ME alegró mucho ayer escuchar al presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV, Andoni Ortuzar, que ve posible acordar el nuevo estatus con EH Bildu en la próxima legislatura. Si no me estoy autoengañando, el candidato de la formación soberanista a lehendakari, Pello Otxandiano, ha expresado una idea similar en varias entrevistas. También él dice estar convencido de la posibilidad de acuerdo con los jeltzales sobre ese mismo asunto. Supongo que el aspirante socialista, Eneko Andueza, y no digamos ya el del PP, Javier De Andrés, tardarán medio segundo en venirse arriba con las exageraciones de rigor sobre la perversa entente abertzale, el procés a la vasca o, qué sé yo, la vuelta del plan Ibarretxe.

Uno y otro, en realidad, sabrán que sobreactúan. En el caso del popular, va de suyo, porque la sucursal vasca de Génova lleva decenios basando su actuación política en las mismas tres ideas; y así les ha ido, añado. Más decepcionante es que el líder del PSE siga amorrándose a ese pilo, cuando los movimientos de su propio partido van en la dirección opuesta, como estamos viendo respecto a Catalunya, pero también respecto a nuestro país. Hace ahora seis meses, Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar presentaron juntos el pacto de investidura que, entre otros compromisos por parte del Gobierno español, incluye la negociación del reconocimiento nacional de Euskadi. El Parlamento Vasco sería el lugar ideal para ir desbrozando ese camino tomando como base un acuerdo para el nuevo estatus que, además de a PNV y Bildu, incluyera a los socialistas y a la izquierda confederal que sobreviva después del 21 de abril. ¿Suena descabellado? Tanto como se nos antojaba solo hace nueve meses que en las Cortes españolas se fuera a aprobar una ley de amnistía. Si se quisiera, se podría, y ahora hablo de todos los partidos que acabo de mencionar. Ojalá haya voluntad y no politiqueo.