Hay veces en las que me da por pensar que no es verdad que no hay mal que por bien no venga. El penúltimo ejemplo es el áspero asunto de las webs memorialistas de algunos municipios de nuestro terruño. No es que confíe ni remotamente en que vaya a haber una rectificación. Hay batallas que doy perdidas. De sobra sé que una parte nada pequeña de mis convecinos no solo piensan que la violencia de ETA estuvo plenamente justificada sino que tienen por héroes a quienes la practicaron. Si sumamos a los que, habiendo militado en posturas éticas, hoy están en el buenrollismo amnésico, la evidencia de la derrota es total. Así que todo lo que nos queda es que de tanto en tanto, semejante ignominia vuelva a ser actualidad y objeto para la discusión –o sea, la bronca– más o menos pública.

Es el modo de obtener un retrato de cada bandería. Así, por si no lo supiéramos, nos encontramos con los que, incluso argumentando no sé qué metodología científica, son capaces de porfiar que Txapote, autor de catorce asesinatos, es tan víctima de vulneraciones de ETA como cualquiera de los tipos a los que descerrajó varios tiros o despanzurró con una bomba-lapa. O, si nos vamos al otro lado de la línea imaginaria, nos damos de bruces con tipos que se ponen dignos, como el delegado del Gobierno español, Denis Itxaso, que da un mes de plazo a los ayuntamientos para que retiren estas webs. La pregunta es qué plazo pone el lenguaraz virrey a Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska para que anulen el ascenso y posterior elevación a la cúpula de la Guardia Civil de Arturo Espejo, partícipe del secuestro y asesinato de Mikel Zabalza.