YA dije aquí mismo no solo que no tenía ninguna prueba que asociara los últimos incidentes extremadamente violentos que hemos padecido con ningún partido, sino que me extrañaría mucho que una EH Bildu con la cara lavada y recién peinada se fuera pringar en algo así. También anoté, porque memoria no me falta, que hubo un tiempo en que una parte de la izquierda soberanista –la nuclear, en realidad– no era ajena a ese tipo de episodios. Y ni siquiera nos tenemos que remontar a los años durísimos. En las hemerotecas y en ese reservorio casi infinito que es internet hay constancia de ekintzas de variado pelaje de apenas anteayer firmadas por las juventudes del partido hegemónico de la coalición. En el mismo texto, a modo de conclusión, dejé dicho que, en cualquier caso, la prueba del algodón respecto a los altercados violentos es bien sencilla: basta con rechazarlos sin caer en la tentación de la ambigüedad.

En el caso que nos ocupa, tal circunstancia no se ha dado. Al revés, la violencia condenada ha sido la supuestamente ejercida por la Ertzaintza al intervenir frente a los alborotadores. E inmediatamente después, el argumentario viraba al comodín de la necesidad de “cambiar el modelo policial”. Pues miren, esta campaña en la que ya estamos de hoz y coz puede ser un buen momento para que EH Bildu traduzca la frase vacía y la convierta en una propuesta detallada sobre el tal modelo policial. Pero sin trampichuelas, porque todos sabemos cantar las mañanas con la cercanía, la empatía con la población y demás monsergas. Esto no va de mundos ideales sino del puñetero mundo real, en el que se cometen delitos –más cada día– muy graves de los que hay que proteger a la ciudadanía. Ahí viene el quid de la cuestión: ¿cómo ejercer esa protección? ¿Con palmaditas en la espalda? ¿Mirando hacia otro lado ante el destrozo de unos grandes almacenes? Aguardo las respuestas con enormísimo interés.