Los niños y niñas se fijan en lo que hacen sus ídolos, en lo bueno y en lo malo. Todo esto viene a cuento cuando presencié cómo la toda poderosa Francia le marcaba 14 goles a una “potencia futbolística” como Gibraltar. Ni jugadores, que festejaron hasta el último tanto, ni el entrenador francés, que no dijo a sus pupilos que cesasen en aquella vergonzosa sangría goleadora, bajaron el ritmo cuando tenían la clasificación ya obtenida, vamos que no dependían de otros resultados ni de gol average para dilucidar una posición más avanzada en la tabla. Si así hubiese sido, podría entenderlo. ¡Con qué ánimo mañana un entrenador va a decirle a un chico o chica de su equipo que no se atragante de devorar las redes de la portería o del aro de un rival de menos nivel! Lógicamente buscarán ser un M’bappe que marcó 4 goles y llevarse sus minutos de gloria tanto en el campo como en casa o entre su núcleo de amistades. Pero eso no solo lo hizo Francia. Sin ir más lejos, en la Copa, Alavés y Betis lograron resultados de escándalo ante escuadras de muy inferior categoría y sin mediar partido de vuelta para poder justificar esos escarnios en los marcadores. Por lo tanto, menos fariseísmo y quedar bien. Se debe predicar con el ejemplo, pero primero desde los poderosos y luego esa imagen proyectarla a las categorías inferiores. Lo contrario es mentir.