SÉ de no poca gente que ha preferido bajarse informativamente de este mundo. Que entre sus penurias y lo que escupen los medios ha desconectado de la realidad para focalizarse en los resquicios de dicha que le brinda cada hoja del calendario. Y aunque habrá quien piense que los comunicadores deberían esforzarse más en alegrarles la vida con informaciones de pinta y colorea, esto es como los/as futbolistas/as sobre el césped: el sudor se presupone. Que las cosas funcionen debería darse por hecho y no ser noticia, y que se ponga el dedo en la llaga cuando no ocurre es precisamente lo que propicia que dejen de serlo. Más allá de los derramamientos de sangre cronificados en el tiempo, hay guerras domésticas en las que los ciudadanos de a pie sí podemos presentar batalla. Así lo cree hasta la primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, que ha secundado en primera fila una huelga general de las mujeres de su país contra la brecha salarial y la violencia machista. Y, qué quieren que les diga, que la dirigente máxima de un país ponga en valor esta herramienta reivindicativa para conseguir avances, y más de esa esfera nórdica con la que tanto nos gusta compararnos, me inspira confianza e incluso fe en que aún es posible dejar un porvenir mejor a las siguientes generaciones. Ya lo avisaba Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Y nuestra tarea debe ser siempre denunciarlos. l

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