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Bielorrusia necesita vizcainos

La asociación Acobi quiere incrementar el número de familias vizcainas que acogen menores bielorrusos. Este verano han sido 23, una cifra importante pero muy inferior a la de años anteriores cuando llegaron cincuenta

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un mes que pasan aquí es un año más de vida para ellos. En tres días les cambian los ojos y la expresión de pena con la que vienen”. Quien habla así es Belén Ibarretxe, vicepresidenta de Acobi, quien se refiere a los niños bielorrusos que cada año visitan Euskadi. Esta asociación se dedica a acoger temporalmente a jóvenes procedentes de Bielorrusia y ahora busca nuevas familias que se impliquen en esta labor solidaria. Si hace unos años hasta medio centenar de familias se comprometían con esta causa, el número se ha reducido hoy a la mitad. Una situación a la que desde esta asociación pretenden dar la vuelta a partir de este otoño.

Las acogidas tienen lugar durante dos meses en verano, aunque este año por primera vez tendrán lugar también durante el invierno. Será entre el 15 de diciembre y el 17 de enero, aunque ya se ha cerrado la relación de familias para estas acogidas. De hecho, la cantidad de trámites burocráticos a cumplimentar es tal y el ritmo tan lento que las familias que deseen acoger niños en el verano de 2015 tienen que hacer la solicitud antes de enero. El reto de Acobi es por ello tratar de atraer a familias vizcainas durante los próximos tres meses para, de esta manera, multiplicar el número de hogares.

Según dicen, la experiencia termina por resultar tan gratificante que personas como Belén Ibarretxe se involucran de una manera absoluta. La primera vez que acogió a una menor bielorrusa fue hace ya doce años y no ha dejado de hacerlo desde entonces. “Comenzamos en otra asociación que ya ha desaparecido, con una chica que hoy tiene 20 años y estudia dos carreras. En los últimos años acogemos a Nikita, que en su primer año coincidió con su predecesora, ya que nos animamos a acoger dos niños. Este año se ha portado muy bien en verano y ha sacado buenas notas, así que volverá en Navidad”, explica.

El menor al que acogen en su hogar de Basauri tiene 11 años, mientras que la edad de los jóvenes bielorrusos que visitan Euskadi oscila entre los 7 y los 17. La situación de crisis de los últimos años y el consiguiente descenso del poder adquisitivo de las familias, unido a la merma en las subvenciones, han llevado a esa caída del número de familias que se involucran en esta experiencia. Favorecer este tipo de experiencias supone un desembolso importante y lleva a las familias a organizar comidas solidarias, mercados o sorteos, “de lo contrario sería imposible”, apostilla Ibarretxe.

Menos hogares este verano

Este verano 23 familias vizcainas acogieron a 25 de estos niños (una familia acogió a tres), una cifra importante pero muy inferior a las de años atrás. “Hemos llegado a tener cincuenta familias de acogida en toda Bizkaia”, señala. El perfil es variado y se pueden encontrar desde parejas comprometidas con esta causa que apenas superan los 30 años hasta personas jubiladas. Las familias de acogida residen en Bilbao, Basauri, Barakaldo, Getxo, Plentzia o Sodupe. El común denominador es el deseo de involucrarse en una experiencia solidaria.

Amaia Arrondo y su marido, Emilio Gutiérrez, acogieron por primera vez a una niña bielorrusa hace tres años, si bien su compromiso venía de atrás. “Somos de Bilbao y pasamos el verano en Plentzia, donde cada año una docena de niñas bielorrusas son acogidas en la casa parroquial gracias a la asociación Izanik. Hace tres años, acogimos a una niña por primera vez a través de Acobi y hemos repetido desde entonces”, explica.

De hecho, esa satisfacción les ha llevado a probar también durante el invierno. La joven bielorrusa de 14 años pasará la Navidad en casa de los Gutiérrez-Arrondo, junto a Josu y Mikel, los dos hijos de la familia, de 27 y 24 años. “Tú les das, pero ellos también te dan mucho, te aportan muchas cosas. Hacen todo por agradar. Lla nuestra es muy simpática. La relación que tiene la niña con mis hijos es muy bonita. Para ellos es una hermana y para ella son sus hermanos”, añade.

Tanto Belén Ibarretxe como Amaia Arrondo coinciden en resaltar el nivel de necesidad que tienen los pequeños que visitan Bizkaia y en apreciar un cambio sustancial al de pocos días de su llegada. “Aunque la tragedia de Chernobil ocurrió en Ucrania y años antes de que naciesen, afectó a Bielorrusia y estos jóvenes notan aún sus consecuencias. Tienen auténtica necesidad de venir aquí, de comer como nosotros, del agua de la playa, de la piscina... En unos días mejoran muchísimo”, señala Belén Ibarretxe.

“El suelo del que comen los alimentos está contaminado y en esa zona aún se notan los efectos de Chernobil. En unos días cogen peso y otro color, se les nota hasta en el brillo del pelo. Se percibe un cambio muy grande”, añade Arrondo. La capacidad de adaptación a su nuevo hogar y su “impresionante” facilidad para aprender castellano es otra de las cosas que sorprende a las familias de acogida. “El idioma puede ser un problema las dos primera semanas, pero son como esponjas y ponen mucho interés. El problema desaparece de la misma”, indica Amaia Arrondo.

La experiencia con los niños bielorrusos ha animado a Belén Ibarretxe a visitar el país de origen, algo que le impresionó. “Están a años luz de nosotros. En la zona en la que estuvimos, muchas casas carecían de agua corriente, aunque supongo que en las ciudades estarán algo mejor. Además, están gobernados por Aleksandr Lukashenko, que es un auténtico dictador”, señala.

Desde Acobi hacen el esfuerzo por atraer. E, el azar y el fútbol han querido que los caminos de Euskadi y Bielorrusia se encuentren mañana martes con el partido BATE Borisov-Athletic. Quién sabe si esta coincidencia ayudará a que algunos vizcainos pongan la vista en una sociedad que, en plena Europa, aún necesita mucha ayuda.