente, se le olvidó pasar a recogerme. Te debo una, José Luis.

Sandra Atutxa

Sincero aunque te hiciera llorar

Siempre que tenía alguna duda iba adonde él. Cierto es que hubo alguna vez que llegó a enfadarme con sus constantes correcciones. "No se escribe Egriñau, sino Egiñao". Iturrieta no se andaba con rodeos, decía lo que pensaba aunque te hiciera llorar. Un día de bajón me dijo: "Sandratxu, si te leo y veo que algo no está bien, te lo voy a decir, porque te aprecio y quiero que lo hagas perfecto". Eskerrik asko.

Cristina Martínez Sacristán

Todo un maestro

José Luis era especial. Y también fieramente humano... idealizarle no sería justo. Para bien y para mal, Iturrieta combinaba cerebro, sangre y corazón en todo lo que hacía y, además de deleitar a la Redacción con sus hamaiketakos, o de liarnos con ese vinito siempre delicatessen a la salida del periódico en Bolueta, hay que reconocerle su mayor mérito: nos alimentó la imaginación, la cultura de a pie y el amor por el Periodismo y por la escritura.

Pako Ruiz

Sin trampa ni cartón

Recuerdo que me encontré a José Luis al regreso de un viaje suyo a Nueva York en el que sufrió un pequeño imprevisto, y después de contarme infinidad de anécdotas, me dio un consejo: "No intentes aparentar lo que no eres. Actúa como eres para bien o para mal". Seguramente me lo dijo desde su experiencia, como otras tantas recomendaciones en las tertulias que manteníamos sobre temas diversos.

Jontxu García

Siempre al límite pero a tiempo

"Itu, ¿y las páginas?". La respuesta era siempre la misma: "Tranquilo... No te preocupes. ¿Cuándo te he fallado? Mañana vengo a las nueve y las tienes antes de que llegues". Todo ello con su sonrisa interminable. Y así era. Siempre al límite pero a tiempo y, por supuesto, de matrícula de honor. ¿Y qué podías hacer ante eso? Pues nada, como decía Mª Jesús Gandariasbeitia, "paciencia".

AitZiber Atxutegi

Su mano amiga en el hombro

Me quedo con esa mano amiga en el hombro, esa sonrisa de cariño, esa mirada de ternura, la sensación de calma que siempre tenía a su alrededor; con sus órdenes para disfrutar con él de pequeños placeres, como un trozo de queso, un collar llegado de Cuba o una pequeña obra maestra en forma de libro; con las pequeñas anécdotas, las grandes historias, las palabras de ánimo.

Maite Redondo

Presente en nuestras vidas

Iturrieta tenía una legión de amigos. Era un excelente periodista, gastrónomo y un magnífico cronista de nuestra sociedad. Pero, sobre todo, su verdadera vocación eran las personas. Iturrieta era un hombre bueno, sabio y siempre dispuesto a ayudar y a compartir su amistad. Por eso, siempre será nuestro gran amigo. El gran ausente, presente en nuestras vidas.