POR fin oigo a un jugador de fútbol explicar qué se siente al tirar un penalti. Porque veo a niños y niñas coger la pelota con decisión cuando les toca el turno y asumir con el arrojo que lleva la inocencia tal responsabilidad. Iker Muniain confesó ayer que sintió “terror” a la hora de tener que enfrentarse al portero del Mallorca. Terror se queda corto si lo tuviera que definir yo. Pavor sería más adecuado. Toda esa masa social rojiblanca que empuja también está sobre los hombros en un momento tan determinante. Y debe pesar como una losa. Forma parte de la locura del fútbol, esa que ensalza y desdeña a la misma velocidad.