Nadie te lo impide, Alberto

Los que pretenden que en el Congreso sólo se hable “en cristiano” siguen sin querer entender que esto va de que cada uno se pueda expresar en el idioma en el que se sienta más cómodo, no de imponer una lengua a nadie. Alberto Núñez Feijóo afirma solemne que ha desarrollado su vida política “básicamente en una lengua” y clama: “Es una lengua que seguiré hablando hasta que me muera y por ello no acepto que manosee una de mis lenguas en beneficio exclusivo de un solo hombre en España”. Esto se trata, precisamente, de que hables en lo que quieras sin que nadie te lo impida, Alberto. Aunque te armes un lío que ni Rajoy.

De esto tampoco hablan

De lo que algunos políticos parece que siguen sin querer hablar (y esto, por desgracia, se entiende igual hables en la lengua en la que hables) es del problemón de la vivienda. No es que se esté poniendo ya imposible. Es que, sencillamente, no da (y cada vez le da a menos gente). “Alquilar piso ya no es una opción rentable en ninguna CCAA: se lleva un 43% del salario, frente al 26% que supone la hipoteca” (El Español). Las hipotecas son leoninas y ahora, encima, debes pagar casi la mitad de lo que cobras al mes por un piso que, a fin de cuentas, ni es ni va a ser tuyo. Es un drama y es inaceptable.

Apunta maneras

Ya no es que nadie haga nada para atajar el tema. Es que, encima, se chotean. El cachorro favorito de Isabel Díaz Ayuso, Ignacio Dancausa (a la razón presidente de NNGG en Madrid) fue uno de los 18 concejales de Las Rozas en oponerse a mejorar el acceso a la vivienda de los jóvenes de la localidad. Especialmente sangrante tratándose de alguien que cobra 1.200 euros y otros 200 por comisión (este mes ha habido 5, así que echen cuentas). Vienen a la política a lo que vienen, a llenar sus ya de por si abultados bolsillos a costa de los demás. Está bien que no se escondan pero, al menos, que no fastidien al prójimo.

Machismo casposo

La discrepancia es sana y, en política, necesaria, pero cómo la mostremos puede decir más de nosotros que de aquel con quien discrepamos. Alfonso Guerra puede discrepar de Yolanda Díaz, pero ironizar sobre las críticas de ésta a Felipe González por la amnistía considerando que las habrá hecho “entre una peluquería y otra” es una machistada de libro. No tenía cabida en 1991, cuando Guerra estaba en el gobierno, y, ahora, menos. En Público titulan así de directo: “Guerra bate el récord mundial de machirulo con una frase repugnante sobre Yolanda Díaz”. Y punto.

Yo también voy a la peluquería

Me gusta lo que le he oído a Manuel Jabois a cuenta de la salida de tiesto de Guerra: “Estamos ante la incomprensión fatal del hombre mayor, que toda la vida decía lo que le daba la gana y le reían las gracias, y ahora sigue diciendo lo que le da la gana -esto es importante-, pero se les contesta”. Hay que dejar de comprar discursos propios de elefantes camino del cementerio. En las peluquerías se tratan muchos problemas. Entre ellos, la caspa. Tirar de ironía fina también funciona y por eso yo también, como Itxaso Atutxa, Rafaela Romero, Adela González y Daniel Innerarity, entre otros muchos, voy a la peluquería.