pOR si alguien ha estado incomunicado, esta semana Ayuso recibió en la Complutense la distinción de alumna ilustre, una operación de propaganda y autobombo a mayor gloria de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Y cuando creíamos haberlo visto todo, llega la lideresa y dice que ella se independizó “con un sueldo de becaria (como siempre nos ocurre a los periodistas) y aunque pagué varias veces las tasas de doctorado, no pude hacer la tesis porque tenía que trabajar para pagarme una habitación”. Eso sí, lo llevaba todo bien escrito en un papelito. ¿Cómo es que la ilustre alumna tiene que leer su propia vida? ¿Qué pasa? ¿Qué no se la sabe? A esta mujer le quitan de la ecuación a Sánchez y la chuleta, y se pierde. Pobre niña pobre. No ha contado que tuvo que irse a la Cañada Real y se calentaba con cerillas, que comía en un comedor social y vestía ropa de Cáritas. Y es que lo dijo así, en plan dulce y cándida virgencita... Pero la resaca de la distinción se le ha subido a la cabeza, y la ínclita acusa a Pedro Sánchez de “mandar gente a mis actos para asustarme”. “De aquí al 28 de mayo veremos cosas que nos helarán la sangre”, dice. El grado de victimismo de esta señora roza el delirio. Cuando protestan contra el PSOE es sinónimo de libertad, y prueba del hartazgo de los ciudadanos. Cuando protestan contra ella, son comunistas bilduetarras. ¡Que pereza! Cibeles bájate, que sube Ayuso. l

clago@deia.eus