GASTEIZ - Insiste con ímpetu en lo prioritario que resulta concienciar y sensibilizar a la población en la necesidad de una sociedad igualitaria, libre de violencia de género, porque en el trasfondo de esta violencia está la desigualdad que sufren las mujeres, un fenómeno global en el que hombres y mujeres debemos de luchar codo con codo. El objetivo es la tolerancia cero, pero, mientras se logra, desde Emakunde trabajan por ofrecer herramientas a la ciudadanía, en especial a los jóvenes, a los que se bombardea con ingente información sexista las 24 horas del día, para que sepan discernir sobre comportamientos machistas de los que no lo son. Consciente de que no hay soluciones mágicas, Izaskun Landaida aboga porque cada uno desde su ámbito de responsabilidad contribuya a una sociedad libre de violencia. “Porque la igualdad en Euskadi es una estrategia de país”, recalca.

Medios, políticos, televisiones... hablan continuamente de igualdad, pero la realidad los desdice. ¿Vivimos un espejismo de igualdad?

-Es cierto que se han dado avances importantes en igualdad que hay que poner en valor porque no se han producido de forma natural, sino gracias al trabajo de muchas personas en diferentes ámbitos; cambios que se reflejan en la evaluación de la ley vasca que ha sido una herramienta posibilitadora de esos avances. A menudo pensamos que se ha alcanzado la igualdad y eso supone un riesgo porque bajamos la guardia cuando nos queda mucho camino por recorrer para llegar a la igualdad de oportunidades real y efectiva.

¿La sociedad en la que vivimos es más o menos machista que hace una década? ¿Por qué algunas personas siguen justificando la violencia a las mujeres que suelen estar en inferioridad de condiciones?

-Vivimos en una sociedad en la que todavía persiste el machismo y por eso es necesario seguir trabajando en la construcción de una sociedad igualitaria. Hasta hace muy poco era un tema privado y hemos conseguido sacarlo al ámbito de lo público e involucrar no sólo a las instituciones, sino también a la sociedad y organizaciones en esta labor diaria por la construcción real y efectiva de la igualdad. Variar las mentalidades de una sociedad androcéntrica no se hace de un día para otro. Hay que ser conscientes de que estamos ante un problema estructural y multidimensional.

¿Cómo ir más rápidos?

-Es más importante que diez personas avancen conjuntamente un paso que una sola persona camine diez, porque en el momento en el que falla esa persona todo se viene atrás. La clave está en implicar a la ciudadanía y lanzar un mensaje de que este tema nos interpela a todas las personas que conformamos la sociedad y que cada cual, desde nuestro ámbito de responsabilidad, podemos día a día hacer mucho por construir una sociedad más igualitaria y, por tanto, libre de violencia contra las mujeres.

Cuatro denuncias de abuso sexual en las fiestas de La Blanca, siete en las de Donostia, una en las de Bilbao ¿Esta violencia que no cesa va en aumento o es más visible al denunciarse más?

-Hemos conseguido que este tema oculto pase a ser un tema público y de orden social. El cambio no se ha dado de forma natural, sino por el trabajo de muchos años de concienciación que ha hecho que identifiquemos más claramente cuáles son las situaciones de vulnerabilidad, de violencia y desigualdad. Nuestro objetivo es tolerancia cero. Pero mientras llega, trabajamos para que cuando se den situaciones de violencia se denuncien y las víctimas reciban la atención y el apoyo profesional adecuado. En la medida que las personas agredidas sientan un mayor arrope de la sociedad se atreverán a denunciar situaciones que hasta hace poco se silenciaban.

¿Se plantea adecuadamente el empoderamiento de las chicas, su autoestima y que los chicos se cuestionen la masculinidad agresiva?

