No lo veo igual que Juanjo Álvarez, a quien he leído: “La democracia es el arte de vivir en desacuerdo y convivir entre diferentes”. Más bien elijo que sea la convivencia, el arte de saber relacionarnos democráticamente entre diferentes, en como mínimo con igual disposición a acatar las normas del respeto, las entendamos o no. Cuando dice: “Comprobamos cómo la geopolítica mundial sigue marcada por el caos, por el recurso a la guerra, por el uso desmedido y brutal de la fuerza, etc.”. Se refiere al relato de una secuencia de causas/consecuencia, pero si no reparamos en la causa primera o pecado original, difícilmente podremos atajar la consecuencia última y no dejará de darse, siendo siempre de la misma índole: muerte y destrucción. ¿Cómo lograr superar ese bucle de negatividad y conflictividad... que marcan nuestra época? Propone un gran pacto social y político estable. Hoy y siempre, aunque vayan disfrazadas de humanitarias y salvadoras, el gran móvil de las guerras es el de tierra y bienes para sumar cota de poder. Así, si se quiere superar ese bucle de negatividad se debe comenzar a devolver lo que por la fuerza se usurpó. Yo con el vecino puedo tener una disputa por un rincón del jardín, pero no por la del jardín vecino del otro lado de la calle. Los mares y océanos son fronteras naturales. Si buscamos un mínimo de distensión global, comencemos por repasar los medios utilizados para que, territorios situados en una orilla del mar pertenezcan a un país situado en la otra, y a partir de ahí reparemos, siendo la mejor reparación... la devolución.