Vivimos entre profundas crisis globales, comenzando por el ámbito de lo climático en su sentido ecológico más profundo, por supuesto, pero llegando a abarcar nuestra naturaleza misma de seres sociales y la manera en la que interactuamos a través de nuestros motores de actividad con el medio natural y social que habitamos. No se trata de una abstracción lejana que afecte a sociedades remotas, no. Ni de un futuro distópico imaginado en series o películas de ciencia ficción. Sus efectos son parte de nuestras vidas hoy mismo. Son datos de Ihobe: en los últimos 50 años la temperatura media anual en Bizkaia ha crecido por encima de un grado centígrado. En municipios como Erandio, por ejemplo, la temperatura media anual el año 1971 fue de 13,9 grados. Hoy, esa media anual supera los 16 grados. Por si fuera poco, y como si de una tormenta perfecta se tratara, las tensiones geopolíticas actuales han alterado mercados energéticos estratégicos como el europeo e inducido incrementos de precios globales desconocidos desde hace décadas que dificultan aún más poner el foco en construir un mundo en el que sean compatibles el desarrollo económico y la competitividad con llevar a la práctica condiciones para crear modelos sostenibles de actividad. Es lógico, en el fondo: no es necesario remontarse a la pirámide de Maslow para entender que en la escala de necesidades las más apremiantes y urgentes acostumbran a opacar en tantas ocasiones a las importantes. Ahora que cambiamos de año, intentemos no centrar el debate exclusivamente en la velocidad de la transición energética y adentrémonos en el que considero el debate necesario: que lo sostenible pueda ser también competitivo. Sin que la sostenibilidad se perciba como un freno para la competitividad. Sin que la competitividad sea el fin último en sí. Comprendiendo que la competitividad sostenible genera una espiral de impactos positivos en nuestra economía y en nuestra sociedad que mejora nuestra calidad de vida y nuestro estado de bienestar. Porque solo así Europa seguirá siendo la Europa que es, y el resto de los países progresaremos. O no. Es necesario avanzar en la creación de modelos de sociedad que sean sostenibles y competitivos al tiempo. Con toda humildad, somos conscientes de que no es posible acometer un reto de estas dimensiones, alcance y complejidad únicamente desde la responsabilidad individual o desde la sensibilización. Es imprescindible acompasar sinergias positivas entre los ámbitos normativo y legislativo, institucional, empresarial, económico y laboral para construir incentivos positivos eficaces que lleguen incluso a las microdecisiones que tomamos de manera más o menos consciente en nuestro día a día, sea desde qué medio utilizamos para movernos hasta nuestros hábitos de consumo. Por supuesto, desde BBK persistiremos en tratar de provocar en el mejor sentido constructivo el debate a través de campañas como El precio a pagar, recientemente presentada en el Puente de Bizkaia. Y persistiremos igualmente en crear espacios de análisis y debate alrededor de la competitividad sostenible. Entre todo, en BBK tratamos de predicar con el ejemplo, como suele decirse. Incluyendo en el núcleo mismo de gestión de nuestra actividad un riguroso plan de sostenibilidad que no solo mira al interior de nuestra organización. Ese es, esa vocación, el germen de nuestra aspiración a contribuir al apoyo a la creación de una red de entidades y profesionales de diferentes ámbitos que tienen la capacidad de impulsar las condiciones prácticas para desarrollar una competitividad realmente sostenible en nuestro entorno. Desde BBK estamos comprometidos en contraponer este modelo de competitividad sostenible con otros modelos obsoletos exclusivamente basados en el precio y que conducen a una precarización de nuestra economía, degradan el entorno y afectan negativamente a nuestra manera de vivir.

BBK es tal vez una entidad pequeña en tamaño, pero con grandes aspiraciones y proyectos para aportar valor a Bizkaia. No nos vamos a dejar llevar ni por el catastrofismo, ni por visiones distópicas. Ni contribuiremos a la ansiedad en una sociedad cada vez más afectada por focos de insatisfacción, desafección y desconfianza. Al contrario: persistiremos en tratar de provocar en el mejor sentido constructivo el debate en torno a la competitividad sostenible, a través de campañas de comunicación, por supuesto, pero también impulsando y creando espacios de análisis sólidos, debate y reflexión alrededor de sus condiciones de posibilidad. Está en juego el futuro, nada menos, sin hipérboles ni excesos retóricos. Un futuro donde valor y precio se comuniquen de una manera más nítida y transparente con las sociedades y las ciudadanías a las que se dirigen, como sugiere nuestra campaña El precio a pagar.

Presidente de BBK