-Es una tarea que debemos de seguir haciendo entre la juventud porque es el futuro; los chicos y las chicas son el reflejo de la sociedad en que vivimos, por lo que tenemos que hacer una reflexión sobre los mensajes y ejemplos que les transmitimos. Debemos de continuar insistiendo en el empoderamiento de las niñas, en potenciar su autoestima y trabajando con los chicos para que cuestionen los modelos de masculinidad imperantes y adquieran otros, convirtiéndose en agentes de cambio. No podemos bajar la guardia en un mundo globalizado donde la juventud está las 24 horas del día recibiendo información muy sexista, mensajes la mayoría de las veces nada igualitarios. Hay que buscar estrategias y facilitar herramientas a la población y, en especial, a los jóvenes para que disciernan entre lo que es un comportamiento igualitario y cuál no.

En el Estado español este año van 27 asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, pero en las encuestas del CIS reflejan una mínima preocupación por esta violencia.

-Desde que hay estadísticas se contabilizan 951 asesinadas. Es cierto que de forma espontánea nunca aparece entre los primeros problemas, pero cuando se pregunta por el tema hay una ciudadanía cada vez más preocupada por esta violencia; una sociedad que exige soluciones.

En 10 años se contabilizan más asesinatos machista que los de ETA en 50 años, pero no se las reconoce ni política ni socialmente ¿Son víctimas de segunda?

-En el VII Plan para la Igualdad, recientemente aprobado, se hace una referencia expresa a la reparación de las víctimas y su entorno, que no se ha abordado en profundidad y es una de las cuestiones en las que queremos trabajar en relación estrecha con las asociaciones de mujeres víctimas. Tenemos que buscar estrategias que contribuyan a la reparación de esas mujeres agredidas, asesinadas y sus entornos. Es preciso que se ponga en manos de profesionales para que obtengan una respuesta adecuada, porque no existe una única respuesta para la diversidad de casos; se tienen que dar pasos en la mejora de la reparación, coordinación y detección de las mujeres víctimas.

Todos dicen que educar en igualdad es la mejor prevención. ¿Los textos, los programas y el protocolo en las aulas responden de verdad a este criterio?

-Es vital la coeducación; que se trasladen y se trabajen los mensajes entre los niños y niñas para que entiendan que las relaciones tienen que estar basadas en el respeto, la autonomía y la igualdad. Esto hay que trabajarlo de forma sistemática en los centros educativos. Desde Emakunde pusimos en marcha hace ahora 15 años el programa educativo Nahiko. En este sentido hacemos un trabajo con el profesorado, alumnado y familias. Hay quien dice que esta tarea no es necesaria ya, pero creo que es más importante que nunca facilitar a la juventud estrategias para que puedan discenir entre lo que es una conducta igualitaria o no, porque las 24 horas del día reciben información que no controlamos. No podemos cambiar el mundo de la noche a la mañana, tenemos que ofrecerles estrategias. Paradas de buses, medidas especiales para mujeres... ¿Con estas medidas no creamos un apartheid?

-Son iniciativas complementarias porque nuestro objetivo es la construcción de una sociedad igualitaria. Por eso insisto en el trabajo en Educación y la implicación de toda la sociedad, cada cual desde el ámbito de responsabilidad. Y tenemos que ser capaces de construir espacios igualitarios, libres de violencia y que las mujeres puedan disfrutar en igualdad de condiciones que los varones; pero desgraciadamente por ahora no es así. Las medidas en marcha son coyunturales, sobrevenidas por situaciones determinadas de desigualdad puestas en marcha desde asociaciones y el movimiento feminista, pero nuestro objetivo tiene que ir a la raíz del problema y trabajar para que haya actitudes basadas en el respeto y la igualdad.

El pasado 8 de marzo marcó un hito. ¿Puede decirse que la respuesta feminista está aumentando en calidad y cantidad desde entonces?

-Fue un día histórico. Tuvo la virtud de aglutinar a mujeres muy diversas, identificadas con los ámbitos por los que se trabaja. Desde erradicar la violencia contra las mujeres, hasta poner en valor todos los temas del cuidado, claves para el desarrollo y para que una sociedad pueda ir hacia adelante y que sin embargo, están invisibilizados y no se les da la importancia que tienen. La gran virtud de la movilización es que ofreció diferentes maneras de participar en ella; contribuyó a trasladar la finalidad del feminismo, tan vilipendiado y denostado, que es la construcción de una sociedad igualitaria.

