Hay profesiones de película y la de deshollinador es una de ellas. Gracias a la interpretación del actor Dick Van Dyke como Bert en Mary Poppins, esta figura quedaría grabada en el imaginario de toda una generación. Aunque mucho antes de esta mítica película de los 60, en los territorios germanos, la profesión de deshollinador ya gozaba de un amplio respeto, tanto que la cultura popular dice que ver -y aún más tocar- a uno trae buena suerte. Fede Ileaña, deshollinador de la empresa Txin Tximini, nos acerca los secretos y curiosidades de esta labor.

Natural de Zaratamo y actualmente afincado en Bedia, Ileaña lleva prácticamente media vida limpiando chimeneas. Su primer contacto con el mundo del deshollinado fue durante su infancia. “Desde pequeño hemos tenido chapa en casa y siempre he visto a mi aitite limpiar las chimeneas”. Pero no fue hasta que vio por televisión años más tarde a Matthias Gorger, un deshollinador alemán afincado en Euskal Herria, cuando decidió hacer de la limpieza de chimeneas su oficio y su futuro.

Para ello viajó a Alemania, donde estuvo seis meses formándose, y luego dedicó otro año a realizar prácticas con Matthias en Huesca. De eso ya hace 18 años. Ahora a sus 39, Ileaña dirige Txin Tximini, una empresa que se dedica a la limpieza de chimeneas en Bizkaia y que está asociada a otras compañías del sector entre las que, entre otros, se encuentra la de su mentor: “El destino de la vida ha hecho que Matthias y yo seamos compañeros”.

Según Ileaña, el mantenimiento de una chimenea es fundamental. “Muchas veces nos llaman cuando ya es demasiado tarde”. En el mejor de los casos, comenta que puede que no pase nada. Sin embargo, las consecuencias pasan desde una intoxicación por dióxido de carbono (C02), un agrietado de la chimenea o incluso que se incendie la casa. “La mayor parte de los incendios en edificios ocurren por falta de limpieza de las chimeneas”, insiste.

Para evitar estas situaciones, Ileaña recomienda “no cerrar nunca los tiros” y tampoco utilizar maderas resinosas como pueden ser el pino y el eucalipto. “Aunque son baratas a la larga son muy perjudiciales para la vida de la chimenea”. Asimismo, aconseja que si se compra o se corta leña se haga en verano y no se utilice hasta la temporada siguiente. “Cuanto más seca esté menos hollín y contaminación produce, calientas más y, además de gastar menos dinero, evitas riesgos de incendio”. Y por supuesto, recalca la importancia de realizar un buen mantenimiento a través de una empresa especializada en la limpieza de chimeneas. Es precisamente ahí cuando Ileaña entra en acción.

Totalmente vestido de negro con ropas ignífugas salvo por la hebilla dorada del cinturón que representa en Alemania al santo del deshollinador, Fede acude a baserris, hoteles, casas rurales, pizzerías, asadores y todo tipo de comercios que usen leña con sus cepillos especializados y aparatos de medición. Por supuesto, casco y arnés no le faltan, aunque indica que a día de hoy tienen la maquinaria necesaria para limpiar las chimeneas tanto desde arriba, el método inglés, como desde abajo, el francés. “Pero eso no quita que subamos a mirar siempre por si acaso, para asegurarnos”.

Cada 3.000 toneladas ¿Cada cuánto sería conveniente limpiar la chimenea? Según Ileaña, depende principalmente de la leña que se queme. “Normalmente suelen ser unas 3.000 toneladas, lo que supone un deshollinado aproximadamente una vez al año o cada dos años”. Sin embargo, indica que en ocasiones se requiere con más asiduidad, como en los comercios que usan leña. En su caso, se debería limpiar cada seis meses. “En Francia y en Alemania es obligatorio deshollinarla como mínimo una vez al año y aunque aquí no hay esa legislación, si no se cumple sí que se pueden tener problemas con el seguro”.

Ante todo, Ileaña se queda con los avances que ha habido en el deshollinado de chimeneas. Para contrastarlo asegura que solo hace falta echar la vista atrás, dado que históricamente tanto los deshollinadores como los ciudadanos de a pie han limpiado las chimeneas de tres formas que, vistas ahora, son cuanto menos curiosas. La primera, sería tirando con un saco, un ladrillo y unas cadenas chimenea abajo. La segunda, con una escopeta con sal, para que mediante la vibración caiga el hollín. Y la tercera, tirando un animal vivo por la chimenea, que habitualmente solía ser un gato. “¿Si llegaba hasta abajo? Se dice que el gato tiene siete vidas, pero realmente era una salvajada”.

Tal y como explica Ileaña, las anteriores formas de limpiar la chimenea a día de hoy están totalmente prohibidas: “Ahora utilizamos otras maneras más eficientes y, sobre todo, menos burras”. Además, añade que, aunque se destaponaba la chimenea, no se quitaba la totalidad del residuo, por lo que seguía habiendo riesgo de incendio.

Pero ojo, ya que los gatos no eran los únicos que peligraban en la limpieza de chimeneas. Puestos a contar curiosidades de la profesión, Ileaña explica que antiguamente los deshollinadores tendían a desarrollar cáncer de escroto. Incluso a día de hoy singue incluido dentro de los riesgos laborales de la profesión. ¿Por qué? Porque tenían la “mala costumbre” de tocarse los genitales con las manos sucias, tanto para miccionar como para rascarse. “Por suerte ahora es menos habitual, porque vamos con guantes y tomamos más medidas higiénicas”, asegura Ileaña.

Una profesión afortunada Pese a sus riesgos, la figura del deshollinador ha sido históricamente reverenciada en los territorios germanos, algo de lo que Ileaña ha sido testigo. “Cuando vamos a limpiar una chimenea y hay gente, por ejemplo, de Alemania o de los Países Bajos, te suelen tocar, porque creen que les das buena suerte”. Después de todo, según cuenta la leyenda, un deshollinador salvó a la hija de un rey que se estaba ahogando y este, como agradecimiento, les otorgó el privilegio de vestir de etiqueta. De ahí que en Europa los deshollinadores tiendan a llevar una chistera, aunque Ileaña, en su caso, la deja a buen recaudo en la oficina.

Como un ejemplo a seguir. Con la piel de gallina y un tanto sonrojado, así recuerda Fede al personaje de Bert en Mary Poppins. “Representa una gran película para todos los públicos, un referente de lo que es nuestro oficio de una manera divertida y un icono en este mundo”. Y como homenaje personal a dicho personaje solo hace falta recordar el nombre de su empresa: Txin Tximini. “Sin esa película no se nos recordaría”, lamenta. Hasta que llegue ese día, Ileaña continuará deshollinando chimeneas tal y como vio hacer a su aitite.