Bilbao

Antes de que se hiciese la luz, los sentidos ya habían alumbrado las tinieblas. Hubo primero, eso sí, un escalofrío inquietante a la orden de vendarse los ojos con un antifaz, recién sentados a la mesa del restaurante Zortziko, donde Daniel García humaniza una de esas siderales estrellas Michelín. Un visitante imprevisto de última hora hubiese acrecentado esa sensación de incertidumbre: los hombres de los ojos vendados recordaban una cuerda de presos camino de la tapia de fusilamiento. ¿Acaso aquella cena en el Zortziko, al calor de los destilados, era la última voluntad de un grupo de reos condenados...? Así comienza esta historia de la noche de los sentidos.

El proyecto vio la luz de la mano de Serxu Solares, Brand Ambassador Premium Diageo y director de orquesta de la velada, y Daniel García, quien diseñó un menú de fantasía con whiskies y rones como materias primas. Hubo en la noche música y literatura, el trabajo del pintor asturiano Pablo Sampedro y una licencia gozosa para los presentes: estaba permitido -casi obligado...- chuparse los dedos, uno de esos placeres arrinconados.

Perdida la vista, se agudizan otras fuerzas del cuerpo. Así puede describirse lo vivido en la noche de los sentidos, un aprendizaje en cinco dimensiones (gusto, tacto, vista, oído y olfato), recreado con los cuatro materiales -agua, tierra, fuego y aire-, celebrado bajo las revolucionarias libertad, igualdad y fraternidad; pensado para vivirlo en pareja y que desembocó en una experiencia única. Mientras se intercalaban música y versos fueron saliendo los platos de la factoría de Daniel García. Así, el cocinero preparó un bocado salado y ahumado de sardina que no vio ninguno de los comensales. Era el ¡hagan juego! y arrancaba la noche a ciegas. Fue necesario esperar un leve toque en la espalda para saber que era la hora, que uno podía afanarse en encontrar el alimento con las manos y comérselo con las manos. Una copa de Cardhu acompañaba la experiencia. Apareció después sobre la mesa la botella de Talisker, un whisky que regó un sashimi de vieiras y helado de yuca al aceite de trufa, como abanderado del desfile de la trilogía de ostras, desde la crocante sobre migas crujientews, a la natural marinada en Tailsker, soja y miri, pasando por la preparada a la plancha con su agua de mar. Lagavulin, el escocés, ahumó la hamburguesa de wagyu y acompañó al queso de vaca a la plancha. Era el sello para una noche memorable de la que salir con los dedos limpios.