Visibilizar el feminismo está bien, ¿pero ayuda a cambiar el sesgo del poder? ¿Más mujeres en ayuntamientos y parlamentos garantizan políticas feministas?

-Es importante que las mujeres estén en los puestos donde se toman las decisiones, pero es imprescindible que tengan una formación en igualdad para que puedan incorporar la perspectiva de género en los diferentes programas y decisiones que adopten. Pero es una cuestión que no tiene que ser solo responsabilidad de las mujeres, sino de todas las personas que estén en un ámbito público. Porque no hay mayor desigualdad que tratar igual lo que de base es desigualdad. Nadie nace sabiendo qué es trabajar por la igualdad; hombres y mujeres deben aprenderlo y trasladar el mensaje de que es posible otra forma de hacer política.

¿La carencia de una formación feminista en el ámbito legislativo, jurídico, político ayuda a provocar sentencias como la de La Manada?

-La formación en todas las áreas es clave y en el judicial también. Se han dado pasos importantes, pero en el área judicial, la perspectiva de género tiene que ser una categoría de análisis. La mayoría de la población no entendió la sentencia, además, fue un retroceso en el trabajo que se hace para erradicar la violencia a las mujeres, porque hace que muchas víctimas ante esta tesitura y decisiones de ese tipo se puedan cuestionar el denunciar. La sociedad dejó claro que determinadas actitudes ya no se toleran. Por otro lado, en la judicatura también precisan condiciones adecuadas para abordar estos temas.

Las leyes están muy bien pero la realidad es tozuda. A las chicas en las entrevistas de trabajo se les pregunta por la maternidad siendo para ellas una desventaja ¿Qué pueden hacer desde las instituciones?

-Las leyes son un instrumento, pero aunque hay que reconocer el trabajo de muchas empresas por incorporar la igualdad en sus estrategias, desde Emakunde apostamos por visibilizar que la igualdad es una apuesta por la excelencia y la calidad en las organizaciones. La economía pierde si no se integra a las mujeres; todos los estudios internacionales confirman que elegir mujeres para cargos de alta dirección genera mayor rentabilidad en las empresas; su no presencia genera pérdidas millonarias.

Hay instituciones vascas que, como en el próximo 8 de septiembre en el Alarde de Hondarribia, no dan precisamente ejemplo de lucha por la igualdad

-Afortunadamente hay muchos ejemplos en Euskadi de adaptación de las tradiciones. En Altzuola en el último alarde se hizo un proceso para adecuar la tradición a las nuevas realidades y ofrecer los mismos derechos a mujeres y hombres. Las tradiciones tienen que adaptarse a los nuevos tiempos. Esto no es en contra la tradición, sino afianzarla; en Irun y Hondarribia se está pendiente dar una respuesta adecuada a estas situaciones. Pero es esperanzador ver cómo cada vez hay más gente joven en el alarde igualitario. No hay vuelta atrás, porque el futuro es igualitario.

El divorcio prohibido para las mujeres musulmanas, las mujeres sin poder abortar en Argentina, 30 años de cárcel para mujeres en Honduras y El Salvador... Hablamos de Euskadi, Estado, Europa, ¿pero la lucha es larga? ¿o está perdida de antemano?

-La lucha es larga. Debemos de ser conscientes de que la falta de igualdad y la violencia contra las mujeres es un problema global y que no en todos los lugares del mundo se respetan los derechos de las mujeres. No nos podemos dar por satisfechas con una situación medianamente correcta en nuestro país si no logramos que también desaparezcan las desigualdades de las mujeres de otras partes del mundo. Por eso, son importantes movilizaciones como las del 8 de marzo donde se pone de manifiesto el trabajo conjunto y la sororidad entre todas las mujeres generando redes con la implicación de los hombres para conseguir una sociedad más igualitaria y libre de violencia.