ME debato entre la risa tonta y el cabreo bilioso ante la interpretación de cuatro pesetas sobre una declaración de puñetero carril del presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV el pasado sábado en la localidad vizcaina de Sestao sobre la necesidad de “levantar un muro en el Ebro” para que el politiqueo barato de Hispanistán no influya en la campaña de cara a las elecciones vascas, convocadas para el 21 de abril. Manda un trillón de bemoles que tal obviedad haya servido para que las excrecencias más ridículamente patéticas del lugar la hayan cogido llorona ante unas palabras que, sin más y sin menos, enunciaban un hecho al alcance de cualquiera con unas mínimas dotes de capacidad lectora. Es de descuajeringarse de la risa y de la pena que un avezado filósofo y tipo al que le tengo ley, en su condición de no sé qué puesto subalterno de la tristona sucursal vasca de Sumar, saltara a la yugular de Ortuzar para tildarlo de xenófobo racista por haber pedido lo que cualquier contendiente a las elecciones de dentro de un mes y unos días debería compartir: que el blablablá de baja estofa no debe contaminar ni descentrar el debate de lo que nos jugamos los ciudadanos de los tres territorios en los comicios al Parlamento Vasco.

De eso va el “muro en el Ebro” que propugnaba el líder jeltzale. Y quien lo interprete en otra clave solo está mostrando sus vergüenzas, sus complejos, sus miedos atávicos y, sobre todo, su incapacitación para participar en un juego para mayores de edad política. Es más que obvio que el yolandismo vascongado, nutrido de resentidos maltratados del pablismo y, despiporrantemente, con una candidata a lehendakari que hasta el mismo día de la proclamación estuvo a sueldo de los morados, lleva un descoloque de talla XXL. Pero que no pille que en las elecciones vascas hay que hablar de cuestiones vascas es de miccionar y no echar gota.