DESPUÉS de Galicia, Euskadi y Europa, Catalunya se sube al calendario electoral de 2024. Y lo hace en fecha tan peculiar como el 12 mayo, a tiro de piedra de los comicios para el europarlamento del 9 de junio. Así de resolutivo se ha mostrado Pere Aragonès, que apenas dejó pasar una hora entre la caída de sus presupuestos en el Parlament y la convocatoria. De perdidos, al Llobregat, se ha debido de decir el president de la Generalitat, que ha vivido una agónica legislatura, primero con un socio a bofetadas dentro del Govern y, en el siguiente capítulo, viéndose arrastrado de humillación en humillación precisamente por su antiguo aliado y principal, no ya rival, sino directamente enemigo. Que tire la primera piedra el que no se haya imaginado a Carles Puigdemont sonriendo en Waterloo mientras acariciaba un gatito. Eso sí, no parece que al paso que va la burra de la ley de amnistía, haya tiempo material para que sea él quien encabece la candidatura de Junts.

La otra gran sonrisa de la tarde fue, apuesten lo que quieran, la de Pedro Sánchez, que ahora mismo tiene la pelota del procés exactamente donde quería, en el córner; no hay como dividir para vencer. Y empleo el verbo en sentido literal. Nadie olvide que en las últimas elecciones catalanas el PSC fue el partido más votado y todo apunta a que en las de dentro de dos meses su victoria será más amplia. ¿Con o sin posibilidad de gobernar esta vez? Pues eso habrá que verlo, porque todos los indicios señalan que, aparte de los restos de serie que se puedan llevar Vox, PP, la izquierda confederal bajo la sigla que se presente y la CUP, las dos formaciones mayoritarias del soberanismo se disputarán la segunda y la tercera plaza, de modo que volverían a estar condenadas a reeditar el pacto que resultó fallido, algo que no ocurrirá. Así que las opciones serán repetir las elecciones o que Esquerra haga president a Illa.