El lago de Maracaibo es el más grande de Sudamérica y uno de los más antiguos del mundo. Hace años, durante una visita, fui testigo con mi aita de una maravilla natural, el Catatumbo, la Sala del Trueno en lengua bari. Este impresionante fenómeno tiene lugar ininterrumpidamente durante casi la mitad de las noches del año: los 250 relámpagos por kilómetro cuadrado iluminan a latigazos el cielo entre 16 y 40 veces por minuto, durante nueve horas seguidas. Se trata de la mayor concentración de rayos del planeta. El calor y la humedad acumulados en torno al lago generan la carga eléctrica y las altas montañas desestabilizan las masas de aire que componen esta magnífica actividad tormentosa. Tal como narró Lope de Vega en La Dragontea, la luminosidad desplegada por el Catatumbo permitió a un vigía ver las naves de Drake penetrar a través de la boca del lago, y así se logró repeler aquel ataque nocturno en 1595.

Si hay relámpagos, habrá truenos, pero no necesariamente lluvia. Esta semana hemos sido testigos de fenomenales tormentas eléctricas, pero algunas de ellas no venían acompañadas de agua. Son fenómenos muy recurrentes en las regiones áridas del Oeste americano que se caracterizan por un alto índice de calor y bajos niveles de vapor de agua. Ocurren en estas fechas, a fines de la primavera y principios del verano, cuando los niveles de humedad son bajos, de en torno al 40% o incluso menos.

Una tormenta seca ocurre cuando la temperatura y el calor se acumulan debajo de la capa de nubes, bajo el dosel aéreo. Producen truenos, relámpagos y lluvia dentro de las nubes, pero no generan una precipitación medible a nivel del suelo. Dicho de otro modo, llueve, pero la lluvia y otras formas de precipitación como los cristales de hielo no alcanzan el suelo, se evaporan antes de tocar tierra. Se trata del fenómeno meteorológico llamado virga.

Riesgo significativos de incendios

Estas tormentas representan un riesgo significativo de incendios, porque los rayos pueden encender fuentes de combustible en tierra, y pueden dar lugar a fuertes ráfagas de viento cerca de la superficie, lo que aviva las llamas y estimula la propagación del fuego. En los últimos años, estos rayos han sido responsables de algunos de los incendios forestales más devastadores, como los sucedidos en 2020 en California.

Según un estudio publicado el 10 de febrero de 2023 en Nature Communications, por cada grado Celsius de calentamiento, podría haber un aumento del 10% en rayos altamente incendiarios, conocidos como los rayos de Prometeo. Se trata de rayos “de corriente prolongada y continua”, particularmente propicios para provocar incendios. Son latigazos que mantienen una corriente eléctrica durante más de 40 milisegundos, algunos duran más de un tercio de segundo, que es más que el parpadeo promedio del ojo humano. Se trata de “rayos calientes” que producen una transmisión prolongada de carga eléctrica y, en consecuencia, tienen mayor capacidad para generar incendios que los rayos de menor duración. Lógicamente, cuanto más tiempo esté el rayo en contacto con el combustible, más posibilidades hay de ignición.

Según la base de datos del Servicio Forestal de los Estados Unidos, que ha investigado la correlación entre los “rayos calientes” y los incendios forestales en el país, sólo el 44% de los incendios en el Oeste fueron provocados por rayos, pero estos fuegos supusieron el 71% del área quemada entre 1992 y 2015. Los rayos prometeicos, a pesar de constituir menos del 10% del conjunto durante los veranos del Oeste, pueden causar hasta el 90% de los incendios forestales.

Según el Centro Nacional de Bomberos de Idaho (www.nifc.gov), las regiones geográficas del Noroeste y las Montañas Rocosas del Norte, junto con el Profundo Sur, han experimentado la mayor cantidad de incendios forestales causados por rayos en los Estados Unidos en las dos últimas décadas. En 2022, las Montañas Rocosas del Norte sufrieron 1.061, el Noroeste fue testigo de 1.225 incendios causados por rayos, y el Sur experimentó 1.981. Estas regiones protagonizaron el 57% del total de los 7.467 incendios provocados por rayos registrados en la república en 2022. Entre 2001 y 2007, hubo más de 10.000 incendios provocados por rayos al año; se han registrado más de 200.000 incendios de este tipo en los últimos 22 años, los cuales han devastado un área de casi 91 millones de acres, equivalente a 370.000 km2, un área más grande que Alemania.

En realidad, los rayos secos son poco comunes al oeste de la Sierra Nevada, dijo al Washington Post Dimitri Kalashnikov, profesor de la Universidad de Washington en Vancouver. Tanto que no había un estudio climatológico completo sobre este fenómeno. Pero a partir del verano de 2020 este tema ha cobrado un interés urgente en California, donde complejos masivos de tormentas eléctricas secas azotaron el estado, haciendo detonar miles de rayos secos. Los efectos fueron los predecibles: inmediatos e inmensos incendios forestales, 650 en total, que quemaron más de 2 millones de acres de bosque (8.000 kilómetros cuadrados).

El equipo de Kalashnikov aprendió que no solo los terrenos elevados por encima de los 2.000 metros reciben más rayos secos, sino que los meses de máxima actividad también son diferentes. Las grandes elevaciones de la Sierra Nevada reciben la mayoría de los rayos secos en julio y agosto, más o menos durante la temporada del monzón, mientras que, en contraste, en las elevaciones más bajas reciben entre junio y septiembre aproximadamente la misma cantidad de rayos secos que el resto del año.

Los rayos prometeicos son la principal causa natural de incendios forestales. La tormenta del 30 de mayo dejó 3.500 rayos a su paso por Navarra soplando con rachas de viento cercanas a los 100 kilómetros por hora; cientos de estos rayos cayeron al suelo y algunos provocaron incendios. Vivimos en una zona de frecuentes tormentas eléctricas y, con un 27,6% menos de lluvia que en 2022, debemos estar preparados para enfrentarnos a condiciones cada vez más secas.

Según los servicios contra incendios de Nevada, cada territorio posee características y desafíos propios, pero es preciso avanzar medidas efectivas de prevención, detección y respuesta en la lucha contra el fuego. Esto significa implementar prácticas de gestión de combustibles, diseñar y mantener el territorio con vegetación más resistente al fuego, crear barreras que ayuden a contener o redirigir la propagación de incendios, diseñar sistemas de alerta más eficaces, educar a la comunidad y, promover planes de seguridad que fomenten la colaboración entre instituciones para mejorar la eficacia de las prácticas de extinción de incendios.

En pocos años la tasa de los rayos “de nube a tierra” puede llegar a aumentar a casi 8 destellos por segundo, un incremento del 28%. Teniendo en cuenta la reducción de la precipitación y la humedad y el paralelo aumento de la temperatura media, podemos esperar un aumento significativo del riesgo de incendios forestales. El Dr. David Romps, director del Centro de Ciencias Atmosféricas de Berkeley, ha advertido que, si no tomamos medidas para combatir el cambio climático, el número de rayos que tocan tierra se incrementará en un 50%. “No sabemos necesariamente lo que eso significa, porque un 50% más de rayos no significa un incremento de los incendios del 50%, ya que no todos los rayos caen en lugares propensos a encenderse… pero nos podemos hacer una idea”.