Bilbao

DICEN que nunca es tarde para encauzar el rumbo de una vida. Dicen también que más vale arrepentirse por haber hecho algo, que por no haberlo hecho. Esta fue la motivación que llevó a Guillermo Camacho a abandonar su tierra, su trabajo y su vida para mudarse a Bilbao. "Tenía 35 años. Si no lo hacía entonces, cuándo lo iba a hacer. Los años pasan", asegura. Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica y en Psicología por la pública de Bolivia, Guillermo alternaba su trabajo como psicólogo, en algunos casos, y de profesor, en la mayoría de ellos, con sus estudios de música. Se especializó en instrumentos de viento, en trompeta sobre todo, por lo que recibió una instrucción musical "muy formal". Aunque en Bolivia nunca le faltó trabajo de lo suyo, hace ya cinco años dejó Tiquipaya en Cochabamba (Bolivia) para establecerse de forma permanente en Bilbao, aunque no descarta regresar algún día a su tierra.

Cuando apenas llevaba seis meses en Euskadi descubrió de forma casual el Conservatorio de Música de Bilbao. Y se apuntó "sin dudarlo". Fue entonces cuando conoció a su actual profesor, Javier Guraya, quien le apoyó para entrar en el curso de luthería. "Decidí cambiar de rumbo. Ya estaba cansado de las letras, las carreras de Humanidades cumplieron su cupo en mi vida. Por lo que di por finalizada esa etapa para dedicarme a lo que más me gusta, la música", explica Guillermo. De este modo, Camacho se trasladó a Bilbao y comenzó su formación como luthier en el Conservatorio de Música de Bilbao. La escuela ofrece dos especialidades o modalidades de construcción. En la escuela se imparte la enseñanza de Construcción de Instrumentos de Arco, violín, viola y violonchelo. En estos, se utilizan métodos y técnicas de construcción artesanales complementados con los estudios e investigaciones realizadas hasta la fecha sobre acústica del violín. El centro también ofrece la enseñanza de Construcción y mecanizado de Txistus y su familia. "En el taller hay gente muy buena, muy profesional y con calidad", comenta el luthier.

A pesar de que el curso de luthería es de tres años, los estudiantes no abandonan la escuela hasta que el maestro está completamente seguro de que dominan a la perfección el arte de la luthería. Antes, la profesión se heredaba de padres a hijos. "El taller del conservatorio es algo similar, no saldremos de la escuela hasta que Javier Guraya tenga la certeza de que somos maestros luthieres", explica.

Una vez finalizada su formación, su objetivo es dedicarse a la construcción de violines en Bilbao, donde quiere abrir un pequeño taller. Pero la mayor complicación en ese proyecto, como dice Camacho, "es hacerse un nombre, estar reconocido entre los músicos y que éstos compren tus creaciones. El resto lo hará el boca a boca".

belleza en todo

"¡Es tan divertida y agradable!"

A pesar de que Guillermo posee una formación musical en instrumentos de viento, decidió entrar en la especialidad de instrumentos de arco, ya que para él el violín supone la "perfección" de la construcción de instrumentos. "No sólo es perfecto por su estética, que es muy compleja, sino también a nivel musical. Es bello en todos los sentidos", dice entusiasmado. La construcción de un violín implica la "perfección absoluta" en todos sus ámbitos. "Ninguna de sus partes le sobra ni le falta, es perfecto en todas ellas. Tanto físicamente por la tensión de sus cuerdas, la fuerza que hace en el mástil, su brazo, la caja de resonancia, todos los elementos hacen un conjunto único", relata este enamorado del violín. La construcción de este instrumento conlleva gran complejidad, por lo que requiere "años de estudio y dedicación", sin entrar en otras especialidades como los barnices, la restauración, la reparación, "es imposible dedicarse a todos", dice Camacho.

El modo de construcción del violín parte de la elección de tres tipos de madera, el abeto para la tapa, el arce para el fondo y el mástil y el ébano para el batidor. Camacho emplea el método de construcción italiano, con el que mediante una plantilla sobre el trozo de madera entero se realiza el molde, en el que se colocan los aros, la tapa y el fondo. "No puede variar ni un milímetro en su forma porque altera el sonido", cuenta Guillermo. Después se construye el mástil y el encastrado. Una vez finalizada esta fase, llega el turno de barnizado, que es "todo un arte, una suerte de alquimia".

Los barnices de los violines contienen también un halo de misterio y secretísimo, desde sus nombres: sangre de dragón, orín de niñas menores de doce años, ámbar, ... hasta sus ingredientes, tintes mezclas y formas de aplicarlo...