EN Senegal hay incontables baobabs, árboles ancestrales. Sin embargo, en cada pueblo hay un baobab sagrado, un ejemplar ligado completamente a la vida y liturgias de los habitantes de ese municipio al que conocen y protegen. Seguro que también hay uno en la pequeña aldea de Niomré. Seguro. A 4.500 kilómetros de aquel hospitalario país africano, en Abadiño, hay una ikurriña dolida que ondea a media asta desde el domingo. No es un baobab, pero es el respeto oficial y ciudadano hacia la familia que ha perdido a un risueño niño de diez años y medio tras un cúmulo de tristes fatalidades. Fue a buscar el balón con el que emulaba a sus ídolos y al resbalarse y caer al agua de una presa falleció.

Ahí el tiempo se detiene. Las ayudas de emergencia rápidas, incluso, el auxilio de un padre de la zona entró al agua en busca del pequeño no consiguieron lo que su corazón ansiaba. Un primo del niño, muy conocido en Abadiño, desconsolado, aventuraba que Alá lo salvaría.

“Era un chico impresionante, muy abierto con todas las personas y se hacía querer, te daba mucha confianza”, dijo un familia

El Ayuntamiento de Abadiño se ha volcado al 120% con la familia. Y ellos –con un tío del pequeño como portavoz llegado de Agurain, Talla Diop lo han agradecido en la plaza consistorial ante los medios de comunicación, ante el pueblo, con una educación ejemplar, infinita.

Mamdiaye Diop, el menor de cinco hermanos, era hijo de Fama Seck y de Samareme Diop. Naturales de Niomré, poblado a 10 kilómetros de la capital comarcal de Louga, ciudad de 50.000 habitantes. Era el único de sus hermanos que no vivía con su padre en Legazpi. El único que estaba junto a su madre y estudiando en Senegal.

El martes pasado aterrizó en Euskadi para pasar las vacaciones junto a sus primos residentes en Abadiño desde hace dos años. Mientras tanto, su madre y su padre estaban en Niomré. Tenía ya billete de vuelo para viajar en agosto con el objeto de hacerle el pasaporte a Mamdiaye, ya que habían conseguido su nacionalidad española. Sin embargo, la desventura conllevó que ayer el padre llegara en un vuelo pagado por el Consistorio a poder velar a su hijo. Estuvimos con él en unos locales municipales habilitados para su dolor y no pudo ni articular palabra. Solo: “Gracias”, haciendo referencia a las condolencias. Aún, este exempleado de una empresa de huevos de Idiazabal que distribuye a grandes supermercados, no lo puede asimilar. Menos, minutos después de viajar de África a Europa. Su esposa declinó, agradecida, el ofrecimiento consistorial y prefirió llorar a su hijo allí, junto a su familia (y, recuerden, los baobabs).

Para arropar a la familia de Abadiño han llegado a la anteiglesia familiares y amistades de Francia, Legazpi, Agurain o Durango

Tras llegar el martes, el miércoles, 28 de junio, la familia celebró la jornada más importante del calendario musulmán, Eid al-Adha: el día del cordero, del sacrificio del cordero. Esta festividad conmemora la disposición del profeta Ibrahim para sacrificar a su hijo como muestra de obediencia a Dios, lo que Alá finalmente no permitió.

En seis días en Abadiño, Mamdiaye era feliz en casa de sus tíos y primos. No faltaba a la cancha de fútbol –su pasión– que hay en el barrio de Muntsaratz, ni al parque de juegos infantiles. Era uno más junto, por ejemplo, a su primo Mallick, muy conocido y querido en Abadiño. Su tío, Papa Diop, estaba al cargo y se siente “rotísimo”. Lleva toda la semana llorando. “Al principio –testimonia como puede abrazado al periodista- no podía ni dormir. Estaba pasando las vacaciones en mi casa… Es tu casa…”, lamenta y evoca que su hijo le dijo que cuando pasó la caída a la presa, pidió ayuda. Gritaba: "Ayudadme”. Papa trataba a su sobrino como un hijo más, como a los tres propios. “Era muy majo, le encantaba el fútbol y pintar dibujos en internet, muy alegre”.

Papa detalla que, tras el reconocimiento de alcaldía y corporación, iban a acudir al tanatorio de Iurreta donde estaba Mamdiaye. “Vamos a proceder su padre y resto de familia a lavar el cuerpo. Es nuestra tradición”, detalla. Para arropar a la familia de Abadiño han llegado a la anteiglesia familiares y amistades desde Francia, Legazpi, Agurain o Durango. “Nadie lo esperaba y fue cuestión de segundos. Estamos rotos. En nuestro pueblo de interior y alrededores no hay ríos, no aprendemos a nadar y el mar está lejos”, lamenta Talla, portavoz familiar.

Tras lavar el cuerpo del niño que el 20 de diciembre iba a cumplir 11 años, rezan en un encuentro íntimo. El siguiente paso será la repatriación. “Sí. Queremos que descanse allí, en Senegal, cerca de su madre”, detallan. Los trámites y el coste de repatriación correrán a cargo del Ayuntamiento de Abadiño, como dio a conocer el alcalde soberanista, Mikel Urrutia.

Talla también conserva bonitas palabras para el pequeño. “Era uno de los mejores niños que he conocido. Muy querido por todo el mundo. Era buen chaval, buen estudiante y deportista”. Un amigo de la familia, Cheirh Mbathie, aporta otras: “Era un chico impresionante, muy abierto con todas las personas y se hacía querer, te daba mucha confianza”.

Acompañado por su padre y hermanos, retornará a la tierra que le vio nacer, donde espera su madre, donde los árboles baobabs lloran con la caída de sus hojas por aquel que buscaba su sombra mientras jugaba, el risueño Mamdiaye. Y mientras la ikurriña de Abadiño del exterior del Ayuntamiento continúa bajada con un respeto máximo hacia él y los suyos.