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Emakunde constata que el patriarcado aún domina la sociedad y sus estructuras

Una investigación concluye que “las actividades que realizan los hombres se valoran más”, aunque no valgan más. Son las conclusiones de La democracia patriarcal en la Comunidad Autónoma Vasca.

Emakunde constata que el patriarcado aún domina la sociedad y sus estructurasDEIA

Bilbao - Una de las falacias que más se ha propagado sobre la sociedad vasca es aquella que defiende que se fundamenta en el matriarcado. Nada más lejos de la realidad. Un estudio becado por Emakunde concluye que los mecanismos de reproducción del patriarcado se dan “en todos los ámbitos y en todas las estructuras sociales”, y advierte de que “no es que los hombres se dediquen a actividades de más valor, sino que las actividades que realizan los hombres se valoran más”. Las conclusiones de La democracia patriarcal en la Comunidad Autónoma Vasca fueron presentadas ayer por Izaskun Landaida, directora del Instituto Vasco de la Mujer, y Jule Goikoetxea, una de las autoras del trabajo de investigación junto a Lore Etxeberria, Estitxu Garai y Nora Miralles.

El estudio analiza los mecanismos que reproducen el patriarcado y las consecuencias del mismo en el bienestar, el empoderamiento y la democratización de la vida de las mujeres. En palabras de Landaida, estos mecanismos “se construyen bajo unos valores concretos que sostienen y justifican la subordinación de las mujeres y de lo femenino en todos los ámbitos de la vida”. Concretamente, el estudio analiza los mecanismos que se representan en el trabajo remunerado, el trabajo no remunerado, en el régimen de bienestar y en el ámbito socio-político, donde se ha investigado la distribución entre mujeres y hombres del capital económico, social, cultural y simbólico. “Es necesario seguir impulsando un cambio de valores en la sociedad, valores que no estén atravesados por el androcentrismo, el sexismo y el machismo”, advirtió Landaida.

En el ámbito del trabajo remunerado, las autoras destacan mecanismos que reproducen el patriarcado como el empleo parcial en las mujeres, la segregación en la elección de estudios que provoca la segregación laboral o la desvalorización de los puestos de trabajo feminizados. Entre otras cuestiones, destacan que las mujeres trabajan “una media de 400 horas más al año, y cobran un sueldo entre un 25% y un 30% menor”. Además, “las mujeres pensionistas cobran un 43% menos que los hombres de Hego Euskal Herria”. Ante esta situación, provocada según las autoras por “el proceso de privatización” llevado a cabo por “el neoliberalismo que gestiona el sistema capitalista”, proponen “un proceso de publificación” con la municipalización de empresas.

Por otro lado, exponen que se deberían “cambiar las políticas de conciliación y, además de otorgar permisos paritarios, deberían conseguirse permisos intransferibles”. Asimismo, recalcan que la sociedad desanima a las mujeres para que no se dediquen a trabajos y actividades que no les corresponden, como por ejemplo ser arquitecta, ingeniera, directora, empleadora, productora y gerente. “Es necesario aumentar el capital simbólico de las actividades feminizadas, porque su carencia conduce la segregación”. Por ello, abogan por cambiar el currículo educativo.

En el ámbito de las relaciones patriarcales en trabajo no remunerado, las investigadoras destacan la desvalorización de los trabajos de cuidado y plantean la necesidad de nuevos sistemas conceptuales a la hora de contabilizar la responsabilidad de mujeres y hombres en el cuidado, de manera que se puedan cuantificar y medir cualitativamente las relaciones de poder. Entre otras cosas, plantean tener en cuenta los tipos de cuidado, ya sea de rutina o lúdicos, o que se contabilicen cuidados que están invisibilizados.

De esa forma, plantean que aunque los datos oficiales secundan la teoría de que las mujeres realizan menos trabajo no remunerado, en realidad no es así. “Realizan menos trabajo doméstico debido a las tecnologías y a que el tiempo que se dedica a las tareas domésticas se ha reducido, pero la otra dimensión del trabajo no remunerado, la dimensión de los cuidados, ha aumentado”, sostienen.

En lo que respecta al régimen de bienestar, el estudio evidencia que en la CAV se basa en cierto tipo de productividad, no en un sistema que atenúe las desigualdades socioeconómicas. Teniendo en cuenta que el régimen familiarista es “un reproductor más del sistema patriarcal”, proponen que “las mujeres dejen de hacer trabajo gratis y sean autónomas para lograr una vida digna”. Además, en este apartado, destacan que “la CAV se encuentra inmersa en un proceso de des-democratización. Se invierten menos recursos públicos a favor del bienestar de la población y en concreto de las mujeres, por tanto, solo aquellas personas con capital podrán conseguir un bienestar sistémico”.

En cuanto al ámbito socio-político, destacan las dificultades a las que se enfrentan las mujeres para tener presencia e incidencia y mantenerla en puestos de responsabilidad o de poder, y las diferencias que se dan por sectores y ámbitos, siendo los masculinizados los más valorados. De ahí la advertencia del estudio de que “no es que los hombres se dediquen a actividades de más valor, sino que las actividades que realizan los hombres se valoran más”. Por ello, entre otros aspectos, recomiendan fortalecer la presencia y el poder de decisión de las mujeres feministas para realizar cambios integrales.