Un par de veces coincidí con el lehendakari Ardanza en el pasillo del Parlamento Vasco. En ruedas de prensa varias más, pero, así, frente a frente en un corrillo, menos. En los inicios de una carrera profesional la posibilidad de tener una conversación (yo más como oyente, confieso) con él era un lujo. Como muchas otras cosas de la vida, lo aprecio más ahora pasadas dos décadas como periodista. Lo que se ha mantenido inalterable desde entonces es la admiración y el respeto por un político que se empeñó en la paz y la convivencia. Una persona que deja un legado ejemplar. Goian bego eta ohore.