cIRCULA por Internet un texto que explica qué es el socialismo. Tiene varias variantes. La original lleva la firma de un economista venezolano. “Enséñale a tu hijo sobre socialismo. Ponlo a trabajar limpiando el cuarto de baño. Cuando termine págale con 10 caramelos. Inmediatamente quítale siete caramelos y dile que se los vas a repartir a sus hermanitos porque él tiene demasiados. Repite este método hasta que entienda”, reza textualmente. En la variante venezolana, el padre o la madre [el Estado] se queda con el 70% del pago; el robo, en este caso en pesos, baja al 25% en la versión de México, donde también gobierna la izquierda, aunque las familias adineradas siguen viviendo en una burbuja mientras el país apenas sobrevive. El mensaje del miedo al socialismo evoluciona en función de la riqueza de las clases altas. Donde hay lana, los que la tienen no quieren pagar impuestos y les parece abusivo destinar un 25% a los gastos comunes de toda la sociedad. Allí donde la pobreza es la norma, se agita más el fantasma. Planteo otra parábola: “Ofrécele a tu hijo 10 euros por limpiar el cuarto de baño y explícale que 2,5 euros los tiene que compartir con sus hermanitos, que todavía no tienen edad para realizar tareas domésticas. Dile que, como hiciste con él, vas a enseñar a limpiar el baño a sus hermanitos, que en el futuro le darán a él parte de lo que reciban por limpiar el baño”. Tiene muchos nombres, comunismo, socialismo, progresismo… o simplemente solidaridad. Se trata de no dejar a nadie detrás.