EN pleno maremágnum de idas y venidas propias de una campaña electoral se proyectó de pronto la sombra de un gigante que detuvo, junto al suyo, el pulso de la campaña obligándonos a un ejercicio de memoria, de realismo y de respeto al trabajo de los que nos trajeron desde lo que éramos hasta lo que somos. José Antonio Ardanza, el lehendakari más longevo de la democracia –14 años–, apagó la vela oscilante que le iluminaba en este mundo y se fue con la discreción que siempre le caracterizó. Discreción dentro de la firmeza y la convicción de servicio al país con las que se desempeñó.

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Ardanza, el lehendakari que hizo frente a los años de plomo NTM

Así que, en lo que ayer fue pura campaña, todo pareció empequeñecerse de golpe. Relativizado por la noticia hasta casi causar pudor eso de comparar sensaciones de lo que se vio en la política y lo que se ve. El caso es que ya avisamos de que los primeros días de tanteo en los mensajes electorales darían lugar a una revisión en función de su impacto. Así que ayer asistimos a dos gestos significativos de la coalición EH Bildu que sugieren que algunas de sus inercias históricas necesitan un nuevo barniz y que hay temas en los que le conviene aterrizar aunque sean el marco habitual de la oferta del PNV. Esto último es consecuencia lógica del mimetismo con el que pretende presentarse hoy Otegi con respecto a la anteriormente despreciada fórmula de la gestión y el posibilismo de los acuerdos en Euskadi y en Madrid, propias de los jeltzales.

Para muestras, dos botones. Si Pradales anunció el domingo su intención de ampliar las líneas de cercanías de Renfe, ayer Bildu aplicó la fórmula marxista (de Chico Marx, en concreto) de los dos huevos duros más. Si Pradales quiere ampliar en tres líneas, yo en cinco. Veremos a Otxandiano trazando líneas férreas –sin impacto ecológico, claro– para aprovechar la transferencia por la que no movió un dedo en Madrid. Así, ya que ayer Pradales concretó una inversión de 1.250 millones en sanidad y recordó a quienes han descubierto los servicios sociales que la RGI la instituyó el PNV, hoy les tocará al resto sumar dos huevos duros sanitarios metiéndose codos.

Y el segundo botón es incluso mejor. Después de tres días analizando cómo ha caído la propuesta de “desmilitarización” de la Ertzaintza, alguien ha notado que el discurso del ciclo político de Otxandiano se parece demasiado al de aquel ciclo en el que la prioridad era deslegitimar a la policía vasca mientras legitimaban a una estructura paramilitar. Así que ayer Otegi aclaró que ya no le hace falta desarmar a la Ertzaintza, que todos les entendimos mal.

En el resto del panorama, algunas sorpresas. El candidato del PSE Ekain Rico, en plena subasta de promesas para mejorar Osakide-tza, afirmó que hay que “recuperar al 100% la atención presencial” olvidando que la teleasistencia la implantó en su día como emblema de modernidad el consejero socialista Santiago Bengoa. Sobre la educación, en Podemos tiene claro que lo que firmaron en el pacto educativo de que la red se componía de centros públicos y concertaros ya no mola: ahora los quieren todos públicos y presentará un calendario para publificarlos... sin fecha. Estas cosas van así: primero el eslogan, luego el calendario.

En cambio, Feijóo desearía poder implantar en Euskadi las políticas de Ayuso, según confesó ayer. Luego, en otro alarde de originalidad, llamó mentiroso a Sánchez. Y Jon Hernández, candidato de Sumar, lo que prometió es que hará que patronal y sindicatos firmen un acuerdo sobre salarios. Pues ánimo y mucha suerte.