En el Gran Premio de Estados Unidos ganó el de casi siempre: Max Verstappen, autor de su decimoquinta victoria de la temporada de 18 posibles, con lo que igualó su propio récord de quince triunfos logrados el año pasado. Su tesoro se eleva ya al medio centenar de conquistas en la Fórmula 1. Su botín crece sin que nadie parezca en condición de poder detenerle. Si bien, podría decirse que el piloto neerlandés firmó en Austin su triunfo más sufrido del año, porque terminó apurando décimas ante el acecho de su persecutor, Lewis Hamilton, que a buen seguro llegó a visibilizar la victoria y se quedó con la miel con los labios aunque satisfecho igualmente, puesto que hacía mucho, muchísimo tiempo que el inglés no se veía tan cerca de ganar. 

Al ser preguntado ante el micrófono, Verstappen admitió que fue complicado, pero trató de justificarlo con la sexta posición que firmó para la parrilla de salida. “Lo ha sido empezando sexto”, confirmó. La carrera de Verstappen será recordada por las broncas dirigidas a su ingeniero cuando le transmitía información sobre sus rivales. “¡No me habléis mientras freno!”, bramó en más de una ocasión. Eran síntomas de que no rodaba tan sobrado, de que no era un camino de rosas. Si se puede decir eso teniendo en cuenta que salió retrasado y se aupó a la cabeza de la carrera en la vuelta 28. Todo lo que no sea un triunfo de Verstappen con decenas de segundos de ventaja parece el surgimiento de brotes verdes para su competencia.

Hasta entonces lideraba Lando Norris, imaginando su primera victoria en la Fórmula 1, soñando a lo grande. Corren buenos tiempos para McLaren, que no deja de confirmar su progreso. Verstappen, mientras, aplicaba lo que confesó que sería su estrategia. Es un tipo que sigue abriendo su repertorio. Es el don que concede la madurez. “Tenemos que ser pacientes, mantenernos alejados de los problemas”, anticipó antes de emprender la salida. Así fue. Poco a poco pero con paso firme, consolidando cada movimiento, se alzó en cabeza, como hiciera en la carrera al esprint para sellar otro doblete.

La verdadera competencia surgió con Hamilton, que arrancó desde la tercera pintura. La estrategia de Mercedes pudo ser cuestionable, ya que envió temprano a su piloto al primero de los dos cambios de neumáticos, pensando en llevar a cabo una sola parada que luego serían dos, y cedió el segundo puesto a Verstappen. El inglés no lo comprendió, pero se vio disputando la victoria en las postrimerías armado por gomas medias mientras Verstappen se desangraba con calzos de compuesto duro. “Estábamos cerca de alcanzarle, pero necesitábamos un par de vueltas más”, repasó Hamilton. Estaba en lo cierto. 

Fue una cita emocionante, de alternativas. Norris, Verstappen y Hamilton se postularon por la victoria. Mercedes y McLaren rodaron con finura en las curvas rápidas de Austin. Por el podio pujaron Carlos Sainz (4º), Sergio Pérez (5º) o Charles Leclerc (6º). Este último, poleman, se vio sacrificado al decantarse Ferrari por una sola parada para él. “Hemos sacado todo el provecho; hemos hecho casi todo perfecto”, dijo Sainz. No era un trazado para la marca italiana.

Fernando Alonso y Lance Stroll arrancaron desde el pit lane tras el fiasco en la calificación, con el 17º y el 19º lugar, respectivamente. Stroll corrió con el paquete nuevo de mejoras de Aston Martin y el asturiano pilotó el mismo coche que en Catar con el objetivo de sumar los kilómetros que no se pudieron correr en los Libres 1 y medir la evolución. Alonso sufrió un problema en la suspensión trasera cuando luchaba por la octava plaza y tuvo que abandonar; Stroll fue noveno.