EL EQA y el EQB, mutaciones eléctricas del GLA y el GLB, se ponen al corriente. Aunque el tirón comercial de estas propuestas SUV decae mucho en las réplicas a batería, cada vez parece más claro que, cueste lo que cueste, la movilidad sostenible nos aboca a un porvenir electrificado. Y en esa carrera con recorrido y meta por definir, impuesta por gobernantes y disputada por fabricantes (el gran público aún es reticente), Mercedes-Benz lleva la delantera. Lo vuelve a demostrar con la revisión de estos dos modelos clave, que actualizan diseño y tecnología.

Son productos estratégicos, incrustados en esa parte del catálogo que a menudo permite acceder a la estrella a personas de clase media dispuestas a dar el salto a un coche premium a batería. Tiempo atrás, Mercedes-Benz tomó la decisión de expandir su repertorio por arriba, pero también por abajo. En paralelo, la determinación de refrescar significativamente sus cánones estéticos, arriesgándose a apostar por un diseño más deportivo y conmovedor, consiguió rejuvenecer y multiplicar su clientela. Incorporó personas que hasta entonces no podían o no deseaban alcanzar la señorial marca. Gracias a ello amplió su negocio y disparó su rentabilidad, a costa de renunciar al marcado carácter elitista de épocas pretéritas.

La expansión del repertorio, tan abundante y pormenorizado hoy que dificulta un exhaustivo conocimiento del mismo, garantiza encontrar el producto exacto para cada cometido y cada preferencia. La proliferación de proyectos y declinaciones depara creaciones como el EQA y el EQB, propuestas que concilian dos tendencias en boga: el ya consolidado formato SUV y la tecnología 100% eléctrica con visos de futuro. Uno y otro trasladan una fórmula similar a distintas tallas, por lo que se dirigen a dos niveles sucesivos del mercado.

La remodelación del contorno respeta las proporciones conocidas de ambos productos. Por tanto, el EQA mantiene los cuatro metros y medio escasos (4,46, exactamente) de su envase de cinco puertas, con otras tantas plazas, liberando 340 litros para acarrear enseres en el maletero. El EQB aprovecha sus 4,68 metros de eslora para dar a elegir configuraciones interiores de cinco y de siete plazas; a plena ocupación, esta última, que se incorporará algo después, sacrifica buena parte de los 495 litros del portaequipaje.

Los dos automóviles comparten la gama motriz conocida, integrada por hasta cuatro combinaciones de impulsor y batería. Ofrece todas el compacto, que abre su gama con la variante EQA 250. En ella asocia un bloque de 140 kW (190 CV) con un acumulador de 66,5 kWh útiles, para alardear de 528 km de autonomía oficial. La derivada 250+ recurre a una batería más capaz, de 70,5 kWh, lo que propicia ampliar el radio de acción hasta 560 km. Al igual que la inicial, esta versión tiene tracción delantera. También presentan idénticas prestaciones, semejantes a las de la entrega aún vigente: 160 km/h de punta y 8,6 segundos de 0 a 100 km/h.

Para afrontar destinos más ambiciosos aparecen las versiones superiores EQA 300 4Matic y 350 4Matic, con 168 y 215 kW (228 y 292 CV) distribuidos a las cuatro ruedas. Montan la batería menor y calcan el alcance (459 km). La diferencia de rendimiento determina que la alternativa más solvente marque 180 km/h en vez de 160, y que reduzca a 6 segundos la espera para llegar a 100 km/h (1,3 menos que la 300).

La oferta motriz del EQB es más reducida, al renunciar a la motorización menor. Así pues, su reparto arranca con la versión 250+, provista de la batería más capaz para prometer una autonomía máxima de 536 km, 30 más que en la actualidad. Las declinaciones 300 y 350, con cuatro ruedas motrices y batería de 66,5 kWh, consienten recorrer hasta 448 km de un tirón. En general, a igual motorización, las prestaciones del EQB acusan ligeramente la diferencia de tamaño y peso respecto al EQA. Los dos modelos están capacitados para reabastecer su acumulador eléctrico en tomas de corriente alterna hasta 11 kW y de alterna hasta 100 kW.