EN estos días inciertos en que vivir es un arte, quisiera poder cantar, en libertad expresarme. Pues de todos es sabido que censuran una parte de las cosas que decimos los artistas y cantantes”. Hace 20 años Celtas Cortos cantaba así para denunciar la censura a la que, según ellos, se enfrentan los artistas. Lo cierto es que el propio grupo vallisoletano ha estado muchos años vetado en Pucela por sus críticas a Francisco Javier León de la Riva, alcalde del PP que gobernó la capital castellanoleonesa durante dos décadas. En esa misma canción, el grupo expresaba su solidaridad con Fermin Muguruza, entonces en Negu Gorriak, acusado desde diferentes colectivos por enaltecer el terrorismo, algo que él siempre negó y que durante años le ha costado la cancelación y prohibición de muchos de sus conciertos.
El de Fermin Muguruza es solo uno de los muchos casos de artistas vascos que han tenido que lidiar con acusaciones similares que han dificultado la celebración de sus giras y actuaciones. Quizás el caso más extremo fue el de Soziedad Alkoholika. La banda gasteiztarra fue juzgada hace diez años por una denuncia presentada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo por un supuesto enaltecimiento del terrorismo de ETA. El juez absolvió a los artistas de todo cargo, pero desde entonces el grupo ha tenido que convivir con esa polémica y sufrir también la cancelación de varias actuaciones.
En los últimos meses tuvo especial repercusión la encarcelación e imputación, por supuesto enaltecimiento del terrorismo, de dos titiriteros que actuaron en las calles de Madrid. El caso reactivó en la sociedad el debate sobre dónde está el límite de la libertad de expresión y dónde choca con el respeto y la protección a otros colectivos que pueden sentirse ofendidos o agraviados. Los grupos políticos lanzaron mensajes adecuados al prisma que mejor se adaptase a sus necesidades, pero el mundo de la cultura dio un paso al frente de una manera generalizada para mostrar su solidaridad con los dos titiriteros que, según ellos, no hacían más que recrear una obra de ficción. El mundo de la farándula recriminó entonces la doble moral de quienes meses antes habían mostrado su apoyo a los dibujantes y redactores de Charlie Hebdo, defendiendo su derecho a caricaturizar y reírse de divinidades, y ahora cargaban contra dos artistas por hacer mención al terrorismo en la ficción.
Abel Azcona es de los que secundan esa denuncia. El artista navarro ha pasado por los juzgados recientemente para defenderse de las denuncias del Arzobispado de Iruñea y de la Asociación de Abogados Cristianos por utilizar hostias consagradas en una obra en la que recriminaba los abusos sexuales dentro de la Iglesia.
Bilbao también ha vivido en los últimos meses un par de polémicas por los contenidos de diferentes espectáculos. El 19 de marzo el Ayuntamiento canceló el show que el youtuber Wismichu iba a presentar en el Teatro Campos tras la petición que en ese sentido realizó EH Bildu por considerar que en él “se hace apología de la pederastia y de la violencia”.
Por otro lado, el delegado del Gobierno solicitó a la Audiencia Nacional que prohibiese la actuación del catalán Pablo Hasél en el gaztetxe de Rekalde del pasado día 2. Su petición no tuvo recorrido, pero el Ayuntamiento denegó el permiso para el concierto alegando que el local no reunía los requisitos para albergar un evento así. Finalmente, el concierto se celebró como estaba programado.
Mientras los órganos de poder y los artistas discuten sobre dónde debe estar el límite de la libertad de expresión, Celtas Cortos sigue con su denuncia: “Por eso yo pido, no voy a callar. Déjanos cantar en libertad de lo bonito, de lo feo y de lo innombrable. De esta vida, de la muerte y de quién sabe. De los amores, de la injusticia y de su padre”.