¿Se imagina un coche eléctrico que se cargue en un suspiro y que permita aprovechar esa energía para alimentar a su vez otros vehículos o dispositivos? Pues eso ya es posible. Al menos sobre el papel. El desarrollo de las baterías propicia que algunos automóviles eléctricos de última generación salgan provistos de tecnología V2G (Vehicle to Grid), sistema bidireccional que, además de recibir energía, permite transferirla para abastecer otro dispositivo (un ordenador, un patinete u otro automóvil), e incluso devolver los excedentes a la red del proveedor.

Un ordenador personal enchufado en la toma de un automóvil.

En la Arcadia feliz que esbozan los incondicionales de la movilidad eléctrica, los vehículos recargan sus baterías con energía limpia de origen eólico o fotovoltaico y gozan de autonomía para realizar larguísimos desplazamientos. Por el camino, pueden hacer un alto para donar a otros parte de esa electricidad que los impulsa y nutre diversos periféricos instalados a bordo. En ese Edén del kilovatio, al llegar a casa es posible recuperar el excedente de energía acumulada en la batería para transmitirla a la red doméstica. Otra opción es retornarla al proveedor, dispuesto a recomprarla para hacer frente a picos de alta demanda en la red general.

Este escenario de ensueño tiene el inconveniente de que en algún momento suena el despertador, señalando la hora del baño de realidad. Primer contratiempo: los coches eléctricos son apreciablemente más costosos que los tradicionales y siguen lastrados por una autonomía que no los lleva lejos. Segundo: la red de puntos de abastecimiento de libre acceso en la vía pública es insuficiente incluso para el reducido parque actual. Tercero: el modelo urbanístico vigente, en el que proliferan viviendas en vertical carentes de garajes privados, dificulta la instalación de puntos de carga particulares.

Así que la distancia entre la teoría y la práctica se antoja, por ahora, abismal. Lamentablemente, la aplicación a la vida real de esa bidireccionalidad no pasa de pruebas piloto como las que desarrollan algunas marcas. Hyundai, por ejemplo, lleva a cabo ensayos en Utrech y Berlín para compartir energía con la red dentro de un sistema energético doméstico cerrado. En la capital alemana conecta una flota de ocho unidades del Ioniq 5 a otros tantos hogares, para equilibrar la energía entre estos y la devuelta a la red. Un sistema de gestión se encarga de estudiar cuánta energía doméstica son capaces de suministrar esos coches, y en qué momentos la transfieren.

Sostiene la marca surcoreana que cuanta más energía generada a partir de fuentes de energía renovables se utilice, más contribuirá la tecnología eléctrica bidireccional V2G (Vehicle to Grid) a reducir el impacto del cambio climático. Como los BEV que disponen de ella pueden almacenar energía de fuentes alternativas, como la solar y la eólica, durante las horas punta y devolverla a la red cuando se necesita, la tecnología V2G puede ser la solución para equilibrar la demanda y el suministro de energía.

El problema es que esa tecnología V2G todavía no está lista para su implantación generalizada, ya que la propia red aún se enfrenta al reto de medir y gestionar mejor el flujo de energía. Cuando llegue la solución ideal, la bidireccionalidad podrá fomentar estilos de vida más sostenibles.