Los caprichos de la vida
Bilbao. La vida, siempre caprichosa, quiso que nuestras madres, nos trajeran al mundo con solo cuatro días de diferencia. Y en el momento en el que escribo estas letras, cuatro días, qué curioso, hace ya que no estás entre nosotros...
Durante todo este tiempo, han ocurrido millones de cosas, millones de detalles y montones de vivencias que han hecho que te volvieras algo fundamental, y casi indispensable, en las vidas de muchas personas. Además, los vascos, esa especie de la que siempre te has sentido tan orgullosa, siempre hemos sido unos seres muy tradicionales, orgullosos de nuestras costumbres y generosos en el empeño de ser cabezones hasta conseguir lo que queremos. Estas tradiciones son de una gratitud impagable cuando se repiten sin muchas variaciones; los recuerdos, las risas y la alegría de comprobar, sin que nadie lo verbalice, que un año más tarde, todo sigue igual, todo sigue en orden y por ello se celebra...
Sin embargo, la vida, siempre caprichosa, nos quita a veces algunos elementos que consideramos eternos, seres que nunca nos planteamos que vayan a dejar de estar, disfrutar y compartir con nosotros. Es en esos momentos cuando las tradiciones, pueden volverse algo muy ingrato y difícil de digerir y vivenciar... A partir del viernes pasado, las personas que hemos disfrutados con Aitziber, sus aitas, Iratxe, sus primos y sus tíos, sus incontables amigos, los compañeros de trabajo, de la uni o cualquiera que haya compartido su vida con ella, debemos hacer un esfuerzo por que Aitziber siga siempre muy presente entre nosotros, por que esos inolvidables momentos que asociamos indefectiblemente a ella, sigan teniendo su sello, su alegría y su recuerdo.
No sé quién organizará las vacaciones a partir de ahora, quién encargará las entradas para los conciertos, ni quién acompañará a Ainhoa los miércoles a cantar al Antzoki... Es difícil imaginar quién entretendrá a Xabi, Izaro y el resto de enanos en Naves mientras el resto de su cuadrilla ríe y habla cerca de ellos... Se necesitará también otra persona que se encargue de llevar el bote de las noches de verano, y de invierno, y lo más difícil, ¡conseguir ahorrar! Tampoco sé quién entrará en navidades por casa de los Gala con la boa negra al cuello, ni quién le sustituirá en el euskaltegi, en el batzoki, o en el trabajo de las batallas electorales, ni a quién llamaré en Santo Tomás, para tomar el primer txakoli del día.
No tengo ni idea de quién hará qué, ni cómo, ni por qué, pero tengo claro que entre todos iremos intentando llenar ese hueco enorme que nos ha dejado Aitziber, y para ello, estoy seguro, alguien acabará llevando el bote, alguien, acompañará a Ainhoa a cantar los miércoles en el Antzoki, ¿y las vacaciones? Las vacaciones las organizará otro de sus amigos, y las llamadas a cualquier otra las hará otra persona, y de ese modo, Aitziber seguirá siempre presente en nuestras vidas, en todos esos momentos o vivencias, en todos esos... sus momentos... y sus vivencias.
Su risas, aliñadas con unas lágrimas cuando se convertían en carcajadas, son imposibles de imitar, pero cuando nos riamos recordando todos esos ratos, seguro que nos hace el coro y nos acompaña, desde donde quiera que esté. Desde allí, donde esta vida tan caprichosa te ha llevado antes de tiempo.
Muxu bat rubia.
Beti arte Aitziber.
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