Bilbao. El rincón predilecto de Miguel Atutxa no sobresale en lo arquitectónico ni destaca por su grandeza. Más al contrario, se ciñe a una calle con vida propia, Ledesma, donde el empresario hotelero ha tejido una soberana red de refugios y amistades, donde el poteo, la gastronomía, el mus y gente cercana y afín le dan la vida. Se diría que Miguel lo contempla como el salón de la ciudad, un lugar al que acudir a diario cuando los quehaceres aprietan el nudo de la corbata. Allí el tiempo se detiene para él. Foto: oskar martínez