Bilbao. A lo largo de su vida Josu ha vendido miles de imágenes y estampitas de santos y vírgenes en la tienda familiar Ornamentos de Iglesia Iturriza, ubicada en la Plaza Nueva . "Sobre todo de San Pancracio y la Virgen de Begoña", especifica. El patrón de la salud y el trabajo y la patrona de Bizkaia han sido los preferidos de una clientela compuesta principalmente por curas y monjas. Después de cuarenta años dedicados a la venta de artículos relacionados con el culto religioso, a Josu le ha llegado el momento de jubilarse. San Pancracio y la Seguridad Social se han puesto de acuerdo para retirar del mercado laboral a un hombre que heredó un negocio familiar fundado en 1885 en el Casco Viejo. La saga comenzó con su aitona Boni, siguió con su aita Jesús, y terminará con la jubilación de Josu. Desde que ha puesto el cartel de liquidación total, recibe bastantes visitas de agentes inmobiliarios que se interesan por el futuro del local. "Me están saliendo muchos novios", dice. Pero aclara: "Todavía no sé ni lo que voy a hacer". Ahora solo piensa en sacar al mercado el género que tiene en stock. Cuando eche definitivamente la persiana comenzará a hacer planes de futuro. "Me gustaría estudiar, aprender algún idioma", reflexiona.
Josu comenzó desde muy joven a enredar en la tienda. "A los 15 años ya estaba por aquí estorbando", dice. No estorbaba. Ayudaba a su aita y a un empleado, Gregorio, "que era como mi hermano mayor". Tras su paso por la Escuela de Comercio paso a formar parte de la plantilla. "Tendría 24 años cuando comencé a trabajar en serio", dice. La época en la que Josu se incorporó al negocio, finales de los 60, fue la mejor, porque "eran años de empacho celestial". Prueba de ello es que había varias personas detrás del mostrador. Años después llegó el "laicismo general", que incidió en las ventas. Fue cuando los Iturriza tuvieron claro que debían "derivar hacia artículos de regalo", además de mantener los ornamentos, si querían sobrevivir. "Tras el Concilio Vaticano II", recuerda Josu, "la liturgia se simplificó mucho, se hizo menos barroca y más austera". Eso se tradujo "en una menor demanda de candelabros e imágenes".
Bancos de madera A pesar de ello, en la casa Iturriza siguieron suministrando cálices y vírgenes a las parroquias y comunidades religiosas. ¿Y qué es lo más raro que le han pedido? No se lo piensa dos veces. "En un ocasión nos encargaron unos bancos de madera para una iglesia; tuvimos que contratar a unos carpinteros, luego llevarlos... qué liada fue aquello", recuerda. Una y no más. Josu siguió vendiendo imágenes, pero no se metió en más embarcadas eclesiásticas. El negocio derivó hacia complementos de regalo como crucifijos de orfebrería y trípticos. Todos estos artículos decoran un comercio que provoca curiosidad en los turistas. Pero no pasan de la extrañeza. "Los extranjeros son malos clientes porque entran, se pasean por toda la tienda, incluso por el interior del mostrador, y no compran nada". Los que sí compran son los clientes de toda la vida. Unos clientes compuestos fundamentalmente por curas y monjas. "En el clero hay de todo", señala, "como en todas las profesiones, pero tengo que destacar que nuestra clientela, en general, ha sido educada y con un cierto nivel cultural". Eso le ha servido para poder cultivar el gusto por la lectura y la música clásica.
Trabajo esclavo Mientras tanto, Josu hace repaso de una vida dedicada al comercio. "Es un trabajo muy esclavo. Hay que meter muchas horas pero yo he disfrutado", señala. Únicamente se entristece cuando recuerda las inundaciones del 83, que le obligaron, al igual que a muchos comerciantes del Casco Viejo, a empezar de nuevo. "Aquello fue un desastre, pero el comportamiento de la gente fue ejemplar; nos ayudamos todos para salir adelante". Y salieron adelante. Hoy en día el Casco Viejo es una de las joyas de la corona de Bilbao gracias "a la labor que impulsó la Asociación de Comerciantes".
Josu también se acuerda de las historias que contaba su padre de "aitona Boni", el impulsor del negocio. Un hombre "que dio muchas vueltas por el mundo" y acabó poniendo una tienda en la calle Sombrerería en 1885 de artículos de misa. ¿Por alguna razón especial de religiosidad?, le preguntamos. "No creo", contesta. "Para estar aquí no hace falta ser religioso; una cosa son las ideas que pueda tener cada uno y otra es el negocio". Un negocio que no llegará a una cuarta generación de Iturrizas. Se va todo un símbolo de la Plaza Nueva. En su lugar se instalará otro comercio al que San Pancracio, seguramente, lo bendecirá porque eso significará que habrá nuevos empleos.